Se suele asociar la popularidad de la Alasita y el Ekeko, de origen precolombino, con el cerco del siglo XVIII en la ciudad de La Paz. Pero, ¿cuántas veces ésta y otras ciudades han sido cercadas, por quiénes y con qué desenlace? El historiador Fernando Cajías nos pone en el límite de esa estrategia de lucha esgrimida, para el caso americano, casi invariablemente por indígenas.
El cerco ha sido una estrategia militar y social para la toma de ciudades enemigas o antagónicas. Basta recordar el largo cerco a la ciudad de Troya por los griegos o el cerco a la ciudad de La Paz en el siglo XVIII.
El cerco consiste en rodear a una ciudad cortándole toda vía de salida y de entrada, principalmente para que no se abastezca de alimentos y se rinda ante el asedio. Hay que entender que no era tan fácil tomar una ciudad, porque todas tenían fortalezas y sus habitantes encontraban modos para abastecerse.
En nuestra historia son varios los ejemplos de cercos a las ciudades. Durante la Sublevación General de Indios (1780 – 1782) fue la estrategia más utilizada por los rebeldes para tomar las ciudades.
Fue una sublevación que empezó contra el abuso de los corregidores, se amplió contra todo el mal gobierno peninsular, luego contra todos los europeos; pero al no encontrar el apoyo de las otras castas americanas, se convirtió en una lucha ciudad versus campo.
En las ciudades principales y en las ciudades intermedias habitaban las autoridades españolas, en las ciudades habitaban los europeos, por eso había que tomarlas.
La Plata, Cusco, Oruro
Así la ciudad de La Plata, hoy Sucre, capital de la Audiencia de Charcas, fue cercada por las fuerzas comandadas por los Katari de Chayanta, que no levantaron el cerco hasta que la Audiencia ordenase la liberación de los cabecillas de Condo Condo, precursores de la gran sublevación.
También es emblemático el cerco al Cusco, encabezado por José Gabriel Condorcanqui, reconocido como el Inca Túpac Amaru II, caudillo principal de la sublevación. Cerco que estuvo a punto de conseguir su objetivo, pero las fuerzas realistas contaron con el apoyo del cacique indígena Pumakawa, con lo que consiguieron romper el cerco e iniciar la contraofensiva y derrotar al Inca.
Oruro fue otro ejemplo, ciudad cuyas élites criollas y mestizas fueron las únicas en plegarse a la sublevación general de indios por su marcado enfrentamiento con los europeos. Así que a partir del 10 de febrero de 1781, sublevados indígenas y criollos estuvieron aliados contra los europeos. Pero la alianza no duró mucho; diversas fueron las causas de ese rompimiento. Como consecuencia, los indígenas rebeldes del altiplano central, encabezados por Santos Mamani, cercaron la ciudad aunque finalmente fueron derrotados.
La Paz
El cerco más emblemático fue el cerco a La Paz, encabezado por Julián Apaza, alias Túpac Katari, y su esposa Bartolina Sisa. Él acaudillando las tropas rebeldes desde El Alto y ella acaudillando las tropas acantonadas en Pampahasi.
Fue el cerco que más duró y que más quedó en la memoria, especialmente de los paceños. El campo paceño ya se encontraba en tensión desde principios de 1781. El comandante de La Paz, Sebastián Segurola, construyó fortificaciones desde enero ante la inminente rebelión, pero fue en marzo cuando los hechos se precipitaron. Las provincias vecinas a La Paz: Pacajes, Omasuyos y, especialmente, Sica Sica, se sublevaron comandadas por Julián Apaza. Segura no se animó a reprimir esas sublevaciones y sólo pudo organizar dos sangrientas expediciones a Viacha y Laja. En Viacha, según la propia versión de los diarios de jefes realistas, “se pasaron a cuchillo 300 indios” y en Laja, al encontrarse el pueblo abandonado, se incendiaron todas las casas.
Esto, en lugar de escarmentar, enardeció los ánimos y el 13 de marzo se inició el cerco a la ciudad de La Paz. El primer cerco duró hasta el 30 de junio. Peninsulares, criollos y mestizos se pertrecharon detrás de las murallas. En cambio, los tres barrios de indios: San Pedro, Santa Bárbara y San Sebastián, que estaban en los extramuros, cayeron bajo poder rebelde (como puede verse en el cuadro de Olivares de esa época). Los rebeldes se posesionaron de todos los cerros circundantes, pero sus principales centros de dirección los tenían en El Alto y Pampahasi. Se calcula que 12 mil indios mantuvieron el cerco y que los sitiados sumaban aproximadamente 20 mil habitantes.
Durante los 109 días del primer cerco, se produjeron muchas acciones militares. Por un lado, los sitiados intentaron romperlo en una veintena de oportunidades, pero fracasaron. Varias de estas salidas significaron matanzas de centenares de indios; pero finalmente, los realistas se vieron obligados a retroceder.
Los fracasos militares dividieron a criollos y europeos que se inculpaban mutuamente por las derrotas. Este malestar se reflejó principalmente en la relación entre el general europeo Sebastián Segurola y el oidor criollo Tadeo Diez de Medina.
Por otro lado, tampoco los sitiadores lograron tomar la ciudad, pese a sus múltiples intentos. La diferencia de armamento, lo inexpugnable de las murallas construidas sobre la marcha fueron la causa principal para que los rebeldes no consiguieran su objetivo.
Los rebeldes no pudieron tomar la ciudad y los sitiados no lograron recuperar los barrios cercanos de San Pedro y Santa Bárbara. Estaban los unos muy cerca de los otros y, por ello, el enfrentamiento verbal fue tan duro como el armado.
Las únicas treguas fueron las fiestas religiosas, más festejadas por el lado rebelde, como la Semana Santa, la Cruz de Mayo y el Corpus Cristi. En la primera, Tupac Katari se hizo lavar los pies a imitación bíblica.
Tupac Katari reconocido como Virrey de Tupac Amaru y la Virreina Bartolina Sisa bajaron varias veces haciéndose ver por los sitiados con mucha pompa. Algunas veces se lo vio a la usanza de los Incas con un sol en el pecho y otras veces a la usanza española.
Paralelamente al cerco de La Paz, Tupac Katari tomó Juli y Chucuito e inició el cerco a Puno.
La relación de los amarus y los kataris, quechuas y aimaras, se estrechó más cuando Pedro Obaya de Azángaro, conocido como el Rey Chiquito, se unió a los sitiadores. Varias veces se intentó entablar conversaciones; pero el comandante Segurola se negó aceptar las condiciones de paz de los rebeldes: entrega de los cuatro corregidores provinciales, refugiados en la ciudad, y de los hacendados y aduaneros; entrega de las armas de fuego; derrumbe de trincheras y que se reconociera a Tupac Amaru como rey.
Las bajas fueron cuantiosas en ambos lados, con la desventaja, para los sitiados, del hambre y la peste. En su diario, el sargento Castañeda narró: “Ya se empieza a sentir el estrago que hacía hambre entre los nuestros, murieron muchos cada día…”.
A principios de mayo la rebelión prendió en los valles de Larecaja, la unión de amarus y kataris se reflejó en la jefatura del cerco a Sorata. Andrés Tupac Amaru, joven sobrino del Inca y su amante Gregoria Apaza, hermana de Julián, lograron después de meses de asedio tomar esa localidad.
Finalmente, Ignacio Flores con refuerzos de la ciudad de La Plata logró romper el cerco e ingresar a la ciudad y dotar a sus habitantes de alimentos. Pero esa entrada no significó una derrota de los rebeldes, quienes no presentaron batalla y se replegaron tácticamente para reiniciar el cerco. Sin embargo, sufrieron una gran baja por la prisión de Bartolina.
El segundo cerco
Flores tuvo que salir de la ciudad para buscar más refuerzos. Esto significó que agosto también fuera un mes de victorias para los rebeldes. Se instaló el segundo cerco a la ciudad de La Paz y, Sorata cayó bajo el poder rebelde gracias a la estrategia de una inundación que logró terminar con tres meses de resistencia. Todos los peninsulares fueron muertos y criollos y mestizos fueron perdonados.
El segundo cerco fue más violento que el primero. Los meses que duró fueron llenos de enfrentamientos militares. El intento más serio de los rebeldes fue el 12 de octubre, cuando procuraron inundarla a la manera de Sorata. El intento fracasó, pero causó pánico en los sitiados.
. Las mujeres se arriesgaban a salir fuera de las murallas a comprarlos en los mercaditos indígenas que se instalaron en los extramuros; por ello la mayor parte de las cautivas eran mujeres.
Tupac Katari intentó liberar a Bartolina y entrevistarse con ella, pero ya no pudieron verse en libertad. La falta de víveres fue el peor enemigo de los sitiados. Las mujeres se arriesgaban a salir fuera de las murallas a comprarlos en los mercaditos indígenas que se instalaron en los extramuros; por ello la mayor parte de las cautivas eran mujeres.
Finalmente, Reseguín llegó a mediados de octubre con suficientes alimentos para aliviar a los sitiados. El segundo ejército logró terminar con la sublevación. Luego de romper el cerco se iniciaron las persecuciones bajo la consigna de “exterminio de los más contumaces y el otorgamiento de perdón a los demás”. La traición precipitó el final, ya que indios de una comunidad capturaron a Tupac Katari y lo entregaron a Reseguin.
La impronta
Las características del enfrentamiento del cerco de 1781 no se han repetido de la misma manera, pero posteriormente se han dado varios cercos y, sobre todo, amenazas de cerco. Uno de los más recordados por su consecuencia fue el cerco que produjeron a la ciudad varias comunidades que habían sufrido la expropiación de sus tierras durante el gobierno de Mariano Melgarejo. Este cerco se produjo cuando Melgarejo fue derrocado y emprendió la huída; logró escapar con cuatro de sus acompañantes, pero el resto de su séquito fue muerto por los sitiadores.
El cerco siguió siendo una estrategia de presión política durante los siglos XX y XXI, pero los contextos y protagonistas han sido diferentes y por eso merecen otra reflexión. Sin embargo, lo sucedido a fines del siglo XVIII ha dejado huellas profundas tanto en el área rural como en el área urbana.