¿Qué pasa cuando te enteras que la persona más importante de tu vida va a morir? ¿Es posible hacer de ese ritual de despedida un evento amoroso? Sí, ¿pero será posible encarar la muerte con humor?
“Nadie sale vivo de esta vida”
(dicho mexicano)
Ya sea que en buen mexicano la llamemos la calaca, la parca o la tiznada, ya sea que nos burlemos de ella para disimular el miedo (sobre todo el primero de noviembre), igual, ella siempre nos va a llevar.
La mayoría de los mortales transcurren por este valle de lágrimas queriendo creer que son inmortales; paradójicamente, es la forma más fácil de negar lo único inevitable que existe en esta vida.
Hace muchos años, cuando leí la muerte de Paula, escrita por su madre Isabel Allende, me pareció una escena literaria hermosa pero sublimada por una gran escritora inspirada por su dolor. Morir rodeada de paz y de seres queridos era parte de una literatura conmovedora.
Muchos años después, cuando la novela no era mi preocupación, me enfrentaba a compartir la noticia de un cáncer en la etapa final, de la persona más importante de mi vida.
Varias veces he contado la escena en que le notifican a Cayetano (mi esposo, en adelante Él) en un tono relajado, propio de un oncólogo chileno acostumbrado a dar la noticia, que no le quedaba mucho tiempo de vida. Mi reacción fue lo que pensaba que era normal, un ataque de llanto, que creo que es lo que correspondía a una esposa enamorada. Cuando Él me preguntó: “¿por qué lloras?”, yo le contesté, en tono dramático, “¡es que te vas a morir!”. “¿Y tú no?”, respondió Él.
Este episodio dio pie a una nueva forma de enfrentar la muerte, no sólo para mí, también para sus hijos y un entorno mucho más amplio.
Cuando Él me preguntó: “¿por qué lloras?”, yo le contesté, en tono dramático, “¡es que te vas a morir!”. “¿Y tú no?”, respondió Él.
Desde ese momento, la proximidad de su muerte nos cambió la forma de ver la vida. Vimos que se puede empezar a manejar el duelo de una manera distinta a lo que siempre habíamos pensado, para lo cual se requieren varios ingredientes tales como empezar por hacer un inventario de lo vivido, que siempre lleva un poco de “pre-nostalgia” de lo que no vivirás. Esta receta sólo funciona si hay mucho amor, complicidad, solidaridad y un buen chorro de sentido del humor.
Sin nada premeditado, nos dimos cuenta que lo mejor que se puede hacer en estas circunstancias es dejar partir a ese ser tan fundamental para todos, sabiendo que los que nos quedamos, aunque vayamos a extrañarlo mucho, él mismo nos deja listos y bien preparados para enfrentar su ausencia.
Yo sé que no es frecuente comenzar una dinámica de despedida sin un dejo de tragedia griega, pero en casa fuimos capaces de generar un humor entorno a Él que bien podría ser humor negro, con su absoluto consentimiento y colaboración.
(…) se puede empezar a manejar el duelo de una manera distinta para lo cual se requieren varios ingredientes tales como empezar por hacer un inventario de lo vivido, que siempre lleva un poco de “pre-nostalgia” de lo que no vivirás. Esta receta sólo funciona si hay mucho amor, complicidad, solidaridad y un buen chorro de sentido del humor.
El humor del amor frente a la muerte
Cuando hicimos la cuenta de lo que costarían las quimioterapias, vimos que nos salía más barato hacer un viaje juntos como lo hicimos siempre, así que sin dudarlo, nos fuimos de viaje. Luego, elaboramos entre todos un playlist de sus canciones preferidas y los chicos, nuestros hijos, hicieron un video con cientos de fotos familiares que le pasamos hasta el último momento. Siempre nos decía que lo único que se llevaría serían recuerdos y así lo ayudamos a empacarlos.
Ahora, eso de empacar los recuerdos no sólo es metafórico, el último momento del velorio hicimos una ceremonia privada e inventada donde cada quien se acercaba y le dejaba un recuerdo. Ahí no faltó nada, iban fotos de los niños, cartas, una chompa de los Pumas de la UNAM, una insignia del Barza, un pañuelo de seda, y por si le daba sed en el camino, una cerveza. Cual faraón egipcio, se fue.
Para el entierro teníamos instrucciones precisas de Él: cero discursos, ya que esos fueron siempre por su cuenta, y sólo se tenía que escuchar My Way cantada por un entrañable amigo (Juan Carlos Arana).
(…) el último momento del velorio hicimos una ceremonia privada e inventada donde cada quien se acercaba y le dejaba un recuerdo. Ahí no faltó nada, iban fotos de los niños, cartas, una chompa de los Pumas de la UNAM, una insignia del Barza, un pañuelo de seda, y por si le daba sed en el camino, una cerveza.
Él tuvo la suerte de pocos mortales. Por una confusión televisiva, se anunció su muerte unos días antes, de modo que la casa se llenó de periodistas y de llamadas; en la tele aparecía su imagen y con tal motivo, esa fue la última vez que ¡Él mismo se vio! Así comprobé, sin lugar a dudas, que el ego es lo último que se pierde.
Hay otras cosas en relación al entierro demasiado frívolas de mi parte, como hacer abrir una peluquería a las siete de mañana o después del velorio, irnos a cenar y reírnos contando anécdotas. El punto es que Él murió agarrado de mi mano, y yo me puse el perfume que usé durante treinta años esperando que ese aroma lo acompañe siempre.
Esta experiencia nos ha enseñado a encarar la muerte de otra manera, y hemos podido demostrar que se puede hacer que los que amamos, cuando es inevitable, se vayan tranquilos, con la seguridad de que esa profunda huella que dejan, la transitaremos siempre.
Desde entonces, hace ya más de 11 años, me parece que la despedida de un ser querido puede suceder, como en las telenovelas, con la familia alrededor, escuchando la música que le gustaba, el perfume mío y hasta el banderín del Barça colgado del suero.
Disculpas a Isabel Allende por pensar que el ambiente del entorno de la muerte de Paula era simplemente un pasaje literario.