La película de Paolo Agazzi tuvo su preestreno el día en que el mundo se declaraba en pandemia, en 2020. Ahora que el viaje se retoma recordamos el diálogo con uno de los tripulantes, el comediante Raúl Mamani.
Suenan bombos y platillos. El presentador de televisión eleva la voz para anunciar la presencia en el escenario del comedianteeeee…. ¡Raúl Mamaaaaniiii! El público aplaude entusiasta para recibir a ese hombre de 1.58 metros de estatura que aparece risueño sobre las tablas. “Disculpen que los decepcione”, comienza, riéndose de sí mismo. Raúl Mamani lleva pantalón y saco casuales y unos zapatos algo punteagudos que, evidentemente, delatan a un hombre bajito que parece llevar la ropa prestada.
Pero como el tamaño es lo de menos, este comediante de café concert se roba las risas en la película de Paolo Agazzi, Mi socio 2.0., como bien sabemos desde aquella noche de marzo de 2020, cuando asistimos al preestreno, desafiando tímidamente las noticias por la pandemia desatada en el mundo. En medio de la incertidumbre de aquellos días, fue bueno exponerse al buen humor de Raúl Mamani, como de seguro lo será ahora que la secuela de Mi socio está al fin en la pantalla grande.
Su personaje es un policía de tránsito tan cabal que ese espejo nos saca carcajadas a pesar de la caricatura, o por eso mismo. Raúl cuenta que aquella escena le costó mucho, pero es capaz de repetir el primer parlamento sin mucho esfuerzo:
“Ens días…, brevete… (mira el documento con desgano, luego el viejísimo camión)
Hasta dónde estás yendo con esta th’artala…
(…)
Cómo pues tan lejos…
Y ¡qué estás llevando en ahí!
No, no, no,… Ya, cómo pues tan lejos estás yendo con esta tojolata… y encima vacío…. No, no, no, este ¡sospechoso es! Ahí adelante estacionate, vamos revisar”.
El segundo parlamento es complicado, casi un trabalenguas dicho a la velocidad del rayo, como si fuese locutor de un partido de fútbol. “Esa escena la repetimos cuatro veces. No por mí sino por todos”, cuenta, siempre simpático aunque —de lejos— no parezca.
Raúl Mamani no cree haber heredado su talento de algún familiar cercano —como creyente que es, él hace una diferencia entre dones y talentos—. Al contrario, su papá, don Joaquín, “era medio idiotita” (malhumorado), serio, más preocupado por llevar el pan de cada día a la casa. (“¿Se acuerda de esa serie Los años maravillosos?, dice. Así, como el papá ése era mi papá”). Mientras que su mamá, doña Francisca Montes, era “un poco más tranquila”, y entonces recién cae en cuenta de que él se parece más a su mamá.
Pero en su familia de seis hermanos —cuatro hombres y dos mujeres que Raúl no conoció, pues murieron siendo muy niñas a causa del sarampión—, su hermano Macario es el más talentoso: “Si tuviera oportunidad, seguramente sería mejor que yo” dice, aunque Macario desarrolló su “don” como maestro.
Raúl también. “Dios nos da dones y talentos. Uno de los dones es enseñar, el otro es hacer reír a la gente. Y esa combinación me permite desarrollar una nueva vocación: conferencias con humor”, explica Raúl, pues así es como empezó.
El gringo “imperialista”
Es un chiste, claro. “Tenía que ser un imperialista”, ríe. Es que luego de vivir más de dos décadas en Tarija, donde era profesor universitario en la carrera de Psicología, se fue a Santa Cruz para enseñar en la Universidad Evangélica Boliviana. Allí, un misionero norteamericano, Stephen Lindal, era rector y cada que veía a Raúl contando chistes a sus estudiantes se quedaba mirándolo. Claramente tramaba algo. Así que un día le propuso armar un grupo y así fue. Se llamó Manos a la obra, con el que armaban sketches cómicos, al modo del mexicano Otro rollo. En 2008 ganaron el festival Tici al mejor café concert, por encima de Chaplin Show, por ejemplo, cuenta Raúl orgulloso. Entonces llegaron las invitaciones a participar en la televisión y el resto es historia.
Hoy Raúl es uno de los mayores imitadores del expresidente Evo Morales, quizá su personaje más exitoso. Tanto así que hasta tuvo problemas, cuenta entre risas. Resulta que desde el programa de radio donde trabaja actualmente en Santa Cruz, llamaron a una famosa política cruceña en su cumpleaños diciendo que Evo Morales (entonces todavía presidente) quería saludarla. Raúl imitó a Morales y la señora concejala se la creyó y ostentó tal cosa con sus amigas hasta que le dijeron: ¡pero si fue el Mamani, vos qué te creés que te va a llamar el Presidente!
Lo mismo sucedió con el presidente de un importante club de fútbol que, al saberse con “Evo” al teléfono, comenzó a presentarle sus grandes proyectos y en la radio no sabían cómo cortarle y exolicarle que no era Evo sino Raúl.
Al final lo salvó el chiste. Así fue desde niño cuando en el colegio imitaba tan pero tan bien al Pájaro Loco o a Popeye (y comienza: “Yo como espinaca y adoro esta flaca, Popeye el marino soy”, jajajaja). Así salvaba a todo su curso de algún inminente castigo. Y así nos salva ahora en Mi socio 2.0, si es que podemos acceder al filme a través de alguna plataforma virtual.
Raúl se despide imitando a Evo y dice: “Me tienta mucho hacer una imitación de Murillo”, el exministro. Muy probablemente de aquí poco, le sobren personajes a quienes imitar.