ALASITA
“¿Acaso a las vaquitas les da Covid?”, argumentó el Vice y siguió podando a pura mandíbula los jardines de la residencia presidencial.
“No entiendo por qué, a mí no me avergüenza nuestro culto al pastito”, dice el vicepresidente, que afirma jamás haber mantenido en secreto su preferencia vegetariana. “Incluso en las recepciones de las embajadas, cuando había un cocktail en los jardines, yo me servía pastito sin ningún problema”. Y un allegado suyo lo confirma: “El David nos hacía pasar calores, porque mientras todos estábamos metiéndole bocaditos, él, dale a arrancar pasto y comer como perro enfermo. Eso sí, algunos diplomáticos le seguían la corriente y también le cascaban pastito”. Y quizá así consiguió a sus primeros fieles. Es que la “Secta del Pasto” está integrada por gente de muchos países, casi todos antivacuna, que han creído que para vivir bien no hay mejor cosa que una dieta rica en césped.
Y precisamente todo este asunto se empezó a ventilar desde el inicio de la pandemia; para ser más precisos, desde que llegó la vacuna a Bolivia. El vice se negó a recibir la primera dosis y, aunque no trascendió a la prensa, anunció en reunión de gabinete que no se vacunaría porque comiendo pasto obtenía toda la protección de la Pachamama. “¿Acaso a las vaquitas les da Covid?”, habría esgrimido como argumento tajante.
Ante la insistencia de ministros y del mismo presidente, don David decidió formalizar la creación de la “Secta del Pasto”, como se la conoce popularmente, aunque su nombre oficial es Hermandad del Pasto, pero por su acrónimo (HDP) prefirieron ser nomás llamados “secta”. “El David prefería un nombre más autóctono”, cuenta uno de los obispos de la nueva fe; “propuso que nos llamáramos Iglesia de los Hermanos de Ch’ijipampa, pero los gringos no entendieron nada y al final nos quedamos nomás con eso de la ‘hermandad’ hasta que nos empezaron a molestar por face”.
Su nombre oficial es Hermandad del Pasto, pero por su acrónimo (HDP) se prefiere nomás lo de “secta”.
El apoyo al vice no se ha dejado esperar; en las redes sociales proliferan mensajes como “No queremos andar con el carnet de vacuna bajo el brazo”, “Cuiden a sus mascotas, que no orinen en el pasto”, “¡No al césped sintético!”. Y sus seguidores diplomáticos están haciendo lobby en organismos internacionales para lograr que se reconozca las propiedades medicinales del pasto común. Incluso una banda peruana ha versionado una popular canción de cantina para apoyar la cruzada de don David: “Ay, ay pastito, pastito de la laguna, tú nomás tienes la culpa de mi curación…”, suena ya en las emisoras del continente en ritmo de reggaetón.
Y en una reciente conferencia de prensa, para despejar cualquier duda, el vice confirmó que prefiere el pasto a las vacunas, y aseguró que se hizo poner la primera dosis por la presión de la gente y porque, al final, “lo vacuno algo tiene que ver con el ch’iji”. Pero no perdió la oportunidad de promover una línea de snacks de pasto: las ch’iji p’iqi. Estas cabezas de pasto que pueden llevarse en la mochila son la punta de lanza de un proyecto religioso-gastronómico ambicioso. “Apuntamos a los jóvenes, porque les gusta mucho la yerba, entonces fácil se van a acostumbrar al pastito”, dijo don David.
Falta saber si su secta o religión ganará más adeptos o si él se pondrá la segunda dosis. Lo cierto es que, por el momento, los jardines de la residencia presidencial lucen bien recortados gracias al vice. “Y a pura mandíbula lo hace, es su desayuno todas las mañanitas”, reveló un funcionario de la casa de San Jorge, que aprovechó para reclamar por el despido de los jardineros.