Las paredes son espacios de combate. Desde el “Muera Goni y su estado terrorista” hasta “Muerte a los pitas”, pasando por “Los políticos nos matan MAS”, los graffitis dan para pensar en lo parecidos que son los detentores momentáneos del poder.
En la movilización de octubre del 2003, cuando Goni huyó en helicóptero, los muros fueron un escenario más de combate. Quienes luchaban para que se fuera, pintaron mensajes contundentes: “Muera Goni y su estado terrorista”, “Goni morirás!”, “Goni ¿crees que sólo los que mataste querían tu renuncia?”; y acaso el más conmovedor: “Goni asesino, hijo d pota” (sic). El gobierno respondió, con pintura negra y brocha gorda, seguramente por iniciativa del siniestro ministro Sánchez Berzaín, con frases amenazantes en los lugares más vistosos: “Evo asesino, no hagas más conflictos”.
La política es curiosa y juguetonas sus mutaciones. En 2019, Evo terminó huyendo en un avión, igual que su antecesor, expulsado por un pueblo que salió a las calles indignado y con el mismo espíritu de dos décadas atrás, sólo que ahora era Evo quien mandaba a pintar las paredes para responder a los movilizados.
Durante los gobiernos del MAS (el primero y el segundo), los muros se convirtieron en un ámbito más –de los muchos que posee– para difundir sus leyendas. Siguiendo los pasos de Sánchez Berzain, se comprendió que ahí también había que expresarse.
Veamos algunos mensajes coordinados desde alguna oficina de la Plaza Murillo: “21F es violencia”, “21F es racismo”, “21F es odio”. La triada es curiosa, pues hace referencia al Referéndum de febrero del 2016 en el que Evo Morales perdió en su intención de quedarse en el poder. No reconoció los resultados y buscó salidas tiradas de los pelos (¡cuánto nos hubiéramos ahorrado si primaba la sensatez en ese momento!). El caso es que una consulta popular, por arrojar resultados no convenientes, es llamada racista, violenta y generadora de odio.
Y está tu tumba, Mauricio, donde yacen tus restos mortales, que siempre la visito cuando voy al Cementerio General. Me postro frente a ella, te admiro, te pienso, te recuerdo, te rezo y te dejo un clavel rojo.
La humanidad ya ha vivido esas ambiciones totalitarias apoyadas en un respaldo popular mayoritario, aunque creíamos ingenuamente que habían sido superadas.
Más tarde, luego de que el MAS intentó imponer la versión torcida del golpe de Estado, aparecieron decenas de paredes en las que se lee: “#fue golpe”, “La wiphala se respeta”, “Somos mayoría 55%”. La nueva triada da para reflexionar mucho; bajo la idea de una ventaja electoral, se pretende poseer la autoridad para aplanar cualquier disidencia e imponer cualquier símbolo y verdad. El argumento es de lo más autoritario, pues se ignora que un gobierno es elegido no para someter a quienes no votaron por él, sino para gobernar al conjunto de los ciudadanos y sus diferentes posiciones, procurando acuerdos, respetando las minorías, los derechos humanos y la democracia.
Incluso, en el límite y por un resultado electoral, se cree poseer una verdad histórica más allá de todo hecho comprobable. Cierto, la humanidad ya ha vivido esas ambiciones totalitarias apoyadas en un respaldo popular mayoritario, aunque creíamos ingenuamente que habían sido superadas.
Un mensaje más, dice: “Mesa miente” (el poder reproduciendo lo mismo de tiempo atrás, pero con otros nombres), y está el más agresivo y peligroso: “Muerte a los pitas”. En el clima de polarización que vivimos, impulsado desde el gobierno y con entusiastas promotores de la violencia en calles, plazas y oficinas, ese tipo de manifiestos cumple su principal objetivo: dan miedo y no sabemos cuál puede ser su alcance –aunque una probadita tuvimos en el 2019 con los muertos, o cuando se quemaban buses y casas–.
Me sorprende que los amigos con los que protestamos aquel 2003, ahora sean los arquitectos de vituperios similares a los que recibimos cuando estábamos juntos en las calles. Ya lo decía, la política tiene sus guiños, el péndulo puede estar de un lado o del otro, pero en el fondo quienes lo manejan usan los mismos medios y ahora me doy cuenta de que se parecen demasiado.
En fin, me quedo con un precioso graffiti en una de las calles paceñas que refresca la desgastada y poco creativa retórica oficial: “Los políticos nos matan MAS”.