Políticos en TikTok
Ser político y aprendiz de tiktoker puede ser una combinación de riesgo. Nada es así nomás. Y buscar votos no es lo mismo que conseguir seguidores. Es cuestión de estrategia digital y nada menos.
El escritor y filósofo italiano Umberto Eco creía que las redes sociales “le dan derecho a hablar a legiones de idiotas que antes sólo hablaban en el bar después de una copa de vino”. Por eso, ahora tendrían el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. “Es la invasión de los imbéciles”.
El 28 de octubre de este año, los medios de prensa digital en Bolivia estallaron a coro. Desde Facebook hasta Twitter dejaron leer con letras mayúsculas adjetivos del tipo: “Polémico”, “Xenófobo”, “Ridículo”, “No grato”, “Agravio”.
El escritor y filósofo italiano Umberto Eco creía que las redes sociales “le dan derecho a hablar a legiones de idiotas que antes sólo hablaban en el bar después de una copa de vino”.
Fueron suficientes doce segundos de video en Tik Tok, publicado por un conocido político, flamante diplomático, Embajador de Bolivia en Paraguay, para desatar la indignación y la crítica al mensaje que transmitía aquel, aparentemente, inocente trend TikTokero.
En este punto cabe recalcar que con el boom de las redes sociales, sobre todo en tiempos de pandemia, emergieron comunidades digitales que han establecido nuevos paradigmas de interacción y pertenencia social. Por tanto, se entiende que muchos políticos, con la intención de ser parte de esa compleja manifestación cibercultural, hayan intentado sumarse a la corriente mainstream para ganar, si no votos, adeptos.
Lo que sucede con este interés de conseguir militantes y followers a través de las redes sociales es que, si las intenciones no van acompañadas de estrategia y análisis político y social, en su mayoría fracasan dejando recuerdos sumamente vergonzosos. Al parecer, este elemento era desconocido para el novato diplomático que, probablemente, confundió un like con un voto asumiendo que TikTok era el terreno para una contienda política, o, tal vez, creyó que su rol para la integración regional radicaba en hacer stand up comedy.
Fueron suficientes doce segundos de video en Tik Tok, publicado por un conocido político, flamante diplomático, Embajador de Bolivia en Paraguay, para desatar la indignación y la crítica al mensaje que transmitía aquel, aparentemente, inocente trend TikTokero.
Doce segundos de video; divididos en tres actos, de cuatro segundos cada uno, hacían referencia a lo que podríamos llamar “la transformación de un migrante”, tomando en cuenta las costumbres y tradiciones que se adoptan al llegar a un destino.
Sin embargo, al parecer este video —cuya única intención era la de “mostrar agradecimiento a la cálida acogida”, como dijo el político tras haber quitado el TikTok de su cuenta a manera de pedir disculpas— tenía una alta carga de contenido xenófobo y burlesco hacia Paraguay y su cultura.
Cuatro días transcurrieron desde la polémica desatada. El 1 noviembre, aquel aprendiz de TikToker, y, por lo visto, de político, presenció desde primera fila el hundimiento de su misión diplomática cuando el Congreso Paraguayo, por decisión unánime, lo declaró persona no grata y solicitó la expulsión inmediata de su país, y el gobierno boliviano lo destituyó de sus funciones.
Twitter, Facebook y TikTok se inundaron de hashtags del tipo #Destitución, #CeseDeFunciones, #PersonaNoGrata, #Expulsión, #Vergüenza, como tragos amargos del social media que advierten a los políticos que ser trending topic definitivamente no es para todos.