La autora vivió en México largos años y ahora, ya en Bolivia, el 2 de noviembre se le presentó como una ocasión para unir dos tradiciones que tienen sus peculiaridades.
Este año decidimos hacer tantawawas para Todos Santos y preparar una Mesa estilo boliviano para mi mamá y todos nuestros seres queridos que partieron de este mundo. En México se llama altar u ofrenda de Día de Muertos, y es la celebración que más me gusta. Cada año de los que vivimos allá solíamos visitar los espectaculares altares armados por instituciones públicas y privadas, dedicados generalmente a figuras de la cultura nacional; pero también viajábamos a los pueblos de Michoacán, Morelos, Oaxaca, para disfrutar de las ricas tradiciones mexicanas de estas fechas.
Quiero que mis hijas conozcan y aprecien, de igual manera, las costumbres bolivianas para recibir a las almas, así que subo rumbo al Cementerio General de La Paz en busca de lo necesario.
Lo primero son las caritas de yeso que se ponen en las tantawawas o “niños de pan”, principal ingrediente de la ofrenda boliviana. Me acerco a uno de los puestos, hay mucha gente comprando, veo las figuras tradicionales: la cholita con sombrero borsalino, el indio con lluchu, la señorita y el joven, el niño y el moreno… no sé por qué este personaje tiene el honor de ser el único representante de las danzas folclóricas en las tantawawas. También están las caritas de llama y caballo, animales que según las creencias ayudarán a las almas a llevar consigo los regalos que les pondremos en la Mesa.
-Llama a tu hija, pregúntale si va a querer muñequita o Chilindrina para tantawawa– le dice a su marido la señora de mi lado.
¿Escuché bien? ¿Chilindrina?
Es cierto, desde sus lentes negros y rectangulares nos mira la compañerita del Chavo del Ocho; a su lado se amontonan las caritas de Shreck, Fiona, Burro y el Gato con Botas; también están March Simpson, los Minions y muchos más.
-Casera, ¿no tienes personajes de Among Us?- pregunta otra clienta.
Sé por mis hijas que ése es un juego grupal para celular, muy de moda entre niños y adolescentes.
– ¿Y este venadito, casera, qué función tiene en Todos Santos?- pregunto.
-Es bonito, pues- responde la vendedora.
De allí y de acá
Hace 17 años que no pasaba un 2 de noviembre en Bolivia y estas novedades me sorprenden. Los personajes de las pantallas se han colado en las ofrendas para los muertos sin tener sentido ni función alguna en las tradiciones. Sin embargo, el propósito totalmente comercial con el que nacieron ha adquirido un rol importante: mantener a los niños interesados en la elaboración de los panes tradicionales que representan a los ausentes, aunque, ahora, con caritas muy peculiares.
Pero el Todos Santos de 2021 ha servido también para incorporar en las Mesas de Difuntos a dos personajes que son el símbolo de la pandemia que vivimos: médicos y enfermeras, ambos con barbijos, figuras en blanco y celeste. Afortunadamente, el ojo comercial de los artesanos no ha tenido el mal gusto de incluir al personaje nefasto de esta historia. Recorrí los puestos con miedo de encontrar un coronavirus de yeso, pero ningún chistosito se animó a proponerlo.
Entre las caritas para las tantawawas hallé las de médicos y enfermeras, ambos con barbijos. Afortunadamente, el ojo comercial de los artesanos no ha tenido el mal gusto de incluir un coronavirus de yeso.
Mi bolsa se va llenando de panes en forma de escalera, que serán utilizadas por las almas para bajar y volver a sus moradas celestiales, y de las masitas típicas de esta época: maicillos, alfajores, sopaipillas y rombitos de coco. No pueden faltar los dulces, las melcochas, los suspiros planos y redondos y adornados con puntos de colores, que se venden pegados en tiras de papel. Y por supuesto los bizcochuelos, en sus moldecitos rectangulares de papel sujetado con pajillas. Suspiros y bizcochuelos, decía mi abuela Irma, están hechos a base de clara de huevo batida; son ligeros, evocan lo etéreo de las almas.
Por último, compro flores y frutas. En casa tenemos todo lo demás, agua, alcoholes y velas.
La Mesa va quedando linda. Según la tradición mexicana, el Altar se dedica a los fallecidos durante ese año, y alrededor acompañan las fotos de los demás difuntos. Así lo hacemos; pero las niñas extrañan las calaveritas de azúcar, de amaranto y de chocolate de las ofrendas mexicanas. Tampoco tenemos las miniaturas de platillos típicos hechos de azúcar glass y huevo, o de sus ingredientes reales. Un año, nuestra perra Akira se comió el mole del altar y así comprobamos que el platito tenía arroz verdadero y salsa de chocolate y chile.
Lo que sí tenemos es papeles de colores y tijeras, así que manos a la obra y queda listo el “papel picado” para decorar el entorno. En México, el papel picado con escenas de calaveras en distintas acciones es infaltable en el Día de Muertos, como lo son las famosas Catrinas, la Muerte vestida de fiesta, en versiones de papel, yeso, cerámica, etc.
Nuestra Mesa resultó ecléctica, quedó al medio entre las tradiciones de ambos países. Está hermosa y ahora sólo falta calentar el chocolate y esperar a la familia. Es un momento emotivo, de convivencia con mamá, con papá, con los abuelos, las tías, familiares y amigos que partieron. Los que nos quedamos prometemos esperarles cada año sin falta, con las velitas encendidas para alumbrar el camino y todo nuestro cariño en cada detalle de la ofrenda.