Fue aquí, Mauricio, en la calle Capitán Ravelo y Rosendo Gutiérrez, donde aquella tarde del 21 de agosto de 1971, cuando se iniciaba la dictadura de Hugo Banzer, fuiste llamado a auxiliar heridos. No lo pudiste hacer, se te atravesó una bala certera que te dejó tendido, regando tu sangre en tu tierra de adopción. Años más tarde se puso esta sencilla placa que recoge tus palabras: “No hay mayor amor que dar la vida por los demás”.
Tu nombre se hizo historia. El Instituto de Investigaciones Sociológicas (IDIS) de la UMSA lo adoptó con orgullo, tú fundaste años atrás la carrera de sociología. Algún estudiante hizo un cuadro tuyo que ahora lo custodia y lo acompaña.
Y en una vitrina del IDIS están algunos de tus objetos, Mauricio. Los libros de homenaje a tu vida, las botas con las que recorriste los centros mineros, la casulla que cubría tu cuerpo cuando celebrabas una eucaristía, el cáliz donde consagrabas.
En la parte trasera de la UMSA está tu estatua. En movimiento, con un libro en la mano y una cruz en la solapa. Tus letras al pie te dibujan: “todo el amor y todo el valor necesarios para arriesgar el pellejo”.
Y está tu tumba, Mauricio, donde yacen tus restos mortales, que siempre la visito cuando voy al Cementerio General. Me postro frente a ella, te admiro, te pienso, te recuerdo, te rezo y te dejo un clavel rojo.