Cómo no buscar a Magela, una de nuestras escritoras más importantes, y tratar de cosechar desde su punto de vista de periodista, escritora y profesora universitaria, esta lista de palabras. Es muy posible que cada palabra aquí encierre secretos que resuman mujeres, que nos impregnen de sus ojos, de su sal, y de un pensamiento controversial ante el mundo. Esta es una Verborrea donde quizás se oculten sus libros Mujeres de costado, El sonido de la H, y La composición de la sal. Magela Baudoin, escritora, abre su diccionario.
ANSIA.– Esa lucha constante por sobrevivir a los suicidios cotidianos; la sed, el hambre, la escritura. Una revista que nos cuesta muchísimo publicar, pero que es movida, precisamente, por esta fuerza y (también) por una terquedad de mula que nos obliga a persistir.
BORGES.– Tal vez el escritor más triste, el más lúcido, el padre de casi todo en el siglo XX, el plagiario más original, la voz que mejor me habla y de la que más he aprendido.
CUÑAPÉ.– Con café, ¡lo mejor! Estar en casa. El lugar que se quiere y que también se puede llegar a odiar, como todo lo verdadero.
DRAGONES.– Ojalá, mis cuentos.
ENSEÑAR.– Un oficio que me gusta casi más que escribir.
FEMINISMO.– Una lucha cardinal, ineludible, urgente. Un deber ético. Un legado para mis hijos.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.– Mi abuela prohibiéndome que lo leyera y yo corriendo a leerlo a escondidas. De modo que fue el despertar de mi vocación lectora. Muchos años después, confirmaría un nuevo comienzo, esta vez el de escritora. Así que, vuelvo a él, cada tanto, como a un talismán querido.
HACHE.– Una letra hermosa, que no por muda es inaudible. El grito interior de una mujer. La voz de Mar, uno de mis personajes más queridos.
INTELIGENCIA.– Vivir para adentro.
JUSTICIA.– El logro más elevado de esa ingeniería sofisticada que es la sociedad, quizás el más humano y decente. Lo contrario, por tanto, define el mal, la vergüenza y la barbarie. La (in)justicia es, lamentablemente, una forma de definir Bolivia y nuestra deuda histórica más urgente.
KAFKA.– El cuentista por antonomasia. El escritor de cartas y diarios. El artista del hambre, el trapecista, el Maestro, el monstruo que todos somos pero que él vio mejor que nadie. El escritor fantástico.
LILIANA (COLANZI).– Una voz y una escritura que incomodan, que avientan verdades como dardos, que alborotan el gallinero y que uno agradece encontrarse en la prensa y en la literatura, digan lo que digan.
LLORAR.– Agua salada, igual que el sudor y que el mar. Como diría Isak Dinesen, siempre sana.
MUJERES (DE COSTADO).– Mi primer libro, la salida del closet. El salto hacia la literatura. Catorce mujeres impresionantes que siguen impactando mi imaginación. Varias de ellas han suscitado personajes literarios.
NARRAR.– Desnudarme, leer, pensar, jugar, herir, sanar, equivocarme estrepitosamente y volver a comenzar.
O’CONNOR (Flannery).– Cuando la descubrí, dije: Ajá, esto es diferente. Por aquí me interesa caminar. Era una narrativa de otro temple. Oxígeno puro. Con ella, con las chicas malas del sur (Carson McCullers, Eudora Welty, Silvina Ocampo, Clarice Lispector, Marosa, Uhart…) comprobé algo que hasta entonces era solo una intuición adolescente: que las mujeres vemos y contamos diferente. Por suerte.
QUINUA.– Flores inimaginables a más de cuatro mil metros de altura.
RIVERO (GIOVANNA).– Una de las escritoras más originales, más profundas y, como dice el crítico estadounidense, Juan Duchesne Winter, más misteriosas de América Latina. La crítica en Bolivia todavía nos debe el estudiarla, como tantas otras cosas.
SAL.– Una metáfora de mi vida y de mi escritura. Mis padres. Mi hermano muerto. Los que quedamos. Y la vida sucesiva.
TEXTO.– La forma física de una mirada. El pensamiento tangible.
ÚTERO.– Es curioso porque ya no tengo útero. Pero este hueco sigue siendo el lugar de la vida, de mis hijos.
VENEZUELA.– Mi niñez, el mar, la memoria; y el inmenso dolor del presente.
WHITMAN.– ¡Oh, Capitán, mi Capitán! Nuestro azaroso viaje ha terminado.
E(X)ILIO.– Quiebre.
YERMA.– Una palabra que siempre me trae a las hermanas Brontë, a Cumbres borrascosas o a Jane Ayre. Mi abuela me contaba de ellas, que expandían el mundo y derrotaban el viento arrasador de la vida a pura imaginación.
VERGÜEN(Z)A.– No calzar en tu cuerpo. La incomodidad de mostrar lo que no eres. La máscara que tiembla. Las taras que arrastramos: racismo, homofobia, machismo…
Magela Baudoin (Caracas, 1973), escritora boliviana.