¿Quién enviaría hoy cartas como antaño, esas que tardan semanas en llegar a destino? Para curar esas nostalgias epistolares, el mundo virtual tiene la solución. La recompensa también es genial.
Ilustración de Kevin Valle
Como muchas personas en el mundo, tengo algo en el ADN que hace que viajar me guste demasiado. Pero no solo eso, sino el hambre de conocimientos nuevos, entre ellos culturas, lugares, estilos de vida, personas, climas, en fin.
Europa siempre ha sido para mí algo así como un mundo totalmente distinto y mágico que algún tenía que explorar, y como boliviana, mis ganas de estar allá recorriendo cada una de sus calles, conociendo personas y sus culturas, disfrutando sus comidas y conociendo esos lugares que muchas veces vemos en películas o imaginamos en libros, estaban siempre estaban ahí, siempre.
Hace más de un año que probé distintas aplicaciones móviles para tener “Penpals” o amigos por correspondencia, y así mantener mi inglés fresco, pero hace exactamente ocho meses descubrí una App muy especial. La historia es epistolar.
¿Quién escribe cartas en pleno siglo XXI? Quizás muchas personas aún lo hagan en ciertos países, pero… ¿y si les digo que yo conseguí enviar y recibir cartas virtuales?, ¿y si les digo que además puedo elegir estampillas —colecciono muchas— y, por si fuera poco, debo esperar desde horas hasta días simulando el tiempo de envío de cartas alrededor del mundo?
Puede sonar aburrido para algunos de ustedes, pero en mi caso fue algo muy especial, por lo menos en estos meses de cuarentena. Slowly —es la aplicación— te permite compartir cartas con personas de todo el mundo, pero como dije, el continente europeo era el blanco perfecto de mi flecha llamada ¡curiosidad!
¿Quién escribe cartas en pleno siglo XXI? ¿y si les digo que yo conseguí enviar y recibir cartas virtuales?, ¿y si les digo que además puedo elegir estampillas —colecciono muchas— y, por si fuera poco, debo esperar desde horas hasta días simulando el tiempo de envío de cartas alrededor del mundo?
Debo admitir que estar encerrada en casa con mi familia fue como una montaña rusa. Muchos días me encontraba en la cima y otros me hallaba en la parte más baja. Antes de la cuarentena había diseñado un plan de viaje por Europa y pensaba hacerlo realidad luego de mi graduación de la universidad, pero con la situación que comenzamos a atravesar, todo el plan quedó en la esquina más oscura de mi habitación.
Entonces, uno de esos días en los que esperaba la subida de mi montaña rusa, buscando en Play Store me encontré con la App que me ayudaría a conocer Europa desde casa. La instalé y… llegó el momento de mandar mi primera carta. Intenté muchas veces hasta que la tuve y la mandé a diez personas en Europa, dos a cada país del cual tenía mucha ilusión de conocer en mi viaje postergado. Italia, Alemania, Austria, Suiza y Francia. Luego esperé más de dos días, ya que hasta llegar allá son eso: ¡dos días!
De pronto, al cuatro día recibí una notificación diciendo que dos personas ¡me estaban mandando cartas!. Fui la persona más feliz del mundo, y aguardé ansiosa hasta que esas cartas llegaran. Cuando por fin lo hicieron, busqué el lugar más cómodo en mi casa y las leí. La primera comenzaba con un “ciao”; había recibido respuesta de Italia; y la segunda era un amistoso “hallo” desde Alemania. Fue entonces que decidí comenzar a enviar más cartas e ir conociendo más y más amigos en Europa.
Al principio son presentaciones; todo en inglés, ya que entre los diferentes idiomas que se hablan alrededor de Europa, el inglés es nuestro punto en común para expresar lo que normalmente haríamos en nuestros idiomas nativos.
… al cuatro día recibí una notificación diciendo que dos personas ¡me estaban mandando cartas!. Fui la persona más feliz del mundo, y aguardé ansiosa hasta que esas cartas llegaran.
En estas presentaciones hacemos una introducción sobre nuestros países, lo que nos gusta hacer, nuestras comidas favoritas, actividades y a qué nos dedicamos. Es interesante saber que más allá de nuestra sopita de maní, nuestro silpancho o fricasé, entre otros platos exquisitos, hay una infinidad de comidas que nos esperan al cruzar el Atlántico.
Cuando empezamos a intercambiar cartas con un nuevo amigo son solo cartas con texto, pero una vez que ambos estamos de acuerdo, se pueden compartir fotos, ¡y la verdad es que esperar una carta que incluye fotografías es la emoción más bonita! A través de las fotos que muchos amigos me mandaron conocí lugares maravillosos en Europa, paisajes que solo se ven en películas o libros, que parecen sacados de un libro de cuentos.
Muchas veces solía imaginarme sentada en una de esas montañas suizas, tan verdes que te transmiten una paz inexplicable, o aquellas calles con arquitectura impresionante en Italia y Francia; o conocer a la familia entera de un amigo en Austria, o disfrutar de mascotas y plantas en Reino Unido. Todo desde un sillón en mi casa. Desde ahí aprendí muchos modismos y frases en más de cinco idiomas distintos, incluso galés. Por cierto, “bore da” es ¡buenos días!
Conocí la situación por la que se atravesaba durante la cuarentena en más de diez países de Europa, las normas que debían seguir y cómo muchos de mis amigos estaban alejados de sus familias y, en muchos casos, las vacaciones que tanto deseaban tener para estar con ellos fueron canceladas por el virus.
Me tocó dar apoyo en más de cincuenta cartas y fui apoyada en más de la mitad de ellas. Si bien nuestra forma de vida y culturas son distintas, la situación que atravesamos fue la misma: los miedos y la incertidumbre no tienen límites territoriales ni idiomas. Estos meses me enseñaron mucho a través de las cartas que compartía con mis amigos en Europa.
Luego de muchas cartas compartidas, un vínculo especial te une con sus destinatarios. Gracias a esto tengo familias en muchas ciudades y es bueno saber que cuentas con alguien al otro lado del mundo, dispuesto a apoyarte y escucharte cuando lo necesites. No hay horarios ni distancias que cambien esa conexión.
El hambre de conocimientos que tenía ha crecido muchísimo en los últimos meses así que comencé a averiguar programas de maestrías en Europa. Además de eso, comencé con cursos autodidactas de alemán, pero de vez en cuando recibo un “¡nein!” y una risa divertida traducida a “jajaja” como comentario a mis frases mal escritas en alguna carta hacia Alemania. Si bien no podía pagar un tutor, ahora tengo muchos amigos alemanes que me están enseñando el idioma con cada carta que compartimos.
Luego de muchas cartas compartidas, un vínculo especial te une con sus destinatarios. Gracias a esto tengo familias en muchas ciudades y es bueno saber que cuentas con alguien al otro lado del mundo, dispuesto a apoyarte y escucharte cuando lo necesites.
Hace poco me gradué de Ingeniería en mi ciudad, Santa Cruz, y si bien solo podía tener a dos invitados en mi aula ese día, tenía más de 30 chicos con distintas nacionalidades que estaban ahí dándome ánimo y buenas vibras. Cada uno de ellos estaba emocionado por la meta que iba a cumplir ese día; deseos de éxito y felicitaciones en distintos idiomas no se hicieron esperar, incluso algunos de ellos fueron mis correctores días antes de mi presentación, le dieron el visto bueno e hicieron correcciones a mis diapositivas, pese a estar en español, y también ¡fui correctora de dos tesis, una en francés y otra en inglés!
El apoyo siempre es mutuo: ellos están ahí cuando lo necesito y de seguro yo estoy y estaré para ellos cuando lo necesiten.
Actualmente sigo usando la App aunque fuera de ella ya tengo contacto con muchos amigos que conocí ahí. Si antes tenía planes para viajar a Europa, ahora tengo que añadir nuevos destinos, incluso muchos de mis amigos quieren venir a Latinoamérica. Así como yo he aprendido mucho de Europa, me encargué de hablarles y mostrarles muchos lugares maravillosos de mi continente que no piensan perderse cuando vengan a visitarme.
Espero poder recorrer muchos países en Europa, comer todos esos platos que me recomendaron, sacarme fotos en todos los lugares emblemáticos que hay y enriquecerme de la cultura europea a través de personas tan maravillosas.
Salir de nuestra zona de confort y conocer el mundo es la mejor forma de conseguir oportunidades y experiencias por las cuales estaremos agradecidos el resto de nuestras vidas. No desistiré en mi sueño de estar allá y aprovechar mi estadía al máximo.
Para concluir, me gustaría citar a Phyllis Grissim Theroux, con esta frase: “Enviar una carta es una buena manera de ir a algún lugar sin mover nada más que tu corazón”.