¿Cómo entender la historia de Bolivia sin la abuela Primitiva, esa que un día bailó una cueca con Víctor Paz Estenssoro? ¡Mierda carajo!
La cueca
Primitiva Chavarría, la “doña Prima”, cuentan, había bailado bien lindo la cueca con “el mono”; ese mono que la historia conoce como Víctor Paz, por ahí en la Següencoma de los 80, antes de iniciar la conquista de los Yungas paceños. La nueva expalliri sacó el pañuelo y zapateó con los aplausos de las 60 familias relocalizadas con destino a Mapiri. Bailar pues, por no llorar por su lejana mina de Potosí. De allí guarda un periódico mi tía Mechi con tres personajes: La doña Prima, la wawa Rosita (la nieta mayor), y pues, “el mono”.
Pero los libros de historia sólo dejaron lugar para el final en sus páginas. Mientras, la wawa ya no es más wawa y mi abuela, la doña Prima, no volvió a salir en los periódicos. Pero: ¿Cómo entender la historia de Bolivia sin la abuela?
De la mina al Plan 3000
“Eso de verbos no sé”, me dijo una vez la viejita, cuando le pedí que me enseñara quechua. “No me gustaba ir a la escuela, me escapaba”, me decía. No, ella prefirió trabajar desde joven. Joven también empezó a tener sus wawas. En esos vaivenes entró de palliri a la COMIBOL. Rescata que rescata mineral que los mineros dejan pasar. Rescata que rescata mineral para el país.
De sud Chichas la sacó la crisis. De Tasna Rosario a La Paz y de ahí a Mapiri. Allá donde vio la semilla de los cooperativistas auríferos de ahora. De Mapiri a El Alto donde en la pensión de mi mamá daban de comer a los qamiris aymaras que ahora tienen sus cholets cerca de la avenida La Paz. De El Alto a Santa Cruz su trabajo potenció lo que es ahora la pujante Santa Cruz. Luchando que luchando desde la trinchera del Plan 3000. Si ella no ha hecho la historia, ¿quiénps ha hecho?
¡Mierda carajo!
Viejita hecha de coca siempre tenía su mentisan a la mano. Viejita con su pañoleta en la cabeza no le gustaba sonreír para las fotos. Viejita pícara…
Dicen que a “los hermanos” que van de casa en casa les decía que sus hijos la encerraban y no les podía abrir la puerta. ¿Por qué pues abuela la encierran sus hijos?, seguro le preguntaban. “Es que me voy a la chichería sino pues”, les respondía pícaramente. “Abuela ¿por qué mientes así?”, yo le dije. “Es que me hacen perder el tiempo”, decía, “uno quiere seguir hablando de la biblia y se van…”.
Sí, pero era una mierda abuela, la viejita, la viejinga (como allá le decían). “Van a venir todos, mierda carajo”, renegaba. El desfase de lo que uno veía: viejecita tierna y flaquita y la convicción de la puteada, era chocante. “¿Por qué habla así pues abuela?”. “Porque si no, no me hacen caso pues… mierda”.
Ay la viejita. Ojalá estuviera acá para que bailemos cueca, para que la visite en el Plan 3000, para que me mierdee. Aunque sea eso ¡Mierda carajo!