Texto y foto de Lucía Camerati
Las palomas y doña Mica son viejas aladas y aliadas. A sus 90 años ha decidido vender maíz todos los viernes en la plaza principal de Tarija.
Llega lentamente, saca sus vasitos de plástico, su bolsa de maíz y un alambre para espantar a las hambrientas aves que puedan sabotear su negocio. Sin embargo, es como si las palomas supieran que es un territorio intocable, por el momento, porque se debe proceder al ritual más antiguo de cualquier plaza: comprar el maíz para alimentarlas.
Vaso grande: 2 bolivianos, vaso chiquito: 1 boliviano. Y la gente compra, lanza el maíz con diferentes estilos, espantando a la bandada, uno por uno o en la mano, para que una atrevida paloma pose para la foto.
En este caso la atrevida he sido yo, al pedirle a doña Mica tomarle una fotografía. Lo hace silenciosamente. Posa sin charla de plaza, mirando cómo la gente va y le devuelve vasitos, moviendo de rato en rato su “espantandor de palomas”. Una tarijeña anciana, serena; pero más viva que nunca.