¿Bartolina, Micaela, Remedios y Juana en plena borrachera? Qué obra de teatro la que se pintaba si tan solo las creadoras del grupo argentino Paqarina se hubiesen animado a arriesgarse y liberar de la proclama a esas luchadoras.
Qué pasaría si cuatro mujeres que participaron de las gestas independentistas americanas se juntasen para festejar, emborracharse y en medio del jolgorio cuestionasen su rol en esa historia o en cómo se la cuenta. Qué pasaría.
La posibilidad de vivir tremenda situación, sin duda revolucionaria, se la han perdido sus propias proponentes, las actrices del grupo argentino Paqarina de la Quebrada de Humahuaca (Jujuy), que llegó a La Paz este enero de 2025.
Imagínense lo que podría haber salido del encontronazo entre Micaela Bastidas, pareja de Tupac Amaru II; Bartolina Sisa, esposa de Túpac Katari; María Remedios del Valle, capitana argentina de raza negra, y Juana Azurduy, la coronela chuquisaqueña. Poker de ases en potencia.
Sin embargo, el desfile inicial, cuando se presenta a las mujeres una a una, a tono con la exaltación de las horas cívicas, se come lo teatral en la obra Inodebientes. Y por distintas razones. Una de ellas es la ausencia de profundidad sobre los hechos y las personas que las integrantes de Paqarina deciden poner en juego. Si hubiese habido lecturas para conocer mejor el contexto de las sociedades en las que les tocó vivir y luchar a esas mujeres –porque es evidente que hay imprecisiones en los datos que manejan sobre Bartolina Sisa y su relación con la cuñada Gregoria Apaza, por ejemplo–, otro sería seguramente el rumbo de la obra. Con elementos no superficiales, una dramaturga con más experiencia hubiese podido tomar hilos de cada vida para entretejerlos entre sí críticamente, sin condescendencias y –como es la intención declarada por las actrices– con las realidades de injusticias y luchas de las mujeres de hoy.
Que hay pasión, entrega, admiración por los personajes femeninos y la intuición de lo mucho que sus vidas y muertes tienen para decir a pueblos como el boliviano, el peruano y el argentino, es evidente y esto hay que reconocer a las Paqarina en gira. Pero haber descubierto una veta y perderla no es sólo un problema para el grupo, sino para un público que necesita hacer memoria, pero también cuestionar el papel históricamente asignado a esas mujeres y a las mujeres en general. La mesa de difuntos de la segunda parte, ésa que alimenta a las heroínas y las lleva a celebrar, es un recurso poderoso, pero que una vez más se diluye por la persistencia del cliché a la hora de traer a esas mujeres del pasado para que respiren en el presente.
Faltó una postura propia, en verdad. Como prueba de que se puede y se debe hacer memoria desde el arte cuestionando, punzando, proyectando, ahí está la obra sobre Túpac Katari escrita por Jorge Barrón y codirigida con Kike Gorena, Julián acerca de Julián, estrenada en La Paz en agosto de 2024. Barrón dice lo que quiere decir y como quiere decirlo, tomando en cuenta la investigación histórica sobre las rebeliones indígenas del siglo XVIII que hizo María Eugenia del Valle de Siles.
Otro ejemplo es Willaku, la suerte del indio poeta, de Darío Torres, sobre el joven quechua Juan Wallparimachi. Este personaje se rebela gracias al dramaturgo para gritar que lo que menos quiso un artista como él fue ser masa o pasar a la historia como guerrero, cuando lo que le dio vida fueron sus versos.
El aplauso para las Paqarina –Flor Cafferata, Florencia Barbarich, María Laura Lerma y Nadia Viveros–, que lo hubo en la velada que se vivió en La Virgen de los Deseos (hubo también funciones en El Gallinero y en las ciudades de El Alto y Sucre), tiene seguramente que ver con esos momentos festivos en los que las mujeres se permiten abandonar la pose de la abnegación y la renuncia para tomarse sus cervezas y abrazarse. Ojalá las propias artistas dejen de lado la arenga, la proclama, sobre todo porque las heroínas de todos los tiempos merecen desencadenarse y el teatro –la ficción, el símbolo, la estética– bien puede ser un amplio campo de inobediencia.