Texto y Fotos Jorge Luna Ortuño
Saliendo de haber brindado una función teatral en Santa Cruz, dos actores son aprehendidos por la policía, la que los amenaza con llevarlos hasta Palmasola. Su delito: portar una pistola de utilería. Esta vivencia real de integrantes del grupo Voyeur Teatro se ha convertido en una propuesta escénica lúdica y experimental que denuncia el atropello a los derechos humanos y el autoritarismo.
Portar en la mochila un arma de fogueo, parte de la utilería de una obra de teatro, no había sido antes razón suficiente para pasar la noche encerrado en una comisaría de la policía boliviana. Menos aún motivo para que los patrulleros de verde olivo anuncien que la siguiente parada sería la cárcel de Palmasola en Santa Cruz de la Sierra si los detenidos no pagaban una fianza de miles de dólares. Esa vivencia ha sido llevada al escenario por Voyeur Teatro con el título de HDP, un estreno de 2024.
HDP recurre a las estrategias del teatro documental y desde el principio rompe la cuarta pared, pues los actores se dirigen siempre a la tribuna. Uno de los méritos de la puesta en escena es el aire lúdico con que aborda un tema serio que, además, representa una enorme carga emocional para los actores y el director que vuelven a vivir una pesadilla.
Los actores de Voyeur Teatro, Alejandra Rea y Jorge Vargas, con la acertada dirección de Jorge Calero, tejen la narración en escena en el más alto nivel, es decir un poco como los niños. Dibujan con tizas claveles en el hule negro, luego bosquejan las instalaciones de la cárcel. Apelan a la filmación en tiempo real como plano paralelo al de la escena. Hacen que la tina devenga automóvil, hilan sencillas coreografías, rayan en una pizarrita el nombre del personaje, o se estrechan debajo de un escritorio tal como nosotros de niños nos escondíamos bajo la mesa. Todo ello con ritmo ágil y con música enérgica, de manera que desde el primer momento la obra captura nuestra atención y nos lleva a preguntarnos ¿qué más podrá pasar?
Voyeur Teatro muestra que en una comisaría se monta el “teatro de los policías”, el que dirigido por el coronel de turno tiene su propio lenguaje y convenciones, posturas, muecas y recursos psicológicos, todo para que quien caiga en su telaraña viva la experiencia con toda intensidad.
Con Rea y Vargas interpretándose a sí mismos, HDP narra una historia insólita, tan reveladora cuanto indignante, acontecida en una noche cualquiera en la ciudad de Santa Cruz. Los personajes de la obra son el actor y la actriz, el director de la obra, patrulleros policiales, jueces y abogados. El humor irónico y la sátira no están ausentes en esta puesta en escena contagiada por el temperamento del irlandés Oscar Wilde, a quien se atribuye la frase “la realidad supera la ficción”.
Ciertamente hay obras de teatro que se quedan cortas frente a las historias de terror que acontecen en ciertos barrios de la ciudad o las situaciones inverosímiles que se viven en una comisaría de Policía en Santa Cruz, como el DP8. Es justamente allí donde Voyeur Teatro ha descubierto que se actúa cotidianamente. Es el “teatro de los policías”, una gran obra que montan con el objetivo de aumentar las recaudaciones por multas y sanciones a los ciudadanos. Está tan bien representado, que las víctimas de este espectáculo, ya no sólo espectadores, sienten el pánico y la impotencia calándoles los huesos o erizándoles la piel. Ese teatro dirigido por el coronel de turno tiene su propio lenguaje y convenciones, posturas, muecas y recursos psicológicos, todo para que quien caiga en su telaraña viva la experiencia con toda intensidad.
En los tenebrosos pasillos de la imaginación avivada por esos patrulleros asoma la constante amenaza de terminar en Palmasola, prisión para los delincuentes más peligrosos, sin que medie juicio o procedimiento legal que demuestre la culpabilidad.
Extorsión, amedrentamiento, incumplimiento de las leyes, avasallamiento de los derechos humanos y desconocimiento de las normas que amparan a un artista en Bolivia –el carnet que otorga el Ministerio de Culturas vale menos que un billete de Alasita– son los recursos de una dramaturgia de terror.
Hacer teatro de una experiencia así pareciera ser una tortura, excepto porque el teatro conlleva consigo las fuerzas de la catarsis y la línea de fuga. La poética permite la recreación de algo ocurrido, pero no para representar lo mismo, sino para afirmar lo que hay de vital en ello. HDP, además de ser la crónica de una experiencia tortuosa, es también una manera de continuar la obra anterior de Voyeur Teatro, La tragedia de la reina Clitemnestra, citada varias veces como ejercicio metatextual, ya que la experiencia en su conjunto ha representado una ficción para exorcizar la realidad.