Mabel Franco Ortega
Fotos: Estudio Fotográfico Eguino
Prepare, enfoque, dispare y ¡archive! Así, desde 1973, el Estudio Fotográfico Eguino escribe una historia hecha de miles de historias de personas que acudieron, aun hoy lo hacen, en busca de esa imagen capaz de fijar la esencia a través de la fisonomía.
En una esquina de la Plaza del Estudiante, en el centro de La Paz, cientos, quizás miles de almas comparten habitáculos en un tiempo que se puede llamar eternidad. En algún momento, entre 1972 y la actualidad, el dueño de alguna de aquellas almas sonrió o asumió un gesto solemne, miró al frente o mostró su mejor perfil para la cámara del Estudio Fotográfico Eguino y ahí nomás dejó congelada una parte de su existencia.
Es cierto que el dueño de la imagen se la llevó para lucirla en su escritorio o en un lugar especial de su hogar; pero el negativo (al menos en los primeros 30 años, antes de la era digital) quedó archivado y ahí está, codificado y encerrado en un mueble de madera con varios cajones y distintos pisos. Todo un archivo que así, en su conjunto bien podría contar, junto al archivo digital, infinidad de historias a quien quisiera buscarlas: ¿Qué famosos pidieron qué tipo de retrato? ¿Personas de qué condición social solicitaron un servicio Eguino? ¿Qué familias posaron en grupo? ¿Qué bodas, aniversarios, instituciones están documentados? ¿Cómo fue cambiando la moda en peinados, en ropa? Etcétera.
Una historia que vamos a contar ahora es la que tiene que ver con los dueños de la cámara.
Al respecto cabe decir que fue Antonio Eguino el cineasta que al retornar a Bolivia de Estados Unidos tuvo la iniciativa de abrir un estudio fotográfico en la avenida 6 de Agosto. En 1972, tras una pausa, retomó esta actividad junto a su esposa Danielle Caillet en el local donde funciona hoy mismo.
De aprendiz a hechicero
Daniel Quintana se unió a la pequeña empresa siendo apenas un estudiante del último año de secundaria. El joven vivía en la calle Sagárnaga, muy cerca del antiguo cine Abaroa, donde pudo ver muchas, muchísimas películas; colaboraba en la sala de proyección y ponía mucha atención a la técnica, los encuadres, etc. Además era un aficionado a la fotografía, la que practicaba utilizando materiales caseros.
Apenas supo que Antonio Eguino buscaba ayudante, se presentó y así definió su camino. Allí aprendería de todo: a manejar la cámara hasta que pudo adquirir una propia, a dominar la luz o a retratar a niños, “misión nada fácil”. Atestiguó asimismo la labor de expertos en retocar las fotos en blanco y negro. Recuerda a Ana Yelincic, experta en el retoque del negativo y positivo de las fotografías. Tomada la imagen y revelada la película, el trabajo de Ana consistía en retocar el negativo utilizando lápices de diferentes tonos de grafito con la ayuda de una lupa y un equipo especial de iluminación para corregir los detalles faciales que ameritaban ser retocados. Una vez realizado este proceso se copiaba en papel fotográfico y un último retoque era preciso, para el que se usaban pinturas de tonos gris a negro y pinceles especiales. Era un trabajo manual y visual de mucha precisión, lo que hoy se logra con Photoshop.
Cuadro a cuadro
“Apenas me incorporé al estudio –recuerda Quintana– Antonio comenzó a preparar su primera película, Pueblo chico, que se desarrolló en Sucre. El estudio quedó a cargo de Yelincic y mi persona. Para cuando se hizo Chuquiago, me tocó asumir la responsabilidad de administrar el estudio”.
Pasado el tiempo, “Antonio valoró mi compromiso y honestidad en el trabajo, motivo por el cual me hizo su socio”.
Hoy, con la posibilidad de la gente de poseer un celular que no sólo toma fotos, sino que permite editarlas, para no mencionar otros avances de la tecnología, el estudio Eguino es un sobreviviente.
Eguino se dedicó de lleno al cine. Quintana, que no pocas veces acudió a las filmaciones de Chuquiago –donde trabajaron cineastas como Oscar Soria, Luis Espinal, Paolo Agazzi y Guillermo Aguirre– fue ampliando sus conocimientos sobre el cine y los sueños comunes se entrelazaron. Surgió así el grupo La Escalera que integró junto a José Leopoldo Sanjinés, José Bozo, Hugo Pozo, Freddy Delgado y Gaspar Vera. Lo primero que hicieron fue teatro: El pupilo quiere ser tutor e Informe para una academia. “Haremos cortometrajes, nos dijimos y, junto a Guillermo Aguirre como guionista, abordamos temas como el alcoholismo, el aborto, el deporte, el narcotráfico y ganamos dos premios Cóndor de Plata”.
Para tales hazañas, Antonio Equino les prestaba los equipos con la garantía de Oscar Soria. Fueron buenos tiempos. Tan buenos que La Escalera se unió a la producción de las películas: Mi socio y Los hermanos Cartagena de Paolo Agazzi.
En manos de profesionales
La gente que habitaba La Paz de los años 70, 80 y 90 solía confiar en los estudios de fotos. No cualquiera tenía posibilidades de contar con una cámara propia, así que para lograr la propia imagen había que acudir adonde los profesionales. Por la intensidad del trabajo, el estudio Eguino ayudó a soportar la labor cinematográfica aun en tiempos inflacionarios como los de la UDP en el gobierno, justo cuando se produjo y estrenó Amargo mar, de Eguino.
Hoy, cuando casi todo el mundo posee un celular que no sólo toma fotos, sino que permite editarlas, para no mencionar otros avances de la tecnología, el estudio Eguino es un sobreviviente. Si en el momento de auge eran 15 los empleados que no sólo hacían retratos en estudio, sino en exteriores, a domicilio, además de trabajar en foto publicitaria y de gran formato, hoy son apenas cuatro los que atienden a la clientela.
En tales circunstancias, la foto de las Bodas de Oro del Estudio Fotográfico Eguino tiene matices en blanco y negro. Hay motivos para festejar, por supuesto, pero también hay incertidumbre por el futuro, particularmente del archivo. Los negativos necesitan ser digitalizados. Hay maquinaria que merecería ser parte de un museo, como la laminadora donde se colocaba el filtro protector a las imágenes de gran formato que hoy se conocen como gigantografías, y aun el mencionado lápiz de larga mina y la lupa que recuerdan que más que tecnología, la foto es una labor artística.
Las almas de una sociedad no se atrapan así nomás, bien podría ser el lema del Estudio Fotográfico Eguino.