¿Qué historias hay tras una acreditación? ¿Quién debería otorgarla? ¿A quién? ¿El caos bailará en Carnavales? Hay mucho que pensar sobre fiesta, cultura y periodismo.

Todavía recuerdo cuando Megadeth llegó a La Paz. Nos costó un montón de esfuerzo hacer los contactos para estar en la conferencia porque no bastaba una credencial de prensa. Fui como periodista de PICA (Programas Inteligentes para Adolescentes) junto a una fan.
En el lugar había periodistas, pero también muchos metaleros que aparecieron con credenciales marca patito. Era muy chistoso ver a guitarristas hechos a los periodistas frente a la producción extranjera. Cualquiera diría que acudieron como fans a ver a los rockeros de cerca; pero no, ellos hicieron las mejores preguntas porque obviamente eran expertos en el tema. Lo mismo pasó con Andy Summers, en cuya conferencia de prensa más de la mitad eran músicos con sus celulares y haciendo lives para sus seguidores.
Los periodistas de verdad a ratos damos vergüenza porque sólo vamos un minuto, porque muchas veces tenemos el micrófono pero ni idea de quién es el famoso, así que no profundizamos. Uno debe aceptar en muchos casos que los expertos no llevan credenciales de periodistas y que en estos tiempos pueden hacer mejor contenido que los enviados por los medios. Por eso, muchos productores locales prefieren invitarlos a ellos porque son gente que puede comentar y jalar a la gente, a su gente, al evento.
¿Dónde quiero aterrizar? En Oruro. Oruro, tierra del “desamor” y del carnaval que una vez más acaba de provocar debate y esta vez por el trabajo de la prensa.
Todos los periodistas de aquí y de allá ya pueden ir al Carnaval sin pagar su credencial. Ya fue solucionado. No es necesario declararle la guerra a todo un pueblo porque un sindicato nos hizo un desaire. Oruro merece cobertura permanente y quizás hay que ser como esos metaleros y meternos a como dé lugar.
Cubrir es profundizar
Fui a conversar con la presidenta de la Asociación de Periodistas de Bolivia, Zulema Alanes, para hacerle muchísimas preguntas. Y la primera fue: ¿Se está privatizando la cultura? Y terminamos hablando de los organizadores de la entrada de Carnaval, de la Alcaldía y de todo el entorno institucional que se supone permite la realización del evento más importante de Oruro. Coincidimos en que las instituciones orureñas y el Ministerio de Culturas deberían estar al pie del cañón organizando aspectos como el de las credenciales para periodistas nacionales y extranjeros. Es un problema de libertad de prensa; pero también es un problema gigante de gestión cultural.
La acreditación es necesaria para organizar la presencia de quienes van a informar. De lo contrario, hay que temer por el caos, sobre todo en eventos como la entrada del Carnaval en Oruro. ¿Quiénes son y qué van a hacer? ¿Dónde podrán ubicarse, por dónde moverse? ¿Dónde no podrán entrar o estar sin perjudicar al público y a las fraternidades? ¿Cómo la presencia de unos no será perjudicial para otros? Etc.
Me encanta que haya habido quilombo porque se pudo evitar un cobro insensato a la prensa boliviana e internacional. Pero a la vez, una se pregunta qué sucederá con la tracalada de gente que no es prensa, sino creadora de contenido que no representa a ningún medio y que muchas veces le achunta o tiene el touch de jalar más gente que un canal de Tv, una radio o un periódico. ¿Se imprimirán su credencial como los amigos metaleros? Lo más chistoso es que muchas veces los mismos periodistas están atentos a TikTok para buscar contenido entretenido y subirlo a sus plataformas, tal el caso del niño bailando de osito el del año pasado, que de un TikTok pasó a ser noticia nacional.
Por supuesto que ahora todos somos potencialmente creadores de contenido y, si uno tiene suerte, pasará algo espectacular frente a nosotros. Por eso andamos filmando todo, para ganarnos el like de cada día. Ante todo ese avasallamiento de gente con un celular, por supuesto que el periodista tendrá que reinventarse, darle la vuelta a la tortilla, mirar la otra cara y hacer un trabajo de mayor amplitud y profundidad. Ir a Oruro como periodista es dejar de filmar o sacar fotos de lo llamativo, lo espectacular. Sí, ya sabemos que la Diablada Urus pasará bajo un techo de fuego; también sabemos que los osos en bici son los de la Ferroviaria. Pero nunca escuché que en la televisión se hablara de coreografías nuevas, por ejemplo. Nos limitamos a contar la historia de tal danza repetida hasta el cansancio, como leyendo un texto oficial. Sobre la morenada he escuchado tantas teorías que ya me hacen dudar y creo que se puede y se debe contrastar información, versiones, testimonios y tanto que está allí, todo el año, esperando a que alguien indague y llegue al Carnaval con un cúmulo no sé si de respuestas, sino de inquietudes, de preguntas.
Si nos organizamos, cubrimos todos.
En fin. También le pregunté a Zulema –a quien el Sindicato de Periodistas de Oruro declaró persona no grata por criticar el cobro de credenciales– sobre la validez de esos documentos para eventos artísticos que muchas veces son mucho más exigentes al respecto. Por ejemplo, para la cobertura de un concierto de K-Pop en La Paz tuve que hacer malabares para dar con quien organizaba. No se podía entrar tan fácilmente, aun siendo periodista cultural. Había que tener muñeca, pues no era tocar la puerta y entrar a filmar. También le conté que cuando la prensa tiene que acceder a eventos internacionales, los productores acceden pero deben hacer malabares para que Impuestos Nacionales, que está ahí controlando que TODOS hayan pagado entrada, no les aplique una multa pues los funcionarios no entienden sobre cobertura periodística. También hablamos sobre aquellos periodistas con credencial que suelen aprovechar para acudir a espectáculos que no les competen a sus áreas de cobertura, o de aquellos que van a cubrir un evento cultural por consumir el vino o la salteña de honor. Así, se abren paso para conciertos o partidos de fútbol sobre los cuales no harán nota alguna. El otro lado de la moneda.
Las historias son muchas y cada periodista tendrá una historia que contar, muchas de ellas no necesariamente vinculadas con cobros de dinero sino con prohibiciones y burocracia. Yo nunca pude entrar a cubrir una jaripeada de los premilitares: imposible. Por eso le das la razón a María Galindo cuando entra corriendo a una institución porque, obviamente que no le van a cobrar; pero sí le impedirán cumplir su oficio de mostrar, de cuestionar, de indagar en el terreno. Pero ella, ya lo hemos visto, se dará sus formas… como los metaleros.
Si nos organizamos, cubrimos todos. Mientras tanto me tocará siempre envidiar las credenciales de los que entrarán a palco, porque ahí sí que nunca pude entrar ni como periodista, menos como orureña que va de cuando en cuando a su tierra.