Maira Justiniano envuelve las columnas de madera de una casona del centro antiguo de Santa Cruz para reflexionar, como otros artistas que fueron parte de la exposición “Amarillo”, sobre ese color de la bandera boliviana que se asocia con los recursos minerales.
Desplazar las bondades estéticas de la columna de madera de un corredor, en el centro histórico de Santa Cruz, es la operación que apelando a un yute amarillo realizó la artista multidisciplinaria Maira Justiniano. Esto ocurrió en el marco de la exposición colectiva “Amarillo” (Kiosko Galería, 2024), de la que la artista participó con una intervención efímera en la fachada de la casona donde se encuentra Kiosko Galería.
Para efectuar la obra Yute amarillo, Maira recurrió a ese textil que puede verse en los puestos de abarrotes de los mercados de la ciudad y que, en forma de bolsas, sirve para envasar alimentos. La artista usó el yute para forrar las cuatro columnas de madera y cambió así la apariencia del corredor.
La consigna curatorial de la exposición fue generar reflexiones acerca del amarillo, uno de los tres colores de la bandera boliviana, que representa los recursos minerales y del subsuelo del país. Según la artista, en su reflexión personal ella identificó los alimentos que da la tierra como una de las mayores riquezas de Bolivia, por encima de los minerales.
“Ya no es como cuando se fundó Bolivia”, dice Maira en conversación telefónica. “Ahora, nuestra riqueza es la de los alimentos que da la tierra, en oriente y occidente”. Desde su perspectiva de la cotidianeidad, “elegí el yute amarillo, que vemos en los mercados todo el tiempo, pues para mí la riqueza se maneja envuelta en ese material: por ejemplo, soya, arroz…”. Cuando los frutos renovables de la tierra llegan a los mercados, “llegan por quintales y así se traduce la riqueza que da la tierra”.
Maira Justiniano ya había participado en la muestra colectiva “Rojo” (Kiosko, junio 2024), con un carretón tradicional, en tamaño real, teñido completamente de este otro color de la bandera boliviana, que simboliza la sangre derramada en guerras y batallas. Rodrigo Rada, curador de la muestra y que acompaña el desarrollo de la creación de algunos jóvenes artistas, dice que Maira “ha aprendido muchos oficios y casi todo su trabajo está enfocado en hacer obras que implican cierta manualidad y cierto trabajo corporal, que no es algo común en los artistas contemporáneos del país”. Ella hace grabado y también está interesada en la escultura. “En sus últimas obras hemos ido viendo que puede expandir sus objetos hacia la instalación”.
Ahora, nuestra riqueza es la de los alimentos que da la tierra, en oriente y occidente –explica la artista–, elegí el yute amarillo, que vemos en los mercados todo el tiempo, pues para mí la riqueza se maneja envuelta en ese material
El resultado de Yute amarillo fue de impacto inmediato, ya que además de la característica llamativa del color, visualmente creó una atmósfera más relajada de la tradicional fachada de Kiosko Galería, ubicada en la angosta calle Arenales del casco antiguo de la ciudad, por donde transitan diversas líneas de colectivos del transporte público.
Cabe recordar que, en Santa Cruz de la Sierra, la operación de forrar las columnas y proteger las paredes de las fachadas en edificios del centro histórico no es del todo extraña, pues en los días de Carnaval los juegos que consisten en lanzar no sólo agua, sino tintas, pinturas, betún de zapatos, huevos y otros obligan a cubrir las infraestructuras con nylon de todo color. Claro que la intervención de Maira no tiene una función práctica, sino que es el resultado de la experimentación con el material que sobre las columnas modifica la percepción de ese espacio, trastoca la experiencia cotidiana de los transeúntes y busca motivar la reflexión sobre las riquezas de Bolivia.
El proceso
Sobre el proceso creativo, la artista explica que el curador Rodrigo Rada la ayudó a ver qué materiales y formas podría tomar la idea de cubrir objetos públicos. “Yo buscaba que ninguna de las columnas se parezca a la otra, por ello evité la simetría”. Se trabajó con bocetos, pruebas, viendo volúmenes y otros aspectos formales. Luego, ya con ayuda del equipo de Kiosko Galería, principalmente del montajista, se realizó la intervención; “fueron cuatro días de trabajo, casi cuatro horas por día de estar en la calle e interactuando con los transeúntes”.
¿Y qué dijeron esos transeúntes? “Desde el montaje, la aceptación fue muy buena”, cuenta Maira. Hubo “algunos que preguntaban a dónde quería llegar con esto”, y a otros “les transmitió mucho el tema del carnaval en el oriente boliviano”. En todo caso, “hubo muchas sonrisas al pasar”. Por otro lado, “la idea siempre fue darle al espectador una nueva mirada; tengo la sensación de que el yute abrazó al público en general, desde el peatón hasta al conductor de movilidad o de transporte público”. Además, “que el espectador cotidiano sea parte del proceso, como artista me dice mucho. Quedé muy feliz porque siento que funcionó como proceso, en interacción con el espectador, y funcionó como resultado también”.
El curador Rodrigo Rada resalta el hecho de que la artista optara por un material noble como el yute y“por una intervención de forma simple que retuerce la columna, la deforma sin destruirla y cambia la morfología de la estructura original”. Así, “la artista consiguió formas ajenas a las de una columna con un trabajo evidentemente lúdico; el jugueteo con la deformación le dio un rasgo más orgánico a la columna tradicional”.
La intervención de Maira Justiniano estuvo vigente, junto con la exposición Amarillo, durante los meses de agosto y septiembre. Las fotografías panorámicas salieron opacadas por la luz del aire enrarecido que se vivió aquellos días y todavía se mantiene en el departamento de Santa Cruz, producto de los desmontes por uso de suelos y los incendios provocados en la Amazonía boliviana.