¿Puede una historia terrible ser bellamente expuesta? Gory Patiño, director de cine, lo hace. Para lograrlo tiene una crónica de Roberto Navia, la música de Cergio Prudencio y actores y actrices que el teatro boliviano permite al séptimo arte. Falta que el público llene las salas.
Películas sobre linchamientos hay decenas y probablemente gran parte se basa en hechos reales. Tan triste como irrefutable. Títulos icónicos vienen a mi memoria: Río Místico (Clint Eastwood) y Dogville (Lars von Trier), ambas del año 2003; o La jauría humana (Arthur Penn, 1966). Todas tienen en común el odio como fuerza que impele a la muerte violenta y casi siempre, injusta. Por otra parte, imagino que linchar es un procedimiento utilizado dentro y fuera de los marcos institucionales desde que la humanidad existe, según lo determinen los intereses en el poder. Como los incendios forestales, por ejemplo.
Y me pregunto ¿puede una historia terrible ser bellamente expuesta? Sí. Gory Patiño y un equipo exquisitamente preparado lo acaban de demostrar en Mano propia, su tercer y mejor largometraje, sin duda.
Volví a leer Tribus de la inquisición un par de días antes del estreno y, aun conociendo la historia, me descubrí a mí misma conteniendo la respiración, sintiendo la angustia y sufriendo el suspenso que Mano propia plasma en el metraje a través de las actuaciones, la fotografía, la edición, el sonido y más.
La banda sonora acompaña la historia con sensibilidad y sin exceso dramático, es un lamento estoico, me animaría a decir; y si la película tiene un elemento que le permitió a mi alma sentirse contenida, fue su música.
Mano propia es la historia de un calvario, con una estética rigurosa y prolija, sin morbo; con detalles cinematográficos que se aprecian mientras un nudo crece en la garganta y la rabia de saber que nuestra realidad es como es, crece.
Gory me dijo que cuando habló con Cergio Prudencio sobre este proyecto por primera vez y le contó sobre el linchamiento de los hermanos Antezana en el trópico de Cochabamba, el músico se puso a trabajar de inmediato y sin necesidad de acuerdo alguno. Esos detalles los verían después; la historia lo conmovió tan profundamente que las notas brotaron.
Y ¿qué se puede decir del protagonista? Freddy Chipana es un ser enorme, su fortaleza, su energía, su generosidad y su nobleza se reflejan en una actuación sin parangón. Lo aplaudo de pie. Lo abracé sin pedirle permiso. Si quieren saber un poco más sobre él, les invito a leer Chipana y los golpes del amor, en la revista Rascacielos.
El resto del elenco es impecable, cada uno ha sabido crear personajes auténticos y verosímiles. Alejandro Marañón como fiscal, contagia la impotencia que sufre cada día tratando de hacer su trabajo; Gonzalo Callejas es Montes, el policía bien intencionado pero resignado, que aun intenta sonreír, y Ariel Vargas es Estiven, el maleante buen tipo. Todos se apoderaron de la pantalla. Y claro, vienen del teatro, la mejor escuela, para el cine y para la vida.
Roberto Navia, el periodista que escribió Tribus de la inquisición y creó el guion de la película junto a Gory, es una persona de letras en un tiempo en el que hay quienes (equivocadamente) creen que ya no se lee. Está convencido de que su crónica ha sido premiada y ha inspirado dos películas (la primera es un documental de Mabel Lozano nominado al Goya) por la autenticidad de su narrativa, porque habla de los ningunos, de quienes olvidamos dos días después de que salen en el noticiero. Y porque investigó durante meses, claro. La crónica es un género hermoso y exigente.
“De mi parte, voy a seguir construyendo historias porque sé que los bolivianos podemos hacer cosas maravillosas”, ha dicho Roberto. Es consciente de que la realidad puede ser desgarradora, pero “si la contamos a través de buenas historias, podemos hacer algo para cambiarla”. Sabe de lo que habla.
Mano propia es la historia de un calvario, con una estética rigurosa y prolija, sin morbo; con detalles cinematográficos que se aprecian mientras un nudo crece en la garganta y la rabia de saber que nuestra realidad es como es, crece. Genera sentimientos encontrados, pero, sobre todo, orgullo por un resultado redondo, de factura impecable. Es una película boliviana lista para crecer.
“Nosotros, los que contamos historias, no sabemos las soluciones a las problemáticas que tiene nuestro país. Sólo sabemos contar historias que conectan con la gente. Yo creo que lo que más necesitamos hoy en día es que conectemos entre bolivianos”, dijo Gory en el estreno. Yo sostengo que contar esas historias es una forma de afrontar esos problemas y promover la reflexión, para que, como sociedad, desde donde nos toca, hagamos algo al respecto.