Este texto es el ganador del segundo lugar del IV Concurso de Crítica Amateur convocado por la revista Rascacielos, la Red Boliviana de Periodismo Cultural y el Festival Internacional de Teatro de La Paz (Fitaz) 2024.
Los primeros instantes de El Orfanato muestran al escenario con una iluminación mínima texturizando el humo. De repente, mimetizada en la oscuridad, aparece Lourdes, una niña preadolescente que comienza a recorrer el escenario con la compañía de una máscara de cabeza de conejo. El sonido ambiente se engruesa. Lourdes descubre una cuerda sujetada al techo y una silla debajo; una vez arriba de la silla, pone la cuerda alrededor de su cuello para después saltar al vacío. Suena a spoiler, pero se trata de la propuesta inicial de su directora Stephie Bastías: desafiar al público ética y narrativamente.
Sin más contexto previo, la iluminación aumenta y revela una habitación vigilada por dos cámaras de seguridad. Posteriormente, surgen tres niñas preadolescentes de ropa puritana para descubrir el cuerpo de su amiga colgando; inmediatamente después, la voz de mando de su “cuidador” las obliga a reincorporarse. Usualmente, uno esperaría una historia desarrollada por la lengua local, mas no acá, donde casi toda la obra se complementa por cortas palabras en alemán. En tanto, Lourdes reaparece para recorrer felinamente la habitación de sus amigas.
La obra procede a desencadenar una historia de ascenso o descenso. ¿De qué depende? Se puede remitir al 14 de septiembre de 1934, en una familia de tradición católica, en la que nació una niña llamada Kate Millett. Su preadolescencia quedó marcada por el abandono de su padre.
Aquel hecho hizo que su madre asumiera la responsabilidad de mantener a sus tres hijas por medio de trabajos temporales. Millett asumió también un fuerte compromiso académico, a tal punto que llegó al colegio de mujeres de Oxford, recibiendo honores en Literatura Inglesa. A los 27 años se mudó a Japón, donde se dedicó al arte. Dos años después, volvería a su país con escritos que abordaban temas de conciencia social. Sin embargo, en agosto de 1970 alcanzó un hito histórico al publicar su tesis doctoral, titulada “Política Sexual”, encarnando el feminismo del momento.
En su tesis, Millett descompone, entre muchas cosas, la maternidad. Argumentó que la figura social casi obligatoria de retratar a la mujer como madre era una romántica forma de control utilizada para limitar la vida de las mujeres. El Orfanato aborda la vigencia de tal idea de maternidad, en especial con escenas que metaforizan a la imagen infantil de niñas cuidando muñecas de regalo, como una sugerencia aspiracional de que la autorrealización femenina se da en el momento en que dicha imagen infantil se hace realidad.
Pero otro argumento histórico de Millett analiza la obra de autores literarios como Norman Mailer, a quien señala de retratar a las mujeres independientes y fuertes como un fenómeno negativo, sugiriendo que las mujeres de los años 60 y el feminismo contemporáneo son una amenaza para los valores de la sociedad. El Orfanato explora dicho alegato llevándolo hasta los límites de lo que su público pueda asimilar ver en un teatro. A partir de la inocencia de sus protagonistas ante situaciones infantiles que se tornan chocantes, la obra va revelando a personajes que no poseen los convencionalismos sociales que el público sí. En tanto avanza la dinámica, somos los espectadores los que le atribuimos un significado ético a todo lo que hacen.
Aquello puede resultarle grotesco, divertido, indignante o emocionante a muchos; mas todo dependerá del criterio de los asistentes y sus valores de bolsillo. Sin embargo, llegado a cierto punto, ya sumergidos en los acontecimientos de la obra, la directora Stephie Bastías experimenta con el espectador.
Stephie Bastías, nacida en la ciudad costera de San Pedro de La Paz, dentro de una familia cristiana, ha declarado haber sido marcada por mujeres que admira como su madre y abuela.
No obstante, toma una posición honesta y valiente como artista al desafiar sus valores tradicionales para retratar a la feminidad de formas para nada tradicionales. Pero cuando las cámaras de seguridad se encienden y el escenario se ilumina de amarillo, las chicas se realinean en una especie de simulación de panóptico que se interpreta como un corral de conejos en el que responden a un ser superior.
Bastías dialoga entre lo personal y lo político para experimentar en la narrativa por medio de la sucesión de situaciones, silencios largos y mucha corporalidad. Las palabras son lo menos importante para llegar al cierre de la historia donde su directora apela a la inteligencia del público para dar cierre a la historia. ¿Es un final feliz? Es difícil, ya que la respuesta entona con la complejidad de su obra, ya que este final no evita lidiar con los efectos y consecuencias de la libertad femenina dentro de un corral de conejos. Si Kate Millet juzga la sororidad de la mujer dentro de la literatura, Bastías aborda la dramaturgia de la sororidad femenina en estándares de la Generación Z, para narrar una historia transgresiva, tal y como el arte debe ser.
Ficha técnica
Título: El Orfanato
Grupo: La Trama (Chile)
Dirección: Stephie Salas
Asistente de dirección: Valeria Leytón
Elenco: Karina Ramírez, Julia Lubbert, Michelle Mella, Valeria Leytón, Juanita Lara
Música: Vicente Cuadros
Realización de vestuario: Anahí Chinga
Jorge Andrés Carrasco Apaza. Es fotógrafo. Participó del IV Concurso de Crítica Amateur con el seudónimo Fashal.