Marisabel Villagómez
El Illimani –cuya cima alcanzó en dos oportunidades– fue territorio creativo para Gastón Ugalde que lo pintó, fotografíó, esculpió… En 2019 se puso en marcha una propuesta que atrajo a 13 artistas que debían acercarse al nevado para trabajar allí y registrar el proceso creativo. Ugalde hizo lo propio, pero para la muestra Illimani InSITU desechó ese proceso porque había descubierto algo más que el ascenso y el descenso.
El Illimani de La Paz es el último macizo de la Cordillera Real y lo coronan cinco picos de nieves eternas que las Naciones Infieles de nuestra América adoramos como a dioses. Es una montaña inmensa que además flanquea lo que se ha constituido como la ciudad de La Paz. Se dice del Illimani que tuvo muchas peleas con la larga cadena de montañas escarpadas que van del sur al norte y del norte al sur: incluso se cree que condenó a alguna a un mar de lágrimas en El Salar.
Ese altiplano tórrido donde la vastedad no conoce sus límites y donde no se puede asegurar las conjeturas de la nada, esa extensión de tierra bastante igual pero demarcada por corrientes de agua y alturas, ese lugar era el laboratorio de los proyectos de arte contemporáneo de Gastón Ugalde.
“Sólo sabrás la altura del Illimani cuando hayas llegado a la cumbre –la cima– no con tus piernas sino con el corazón que late y es el momento único en que la montaña te habla para nunca olvidarla y cuando sientes lo profundo del Illimani”. G. Ugalde
Comenzamos a planear una escalada al Illimani a fines de 2018, después de ver y discutir una exposición de dos instalaciones en la Galería PURO de La Paz: Illimani, en la que unos cubos de hielo goteaban amplificadamente sobre planchas de acero inoxidable, y Choqui Yapu, instalación homenaje a las formaciones rocosas de los ríos paceños. Esa exposición fue el detonante de una reflexión conjunta sobre las torrentes de aguas que bajan de las montañas a nuestra ciudad. Éstas se juntan en abundancia por las lluvias frecuentes en las vastas llanuras altas y se salen de sus cursos madre a través del deshielo. En el Illimani, desde épocas prehispánicas, se cursan en una red de canales que riegan los llamados Jardines del Inca.En esta reflexión, Gastón contaba que Masmo Huallpa, su ayudante por más de 20 años, le había sugerido ascender esta montaña en vez de pintarla. Gastón llegó a la cima dos veces. Éste fue el argumento central de la propuesta Illimani inSITU y con eso nos aventuramos 13 artistas y yo, la curadora.
“Después de décadas de contemplarlo, sentirlo, dibujarlo, pintarlo, esculpirlo, filmarlo, fotografiarlo, expresarlo y haberlo subido y bajado en mis sueños, mis despertares, mis borracheras, tengo que bajarlo después de sentir la quietud de la agonía, el congelado silencio de mis pulmones convertidos en piedra”. G. Ugalde
Además de la evidente incomodidad que presupone el ascenso a una montaña de 6.400 metros de altura, había que considerar el riesgo. De tiempo en tiempo, la montaña se templa, pero abundan las lluvias, la inundación de sus bofedales, los vientos que corren todo el año se desenfrenan con tanto ímpetu que se llena la atmósfera fina de un frío agudo: nos faltaron las fuerzas para llegar a la cima.
A ratos, cruzamos por encima de los cóndores, a veces vimos cabalgar los caballos salvajes que habitan sus faldas. En las partes más bajas, algunas viejitas pastoreaban ovejas. Encima de los bofedales, la humedad es tan penetrante que el terreno se hace rocoso y estéril, ya no hay vegetación. A los 6.000 msnm, los 13 artistas y yo, que nos habíamos congregado para “tocar” el Illimani, nos dimos uno a uno la vuelta para comenzar el descenso del que fue uno de los vuelos más excitantes de nuestras vidas.
De sorpresa en sorpresa
En cambio, Gastón, que como ya está dicho había llegado dos veces a la cima, para este encuentro nos dio alcance en un auto, más arriba del campo base. Recuerdo que Tony Suárez y su hija Valentina lo vimos llegar como a una media hora de distancia desde donde estábamos. Decidimos darle alcance y avanzamos mientras él y su equipo comenzaban a descargar los bultos que habían llevado. Con la delgada capa de oxígeno avanzábamos lentamente, cuando Gastón nos tomó por sorpresa: vimos cómo él y su equipo comenzaron a correr sobre el perfil de la montaña. Eran cuatro o cinco hombres por encima de los 60 años, en fila india, cargados de bultos, que seguían subiendo detrás de Gastón, sin parar, como si se tratara de un ejercicio militar. Tony se adelantó para alcanzarlo, pues tenía que sacar las fotos. Valentina y yo caminamos más lento, preguntándonos: ¿Son éstas las olimpiadas del arte contemporáneo? Nos reíamos mucho porque en el fondo sabíamos que habíamos entrado a un lugar sagrado y vivido un tiempo mitológico.
“Y (es cuando) mi cabeza horada los 35.000 metros de profundidad que siento los millones de años que tiene, y me río de todas las tragedias reales o imaginarias que me encontraré al bajar y querer volver a escucharla”. G. Ugalde
Llegué al punto donde habían trabajado Gastón y su equipo mucho después de que terminara su acción. Por unos meses, la producción de la obra se mantuvo en secreto. Confié en que Gastón me mostraría lo registrado para discutir el montaje de Illimani inSITU (Centro de la Revolución Cultural, 2019-2020). Cuatro días antes de la inauguración, me dijo: “Hija, he cambiado todo. No voy a presentar lo que hicimos arriba porque esta vez no quedó. Pero tengo otras cosas”. Presentó dos pinturas y una instalación sobre las rocas de oro que están en la serie Illimani Profundo. Habíamos recorrido inmensidades vastísimas, subido a lo más alto y recorrido las llanuras más blancas, pero el descenso y el retorno implicaron para él otra mirada. No me había imaginado todo lo que había por dentro de la montaña. Él sí.
Mucho se dice sobre que los curadores de arte acompañamos a los artistas, o que hacemos acompañamiento curatorial. Gastón me acompañaba a mí; había decidido que podría hacer de mí una curadora antes de nuestro viaje al Illimani y ese viaje selló una suerte de pacto familiar en el que los hijos estamos cumpliendo ciertas funciones de estas industrias familiares artísticas bolivianas.