Isabel Navia Quiroga
¿A quién odiar más? ¿A quién amar? La película de Scorsese es como un bordado en el que cada hilo y cada puntada son importantes para la obra final.
La luna de las flores es esa inmensa alfombra de millones de florecillas diminutas que cubren las colinas y las praderas al inicio de la primavera. Así la llaman los Osage, un pueblo originario de cultura profundamente espiritual y arraigada a tradiciones de respeto a la tierra y a la naturaleza. Conocidos como la “gente de las aguas medias”, eran famosos por su enorme estatura. El pintor George Catlin los consideraba como los más altos de Norteamérica. En 1870 fueron desplazados de sus tierras a un inhóspito lugar en el Estado de Oklahoma, pero lo que parecía ser un destierro al olvido cambió cuando descubrieron que habitaban sobre un enorme yacimiento de petróleo.
Mollie es una indígena Osage a quien le gusta orar junto al río al amanecer porque es el momento más sagrado del día, y guardar silencio durante las tormentas, como señal de respeto. Mollie es inteligente, perceptiva y de pocas palabras y, aunque padece de diabetes, es muy fuerte.
Ernest es el coyote. El hombre blanco, sobrino del dueño del pueblo, pusilánime, alcohólico, matón, ladrón y apostador.
Ernest y Mollie se conocen, se enamoran, se casan y el desastre es magno. No hay cómo describir la debacle y Leonardo Di Caprio es la peor escoria después de Robert de Niro. Y una no sabe a quién amar más como actor y a quien odiar más como personaje. Eso sí, a Mollie / Lily Gladstone, se la adora por siempre y para siempre. Mollie cambia el curso de una historia en la que las mujeres son las principales víctimas de un apetito desenfrenado por dinero y poder.
Los primeros minutos de la nueva e impecable película de Scorsese son una declaración del destino que acaba de desencadenarse. Una ceremonia indígena que despide con dolor algo muy preciado, que jamás regresará, en un paisaje verde impoluto y silencioso. Ya no habrá otro momento de paz. Luego veremos un pueblo desbordado, que se sofoca a sí mismo por la codicia.
En su momento, los Osage fueron probablemente las personas más ricas del mundo y eso los convirtió en víctimas de una masacre cuyas reales proporciones nunca terminaron de salir a la luz y cuyas semejanzas con otros miles de lugares del mundo son asombrosas.
A Mollie / Lily Gladstone, se la adora por siempre y para siempre. Mollie cambia el curso de una historia en la que las mujeres son las principales víctimas de un apetito desenfrenado por dinero y poder.
El guión, que resulta de un mano a mano de Scorsese con Erick Roth (Forrest Gump, The Insider, Mank, Dune) juega con paralelismos intensos, cuyas señales son claras: hay cosas que no se deben mezclar, pero se mezclan y todo acaba como acaba.
La fotografía de Rodrigo Prieto (Amores perros, Los abrazos rotos, Barbie) es pieza crucial de la narrativa, con un trabajo meticuloso que apela a diversas técnicas, contrastes y claroscuros, según el tipo de escena y de personajes.
El cine de Scorsese es una escuela en sí misma y tiene que verse en pantalla grande, sólo así puede apreciarse que es un trabajo hecho a mano, sin apuros, disfrutando la labor, como un bordado en el que cada hilo y cada puntada son importantes para la obra final. Se agradece, además del mensaje social y político, el primer plano de Marty. Notable y conmovedor.