Lucía Camerati
Los recuerdos de lo vivido en un centro cultural como el que respira en la zona Sur de La Paz son muchos y diversos, pero forman como un cuerpo en el que seguramente otros artistas y otros espectadores van a reconocerse.
En San Miguel hay más de un templo. Por supuesto está el que diseñó Ricardo Pérez Alcalá al que se acude a rezar, pero también están la Casa Grito, el Alive, el Hardrock y el Teatro NUNA, espacios para el refugio y el alimento del alma.
Este mes, el NUNA está de fiesta, no sólo por un año más de trabajo, sino por diez de resistencia al ritmo de su tambor mayor, Luis Daniel Iturralde.
Aquí algunos de los recuerdos más bonitos sobre ese lugar que pasó de ser un call center a uno de los centros de arte más importantes de la zona Sur. Vamos a imaginar que estamos esperando un show, haciendo cola, saludando a nuestros pares, pidiendo una pizza, comprando la entrada, brindando y charlando.
Primer timbre
Un lugar para encamotarse. Así lo confirma la productora Claudia Gaensel, quien conoció a su esposo, Gonzalo Gómez, de Gogo Blues, en el NUNA. También lo recuerda Cecilia Campos, quien bailó una cueca con el violinista Gustavo Orihuela para confirmar su relación ante todo el mundo. Aquí la gente se ha dado un beso en la euforia de un concierto de blues o al ritmo de tambores africanos. Es una opción para el flechazo.
El organizador del FESTIJAZZ Bolivia Walter Gómez, destaca que durante siete años el NUNA los ha recibido con un hermoso equipo técnico, y agradece por la constancia de Luis Daniel por la gestión de un lugar donde se puede alimentar el ajayu en esta ciudad. Sí, hay que tomarse un vinito al esperar un show, y en nombre de todos los que trabajan en ese lugar donde no sólo hay un gran espectáculo con el sonido de René Mendoza y las luces del Oso Rojo, sino también unos servicios que te hacen sentir bien abrazado.
Y no sólo es Walter el que destaca el equipo que está detrás del escenario. Lo hacen artistas como Rolando Encinas, director de Música de Maestros: “Realmente su gente, quienes trabajan el sonido, en luces, es envidiable. No encuentras en ninguna parte de Bolivia y menos acá en los espacios oficiales. Yo me atrevo a decir que es el espacio más importante de esta ciudad”. Algo parecido destaca la productora Gabriela Claros: “La relación es genial porque, así como surgen dificultades, éstas se resuelven gracias a las capacidades de su equipo, la buena relación que se logra y las anécdotas que se viven. El NUNA tiene un plus, porque puedes utilizar el escenario y también la platea como espacio escénico y funciona muy bien, pues el vínculo entre artistas y público se da de otra manera, es más horizontal, más cercano”.
Luis Daniel Iturralde corretea bastante pues tiene que gestionar las demandas de los artistas, negociar con cada uno de ellos para buscar puntos medios; debe estar pendiente de lo que pasa en la ciudad y el país para analizar la escena, se alía con artistas de otros formatos, mantiene puentes con festivales y otros espacios en busca de trabajos colaborativos y comparte información. De paso tiene que ensayar con sus proyectos musicales. Es un ejemplo de músico y gestor que piensa bastante en los artistas, en su equipo y en el público paceño.
La comunicadora Isabel Navia, consumidora de teatro, música y todo tipo de arte, nos cuenta: “Uno de mis recuerdos iniciales es un concierto de Navidad; era de la artista Sibah con varios músicos invitados y un repertorio muy atractivo. Fui con una amiga y nuestros hijos que eran niños, hoy ya son universitarios. El concierto fue muy lindo, pero pasó algo que me abrió la cabeza: uno de los invitados al que escuché por primera vez era un joven violinista que me emocionó profundamente. Resultó ser Gustavo Orihuela que había regresado hace poco al país luego de un tiempo en España. Gustavo es uno de mis músicos más queridos. Otro recuerdo que ha marcado mi alma es la actuación de despedida de Sergio Mercurio, el Titiritero de Banfield; tuve la suerte de estar en primera fila y ser parte de las improvisaciones que Sergio hace con el público. También un lindo descubrimiento en los primeros años del NUNA fueron las obras de teatro que dirigía Fernando Arce, alguien a quien tampoco conocía y cuyo trabajo me encantó. También está ese día maravilloso, hace un año, cuando en este pequeño escenario que tiene la magia de hacerse gigante estuvo Richard Bona, a quien jamás imaginé escuchar en persona”. Evidentemente, esa visita no sólo fue fundamental para el público, sino para músicos que tuvieron un encuentro alucinante con el artista camerunés.
Y ahí vamos hacer un paréntesis. Luis Daniel nos ha traído África en muchas oportunidades. Se nota su currículum, se nota que ha viajado y aprendido de aquellos sonidos del continente madre. Por eso su proyecto Bloco Runatiña, por eso ese interés por traernos africanos, brasileños, afros del mundo. Y se le agradece bastante por esa exquisitez, por mostrarnos lo que él vio antes de volver a la ciudad de La Paz para fundar su proyecto. Por eso tantas personas formadas en tambor y bombo, por eso la murga, por eso la saya.
Segundo timbre
Ese escenario provoca intimidad. Lo confiesa la gestora cultural Cecilia Campos, quien cuenta que se quebró la primera vez que Teatro de los Andes se atrevió por un lugar más pequeño para presentar la obra Un buen morir. Uno siente que está más cerca, sí, tanto que en el concierto del cubano Pedrito Martínez, la gente terminó bailando en el escenario junto al artista. Sin duda, fiesta asegurada.
Le vamos a preguntar a otra sucrense en La Paz, hemos dicho. Y le hemos pedido sus momentos inolvidables a Leticia Arce, consumidora intensa de espectáculos en Bolivia. Leticia destaca el Django Jazz Festival, donde conoció y amó el Jazz, y también al Titiritero de Banfield y su alter ego Bobby.
El espectador Camilo Gil recuerda su primera vez en el NUNA, cuando todavía estaba en colegio, y le presentaron Romeo y Julieta de Aramburo. Para Bernardo Arancibia, director del FITAZ, la doble función de Lume Teatro que volteó taquilla es un momento inolvidable, como también la temporada de Las Malcogidas. Sin duda, tampoco se escapa de los Tributo a Los BeeGees, Abba, Queen y Pink Floyd que se hacen periódicamente.
Para la periodista cultural Mabel Franco, el NUNA ha sido clave para la descentralización del Fitaz. Como inolvidable registra, de 2018, la cercanía del público para vivir la obra Ella de La comedia cordobesa (Argentina), ésa en la que dos hombres en un NUNA convertido en sauna desnudan su machismo y desnudan también el de lxs espectadorxs.
Desde los escenarios se acumulan igualmente recuerdos; no sólo están las fotos y registros del público. Los artistas también rescatan momentos. La cantante Tere Morales recuerda con cariño a los abuelitos y abuelitas cantando y palmeando Viva Santa Cruz en el concierto de Gladys Moreno, para luego “salir zeteando al terminar la velada”. Rescata igualmente el concierto de presentación del disco junto a Mau Montero: “En el momento en que cantamos Dos, con la luz cenital, vimos a Chris Benítez, en el público, filmando y llorando emocionado al escuchar su canción en nuestra versión”. O la vez que la gente hizo coro para la canción Balderrama, en el concierto Biográfico de Mercedes Sosa, el 2019… Hay tanto que rememorar.
El NUNA tiene un plus, porque puedes utilizar el escenario y también la platea como espacio escénico y funciona muy bien, pues el vínculo entre artistas es más horizontal, más cercano.
Vero Pérez guardará por siempre ese concierto que le dedicó a su amigo Amaru Villanueva, apenas éste había fallecido. “Canté casi llorando, pero la vibra de Nuna me sostuvo de una manera increíble”. Una vibra que ha sido parte, dice, de otros conciertos suyos o los de su banda Efecto Mandarina.
Tercer timbre
No todo es fiesta. NUNA es también un espacio para ensayos y formación en teatro, danza, música y otras disciplinas artísticas.
A la actriz y educadora de teatro Patricia García, Luis Daniel le abrió las puertas para el taller Ser y Estar, donde cada semana y desde hace años forma nuevos amantes de las tablas.
Ensayar allí implica escuchar otros ecos, como la tarde que se ha quedado grabada en el ajayu de Pati y que evoca a cantantes gospel en la sala de grabación. Sintió los pelos de punta.
Es usual escuchar murga y tambor cuando Bloco Runatiña está en pleno ensayo, haciendo de ese lugar un santuario del ritmo.
Intensa vida implica también dolor NUNA hizo un gran esfuerzo para que músicos y actores de teatro transmitan su arte en tiempos de encierro por el Covid 19. Cecilia Campos recuerda con tristeza que en la pandemia se hizo el último registro del músico Randolph Ríos tocando con Gustavo Orihuela Quartet. También queda la grabación del Afrojazz del Jazz Day, donde se registró la participación de la cantante de Tambor Mayor, Mirna Lorena Barra, luego fallecida.
Y, por supuesto, cómo no recordar a Ramiro Núñez, el hombre más comprometido con el público y que también la pandemia nos robó. Iris Mirabal recuerda a este hombre entusiasta que fue parte del equipo del NUNA, su relacionista público por excelencia. “Tengo que destacar totalmente y recordar a nuestro querido Ramirito, quien ha sido también cómplice de este proyecto y que gracias a Luis Daniel ha estado ahí presente, ha sido el anfitrión del lugar. Donde iba, Ramiro siempre tenía su luz y te hacía sentir de lo mejor”. Patricia García coincide y trae a la memoria las ch’allas de cada año cumplido. Hoy, después de diez años de resistencia, Ramiro Núñez estará levantando su botella de vino y la pizza de rigor desde otra esfera y dirá con cariño, siempre con cariño: Larga vida al NUNA.