¿Cómo salvar a una madre ya anciana de las pesadillas de un asalto violento? ¿Cómo hacer que recuerde lo que va olvidando por la edad cuando lo que más quieres es que olvide lo malo que acaba de vivir? Ser hijo es también ser padre en lucha contra la desesperanza.
Mamá está grande. De edad. Eso la hace parecer una niña. Estoy ahora frente a la niña que ha sido mi madre. Soy un hijo que actúa como padre.
Se sienta delante del psiquiatra y está por comenzar a contar que se olvida. Coloco suavemente la mano en su hombro y ella me mira. Le explico que aquí vinimos a hablar de otra cosa. Acá puede y debe contar lo del robo.
El psiquiatra escucha. Mira. Mamá me dirá que es un buen hombre. Que le pareció cercano. Usó la palabra campechano.
Mientras mamá explica, el hombre le sostiene la mirada. Al final, él dice que hay que matarlos. Lo miro y no asiento ni niego. Sólo escucho. ¡Qué importan las opiniones! El día que le sucedió eso a mamá, un tipo de enfrente que yo no había visto nunca vino a explicarme que eso fue culpa del gobierno. De los políticos. Lo miré un rato hasta que me cansó su cantinela y finalmente volví a no verlo nunca más.
Pienso. Pienso. Pienso mucho. Trato de instalar en mi cabeza una certeza. El tiempo que les dedico a los malignos, ellos ganan. Qué importan mis opiniones. Tengo que rescatar a mamá. Mami, levantate. Mami, vamos, tenés que retomar tus cosas. Es que me pegaron mucho en los riñones. Me duelen.
Usted qué piensa, dice el psiquiatra. Pienso que está deprimida. Es que fue terrible.
Nadie tiene que vivir lo que usted vivió. Nadie. Me duelen mucho los riñones. ¿Se hizo ver? Sí. No tiene nada en los riñones. Usted está en shock. Es normal por haber sufrido algo anormal. A esta edad los psicofármacos no son recomendables. Le voy a dar un remedio que es viejo pero es muy bueno. Son aminoácidos. Yo cantaba. Bueno, este remedio le va a dar ganas de volver a cantar. Tiene que volver a todo.
Mamá, hace un mes que entraron los tipos. Vos te estás dejando ganar por la depresión. No sé. ¿Vos me ves deprimida?
Es campechano. Me hizo sentir bien. Mamá, cómo vamos a hacer para que no te olvides de tomar este remedio. ¿Qué remedio? El que nos acaba de dar el psiquiatra. Es un buen hombre. Sí, mamá.
Mamá, mañana vas a volver al gimnasio y el sábado tenés que cantar. Es el cumpleaños de mi vecina. Leli cumple 90 años. A Rosi se le ocurrió que le cantes una serenata. Tu esposa es un ángel, pero por ahora no, quiero descansar.
Mamá, hace un mes que entraron los tipos. Vos te estás dejando ganar por la depresión. No sé. ¿Vos me ves deprimida? ¿Por qué no estás cantando más? Porque el profesor no puede venir, tiene mucho trabajo. No te preocupes por mí, hijo. Yo quiero estar con vos. Está bien.
Me gustaría llorar. Es que siento el olor del tipo. Cualquier ruido me da miedo. Yo agacho la cabeza, vencido, y me confiesa: “Lo que pasa es que yo siempre justifiqué a esta gente. Siempre los defendí. Incluso cuando me estaban torturando pensé que eran unos pobres muchachos, que habían sido maltratados por la sociedad, por eso les pedía que estén tranquilos. El malo seguía malo y justo ahí a uno se le escapó el nombre de otro: Horacio. Se dieron cuenta y la quisieron arreglar. Por Horacio Guaraní. Qué triste me hizo sentir que esa gente, tan mala, supiera quién fue Horacio Guaraní. Hubiera preferido que los que me maltrataban no lo conocieran”.
Mami, ¿vas a cantar el sábado? ¿Te acordás de que Rosi te invitó? El ángel brasileño me invitó, pero no puedo. Cantá, mamá, por favor, cantá. Este día mamá no quiere nada.
Pero el sábado me pedirá que la busque. Y se pondrá a cantar.