¿Cuánto ha cambiado el planeta en el último siglo? ¿Cuál es la distancia entre la ficción de El Principito y la realidad de entonces y de ahora? Preguntas y repuestas que se hace, en este texto, una niña de 13 años, que nos deja, además, otra pregunta: ¿cómo viven los niños este presente?
Han pasado 80 años desde la visita del Principito a la Tierra. El planeta no es el mismo, han cambiado muchas cosas y siguen cambiando, aunque no siempre para bien. ¿Que pasó?, ¿qué ha cambiado?, ¿el mundo es el mismo que cuando él llegó? ¿Hallaría a sus viejos amigos: el zorro, la serpiente, las rosas y al piloto perdido, o conocería nueva gente?, ¿será posible conocer a gente parecida a la que encontró en su primer viaje?
La Tierra y una pausa imprevista
La Tierra es la misma, solo que se salió de su eje de traslación y los días se hicieron más cortos. Evidentemente el mundo anda muy acelerado a pesar de que en 2019 se detuvo: el planeta entero se paralizó. De algún lado salió un virus que diezmó a la población; los humanos se enjaularon en sus casas, sintieron lo que los animales sufren encerrados. Ni un alma en las calles. Fue el momento en que algunos animales salvajes llegaron sin temor a las ciudades. A tres años de su aparición, al parecer –y por fortuna- actualmente vivimos los últimos coletazos de aquel bicho.
Ahora, lo que pasa en el mundo es extraño, hasta aparecen extrañas luces en el cielo y algunos deliran con una posible invasión extraterrestre.
Han cambiado las cosas en el planeta Tierra. No es más el mundo que visitó el Principito. Por ejemplo, ya no hallaría a los faroleros y tampoco a los geógrafos y sus mapas, porque ahora la ubicación de un lugar es posible con un click en el teléfono celular o con una captura en Google maps. Eso sí, hallaría más hombres de negocios, aquellos que lucraron con el COVID-19, los empresarios y laboratorios de salud, las farmacéuticas, las clínicas privadas, las funerarias, crematorios y cementerios privados que hicieron buenos negocios con el coronavirus.
La nueva realeza y los objetos de museo
En el séptimo planeta no hay ya solo 111 reyes, sino 111 mil reyezuelos o que creen serlo. Ya no son 900.000 los hombres de negocio que el Principito vio en su visita a la Tierra, éstos se multiplicaron como alimañas, todos hacen negocios, y hasta el negocio del alcohol prosperó; hay más borrachos que los 7 millones y medio que encontró. Los 311 millones de vanidosos se triplicaron, y los 2 mil millones de personas grandes son ahora aproximadamente 100 mil millones. Europa y Canadá envejecen más rápido, ya no hay niños que juegan en las calles.
El ejército de 462.511 faroleros desapareció, en su lugar hay focos ahorradores; no necesitan quién los encienda; ahora con los avances de la tecnología se encienden solos y desde cualquier lugar. Todos andan con un celular o una tablet; el libro parece el recuerdo de un museo perdido.
Se perdió aquella famosa reputación que tenía el geógrafo de la Tierra. Por ella, el Principito llegó directo a este planeta, pero no se fijó a qué parte, por eso llegó al desierto, porque no conocía la Tierra, quería conocer a los seres de este planeta, pero lastimosamente no encontró a ningún terrícola –con una sola excepción-; en cambio se encontró con animales que resultaron ser buenos amigos.
“(…) los 2 mil millones de personas grandes son ahora aproximadamente 100 mil millones. Europa y Canadá envejecen más rápido, ya no hay niños que juegan en las calles”.
Si volvería, sería al desierto. Aunque, si sus amigos animales lo vieran otra vez, después de tanta maldad humana, se esconderían y la serpiente le atacaría confundiéndole con un humano.
Al Principito no le agradaban las personas grandes y buscó a los niños; ahora no le agradarían ni los niños. Los grandes no cambiaron nada, sólo quieren ganar dinero todo el tiempo, son más egoístas y se olvidaron nuevamente del valor de la vida y de sus cosas verdaderamente preciosas, nunca disfrutan ni de su misma existencia. Ahora son incluso más voraces.
“Todos andan con un celular o una tablet; el libro parece el recuerdo de un museo perdido”.
Definitivamente, el Principito se arrepentiría de volver a la Tierra, de lo poco y rescatable que terminó viendo.
No encontraría el amor, o quizás se toparía con alguien igual que él. En estos tiempos turbulentos, un poco difícil hallar seres extraordinarios, deben estar ocultos y sin salir de sus cuevas.
Eso sí, encontraría un mundo en guerra. El Principito condenaría la invasión rusa a Ucrania, las amenazas de bombas nucleares y el armamentismo de las potencias de la OTAN. El fantasma de la guerra y de la destrucción total de la humanidad, siempre presente…
Quedaría espantado de la cultura que se volvió una mercancía más y del gasto de los gobiernos en otras cosas y no en apoyarla.
Sobre los derechos humanos, el panorama es desolador; se van instaurando dictaduras y tiranías. El principito se sorprendería al ver que los animalitos tienen más corazón que los que se reclaman humanos.Pero hay una luz en el túnel oscuro en que nos han metido los mayores: los niños, otra vez los niños, podemos cambiar el mundo con la ayuda del Principito y sus enseñanzas valiosas para volver a ser humanos. Si la humanidad pudo cambiar (más para mal que para bien), hay una pregunta flotando en el aire: ¿el Principito seguirá siendo el mismo?