Fotografías de Vassil Anastasov
Las obras de cerámica de Lourdes Montero, trabajadas a partir de la cuarentena de 2020, invitan a pensar en la fragilidad humana.
El trabajo de Lourdes Montero Justiniano es por mucho uno de los de mayor rigor técnico en el ámbito de la cerámica artística boliviana. Cada detalle en la elaboración de las obras ha sido cuidadosamente pensado y desarrollado por la artista: materiales, forma, textura, color. A partir de ese rigor técnico sus resultados siempre tienen la capacidad de transmitir una sensibilidad propia, un modo de percibir su entorno que expresa muy intensamente y que no deja de asombrar o interpelar al espectador.
¿Cómo podrían pasar desapercibidos ante esa personalidad los momentos de incertidumbre, de temor, de evidencia de nuestra frágil condición como especie ante la silenciosa fuerza de la naturaleza y que nos obligó al aislamiento a partir de marzo del 2020?
En ese momento, la oportunidad del trabajo en el taller –que está en su propia casa de La Paz– la íntima relación con la arcilla y la abstracción que genera el movimiento del material entre las manos al girar sobre la platina del torno, abrieron para Lourdes un espacio diferente, una oportunidad para la reflexión. Entonces se generó esta Hipótesis sobre el futuro que, a su vez, brinda múltiples sensaciones para que desde nuestra experiencia individual podamos seguir construyendo variadas miradas sobre el futuro; hipótesis que, como en este caso, reflejen la inquebrantable voluntad y esperanza de hombres y mujeres para seguir edificando un mundo de mayor solidaridad y esperanza.
Las 16 obras moldeadas por la artista, que terminó de darle forma en México a una afición a la que se acercó de niña en su natal Santa Cruz, se pueden apreciar hasta este martes 13 en la galería CreArte que se encuentra en la prolongación Montenegro 727, zona paceña de San Miguel.