OPERA NOP
¿Cómo tocar, musicalmente hablando, una pandemia? ¿Su irrupción suena a máquina? ¿Hay illas sonoras para frenar el miedo? El anhelo de que el virus se marche para no causar más dolor y muerte ¿podría ser un huayño?
De la frase “Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del mundo al revés“, de Eduardo Galeano en Patas Arriba (1998), extraje el título de mi obra para piano Caminar es un peligro, un set de seis piezas cortas para piano solo que enfocan la simetría desde diferentes puntos de vista. Entre las seis piezas se encuentra Reflejos del corazón en tiempos de pandemia, que tiene a su vez dos partes: “Irrupción” y “Anhelo”.
Reflejos del corazón fue compuesta durante el mes de abril de 2020, en los primeros meses del confinamiento, cuando sacábamos ventaja de nuestro indispensable autoasilo.
Impactado como estaba, como todos estábamos, me disponía a describir mis impresiones desde la música con la gran ayuda de mis amigos, los sonidos, que saltaban de un concepto a otro con demasiada facilidad, proseguían uno tras otro porque no estaban afectados, sólo cumplian mis órdenes como mensajeros de mi discurso, tal la gran libertad que experimenta el artista.
Irrupción
La primera parte es un retrato de la pandemia en nuestro planeta, en nuestro país, en nuestra casa. “Irrupción” dibuja su presencia y establecimiento, la devastación y sofocamiento que produjo.
A estas alturas, año 2022, podría decir que su descripción me hacía pensar que la enfrentaba, que reconociéndola la alejaba, algo así como agarrar infraganti a un ladrón o delincuente para después llevarlo a la cárcel. El lenguaje simétrico me permitía tomar todas las aristas del monstruo al que denominé “inversión en espejo caprichoso”, un ente que no se reflejaba como era, sino que asumía una forma caprichosa y rebelde, y que daba a ratos la sensación de ser irresoluble e imperecedero, que no encontraríamos la cura, que iba a durar para siempre.
Utilicé incluso tres pentagramas para un solo pianista, justificando su expansión. En el transcurso del tema, desordenados racimos de notas (clusters) en el registro grave anuncian su llegada, para encontrar casi inmediatamente el primer desenmascaramiento: una máquina, una máquina tipo Pink Floyd, dulce e inocente, que nos confundía, porque siguientemente mostraba su faceta destructiva, microscópica, tomando los extremos de la vida, paseándose por todo nuestro cuerpo. Posteriormente iba a presentarse a la inversa, atacando lo inferior, que fue al principio lo de arriba: quería tomarlo todo, quería debilitar nuestras fuerzas y dejarnos esclavos de su dominio. Una lucha a muerte que mágicamente, esperanzadoramente, intercala con la presencia de nuestra cultura ancestral, una melodía autóctona que interpone las illas como defensa divina, música mística para mí, en plena batalla.
Anhelo
La segunda parte, “Anhelo”, escrita en Rilasciato melinconia (melancolía liberada) es una consulta interna de mi propio espíritu, un sentimiento afectado de alegría contenida, una oración y a la vez una súplica. Canto terrenal jazzístico que ofrece un pequeño ritual y un sacrificio a la madre tierra a través de un huayño impresionista, surrealista porque comanda el ensueño, porque prefiero mantenerme en la inconsciencia de la música antes que aceptar la fatídica realidad. Por eso el huayño se pasea entre dos mundos, entre dos regiones armónicas que se encuentran, una en melodía, otra en espacio que sustenta. Luego se corta en súbito y da lugar al regreso del anhelo, esta vez en inversión libre para contar lo mismo pero al revés. He logrado deconstruir mi propia oración, he logrado sacudir mi miedo, al menos por un momento. La simetría me ha ayudado a descubrirlo. “Anhelo” termina con una coda que describe el retorno del agresor, la enfermedad en ola diferente que se diluye, que desaparece hasta morir, al menos ése es mi anhelo.