La conversación con Fernando Arze Echalar, actor, director y formador, lo encuentra mientras piensa en una mudanza. Planea irse de La Paz a Santa Cruz, un salto como el que dio hace 10 años desde Brasil. Esta década de papeles protagónicos en cine y de obras escénicas bajo su dirección le hace aspirar a más: quizás una escuela o un centro cultural.
¿De qué manera encuentras tu lugar en el mundo? A veces es de una forma suave; sin dudar, sólo caminas y haces. Otras, deteniéndote en alguna parte del camino, miras alrededor y te das cuenta de que nada de eso tiene sentido para ti, aunque parezca lo indicado. Esos son los momentos en los que, con la claridad suficiente y si te das la oportunidad de escucharte, puedes lograr la lucidez espiritual para dar un giro a tu vida. Tomas esa decisión que jamás habías siquiera supuesto. Hacer ese cambio determina la diferencia entre lo que vives y lo que en realidad quieres vivir.
La primera vez que supe de Fernando Arze fue en 2012, hace diez años ya, en el Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez de La Paz. Él dirigía la obra Arte (Yasmina Reza), una refrescante propuesta, una comedia moderna a cargo de tres de los mejores artistas bolivianos de la escena, como son Luigi Antezana, Cristian Mercado y Gory Patiño.
Arte fue una especie de detonante para todo lo que sucedió después con Fernando. Surgieron nuevas ideas y propuestas que lo animaron a dejar Brasil definitivamente y trasladarse de vuelta a su tierra natal, donde ha marcado una década con mucho teatro y mucho cine.
Su oficio ha sido siempre la brújula con que ha definido los cambios en su vida. “Agradezco la cantidad de trabajo que he podido hacer en Bolivia. Lo lindo es que se puede hacer de todo, de cierta forma es más fácil multiplicar tareas aquí que en otros países”.
Su oficio ha sido siempre la brújula con que ha definido los cambios en su vida.
Tres películas nuevas
Prolífico, siempre en constante movimiento y con nuevos proyectos, Fernando Arze Echalar acaba de regresar de Ecuador, donde estuvo durante varias semanas rodando el rol coestelar del largometraje Los ahogados, escrito y dirigido por Juan Sebastián Jácome y Víktor Mares. Ambos realizadores vieron el trabajo de Arze Echalar porque la película Cenizas (disponible en Prime Video), de Jácome, estuvo circulando en los mismos festivales y certámenes internacionales que Muralla (Gory Patiño, Bolivia, 2018) y El río (Juan Pablo Richter, Bolivia, 2018) que también está en Prime Video. En ambas obras bolivianas, Fernando interpreta a personajes protagónicos. Esto provocó el interés de los realizadores, quienes lo convocaron para el casting de Los ahogados. La película de suspenso de Abaca Films está hoy en fase de posproducción.
Fernando prepara ahora un nuevo corto, “Lo que nos queda”, producción de Qinaya Films y SapoDoMundo Films y los próximos meses estará en Santa Cruz de la Sierra para filmar Fracturas, nuevo largometraje boliviano, un drama judicial cuyo estreno se prevé para 2023.
Todo esto, más la escritura de guiones, la dirección y actuación en cortometrajes y la planificación de obras de teatro son elementos para un año importante en la vida de este actor, director y escritor boliviano, que acaba de cumplir 50 años de vida y 25 como artista.
¿Cómo comenzó todo?
Su “vida anterior”, como él la llama, transcurría sin mayor novedad, se había graduado como ingeniero eléctrico y no había considerado jamás la actuación como un camino posible. Mientras estaba de vacaciones en Río de Janeiro, ciudad en la que vivía con su madre Leonor, una amiga de infancia lo persuadió para que la acompañase a averiguar por unas clases de teatro. La búsqueda no prosperó, pero una tarde en la que iban al cine se toparon con un centro cultural donde ofrecían esos cursos y Fernando acompañó a su amiga a una clase de prueba. Una vez ahí se presentó como espectador, sin interés en participar, pero poco duró su postura, pues pronto se vio inmerso en la dinámica de la sesión y partícipe de una improvisación en la que algo emergió de él con tal fuerza que le queda esa sensación y no tanto el detalle de su interpretación en esa clase.
Fernando recuerda aquel momento como un estado de trance y de enorme ansiedad, al punto que cuando terminó quiso salir, pero no pudo encontrar la puerta. Se suponía que esa tarde estaba yendo al cine y terminó como parte de un taller de teatro. La descarga de adrenalina duró varios días y por varias noches no pudo dormir: algo se le había entrado al cuerpo y aún no sabía qué era. Su madre le dijo “tú estás feliz”, pero él no se sentía así. Era incapaz de racionalizar lo que le estaba sucediendo. Dejó de ir a su trabajo como pasante en un hotel y dos días después, cuando tocaba la siguiente clase, se encontró en el bus camino al centro cultural. Estaba ahí, había hecho el viaje, pero el miedo no lo dejaba asumir que la decisión ya estaba tomada. “Cada martes y jueves sufría el trayecto y sufría la clase, no quería ir, pero lo que sentía al terminar cada sesión era indescriptible.”
Ejercer el libre albedrío
“He tenido muchas dificultades, muchos momentos de crisis, pero si hay una cosa que puedo afirmar es que nunca he hecho algo que no me ha gustado o que no quería hacer”. En ese camino “me he equivocado muchas veces, pero me he mantenido en el lugar que elegí”.
Piensa con frecuencia en el futuro y en la idea de no actuar por una u otra razón, lo cual le provoca soñar más y en más posibilidades. “Por eso escribo y dirijo”, dice.
Uno no sabe lo que es realmente capaz de hacer si no fuera porque a veces y –afortunadamente– alguna fuerza extraña nos empuja a abismos tentadores, a los que no iríamos por voluntad propia. Quizá por eso es que ha decidido mudarse de La Paz a Santa Cruz y experimentar una nueva etapa, con muchas ideas, como generar una escuela, un centro cultural, seguir enseñando, pero con la claridad de que hacer cine es su prioridad, sea actuando, escribiendo o dirigiendo.
¿A qué le teme? A muchas cosas, dice. “Cambiar de país o de ciudad causa miedo, cada vez tengo más miedo al cambio, pero me aterra más no cambiar, ser la misma persona que era hace 20 años; a que mi vida no tenga sentido y, mientras más vivo, menos sentido le hallo, lo que está bien, quizá ése es el sentido. Quizá ésa sea la búsqueda: no necesitas un sentido para ser feliz.”
¿Crees que eres una mejor persona a partir de haber dado un giro de la ingeniería al teatro? “El teatro es una oportunidad para entender mejor al ser humano y yo tomo esa oportunidad. No sé si eso me hace una mejor persona; puede ser”. Yo diría que sí.