¿Cuál es la banda sonora del proceso de reconquista democrática en Bolivia? ¿Qué pasa hoy, a 40 años de ese proceso?
“¡En huelga de hambre cuatro mujeres y catorce niños!. Exigen amnistía general…”, retumba en la radio Pio XII y en los centros mineros la noticia que radio Fides difunde en las ciudades. Como música de fondo se escucha: Ya la pagarán, no llores prenda, pronto volveré…
El 28 de diciembre de 1977, cuatro mujeres mineras inician un piquete de huelga de hambre contra la dictadura de Hugo Banzer Suárez y a los pocos días se suma Domitila Barrios (1) (Chungara). Exigen amnistía para los presos y exiliados políticos y el retorno de la democracia mediante elecciones generales. A ellas se adhieren mineros, fabriles, obreros, campesinos, universitarios y sacerdotes jesuitas como Luis Espinal (2) y poco a poco todo se convierte en un río que crece en caudal y esencia. (3)
En 21 días de huelga se consigue un primer triunfo: amnistía general y convocatoria a elecciones que desembocará, meses más tarde, en la salida de Banzer. Pero éste sería sólo el principio de una larga lucha que duró más de cuatro años y nueve presidentes hasta conseguir la retirada final de los militares y la restauración democrática en 1982.
Pero empecemos por el principio. En 1964, el golpe de Barrientos y Ovando contra Paz Estensoro da inicio al periodo de las dictaduras militares en Bolivia. Ese periodo se caracterizará por la violencia, la corrupción, el narcotráfico, la arbitrariedad, la censura, la persecución política, las detenciones, arrestos, exilio, desapariciones forzadas, torturas, asesinatos, “accidentes” en helicóptero, masacres, restricción de libertades y violación de los derechos humanos. La resistencia a estos regímenes y la lucha por la democracia fue protagonizada por un conglomerado de sectores sindicales, políticos, clases trabajadoras, universitarios, guerrilleros, artistas, músicos y la gran mayoría de la sociedad boliviana. Esa lucha duró 18 años y costó mucha sangre y muchas vidas.
Todo ese proceso político/militar, que constituyó una seguidilla de usurpaciones de poder por la fuerza, estuvo acompañado por un componente tecnológico: los registros fonográficos accesibles en esa época, que fueron utilizados como herramienta para la difusión de ideas políticas tanto de izquierda como de derecha. Si bien en Bolivia ya existía, desde 1949, la empresa discográfica Discos Méndez, no se logró asimilar la importancia del registro sonoro en el ámbito político sino a inicios de la década de los 60.
Una de las primeras referencias musicales en Bolivia con algún contenido político podría ser el de la cacharpaya Ciento por ciento (4), más conocida como Curahuara de Carangas Palomitay. Su contenido político está implícito en la letra que versa sobre la venganza por un engaño amoroso, pero por la localización geográfica referida y por la época en la que salió, es muy evidente que trata de la venganza de los Falangistas por los campos de concentración y tortura que instituyó el MNR para los opositores a su gobierno. La canción “de amor” (5) pudo así ser difundida tranquilamente por todas las ondas radiales del país.
Una de las primeras referencias musicales en Bolivia con algún contenido político podría ser el de la cacharpaya Ciento por ciento, más conocida como Curahuara de Carangas Palomitay.
Tres vertientes
La revisión discográfica (6) permite una categorización (subjetiva) del espectro de música popular producida en el período militar. Se perciben así tres vertientes grandes (7): la música folklórica, el rock/jazz y la música bailable-disco/cumbia.
El folklore llegó a su punto más alto con el denominado neofolklore (8), encabezado por el trío Domínguez-Cavour-Favré. Prolifera también la música tradicional o autóctona gracias a la recopilación, grabación y difusión que hacen grupos como Wara, Aymara y Boliviamanta. Igualmente aparecen muchísimos discos de bandas de metales como Pagador, Imperial y otras.
El rock empieza con la nueva ola (9) y sigue su camino hasta fusionarse con ritmos e instrumentos andinos; grupos como Wara, Khonlaya o Sol Simiente Sur son el ejemplo. Algo similar sucede en el jazz, con Johnny Gonzales y Tiahuanacu Brass.
En cuanto a la música bailable, hay un incremento en la producción de placas de orquestas como Swingbaly o Los Tropicales, que además interpretan folklore. Surgen también grupos que fusionan música disco con ritmos e instrumentos andinos (10), por ejemplo Luz de América.
Propaganda sonora
Con el inicio de las dictaduras se difunden discos de propaganda política partidaria del MNR, o discursos y mensajes a la nación de militares golpistas como Barrientos, Ovando, Banzer, Pereda Asbún y otros, con canciones del folklore boliviano e incluso sikureadas. Se trataba de sugerir que estaban “con el pueblo” sólo por incluir instrumentos o ritmos andinos y letras modificadas a su antojo para lavar la cara de su régimen.
En el otro frente, la represión, la persecución y la restricción de libertades provocó la reacción de jóvenes músicos con militancia y compromiso político, como Nilo Soruco o Benjo Cruz, los que denunciaron en sus canciones las torturas y otras atrocidades de los regímenes autoritarios. Esto les costó, al primero la tortura y el exilio, y al segundo la vida por su incursión en la guerrilla de Teoponte (11).
No faltaron discos con mensaje político y contenido ideológico de izquierda, por ejemplo el que produce el Ejército de Liberación Nacional en apoyo a las guerrillas, con música de protesta, trova cubana y Nueva Canción Latinoamericana.
Este tipo de música llamada “comunista” estaba censurada y, por tanto, era peligroso difundirla tanto para la radioemisora, los locutores y sonidistas, como para los propios músicos, quienes difícilmente lograban grabar los conciertos en vivo desde el exilio. Existían, sin embargo, las radios mineras, rebeldes y comprometidas con el pueblo, como la Pio XII del centro minero Siglo XX, o Nacional de Huanuni, y más de 20 otras emisoras (12) que no tenían miedo de difundir música militante políticamente (13), música minera (14) o música tradicional, además de informar y mantener vivas las lenguas originarias.
La situación en las ciudades era mucho más complicada, ya que la vigilancia, la escucha, el espionaje, la persecución y las intervenciones (15) o tomas de las radioemisoras estaban a la vuelta de la esquina, con los milicos haciendo rondas en las calles y los tanques en las plazas.
El exilio
Al darse cuenta los militares de la importancia que tenían los registros sonoros para la difusión de sus ideas, también comprendieron que había que eliminar toda la contraofensiva ideológica que venía a través de los discos, de la música y del mensaje que contenían. En ese contexto de censura y represión violenta, muchos músicos salieron exiliados.
Nilo Soruco, Jesús “Jechu” Durán, Arsenio Mayta (16) de Kalasasaya, los hermanos César y Jaime Junaro, Carlos López de Savia Nueva, Luis Rico y muchos otros (17) tuvieron que salvar sus vidas refugiándose en el extranjero. Estando allá compusieron canciones como la famosa Caraqueña (18) que Nilo Soruco (19) compuso en Caracas, o La Cacharpaya del exilio, de Jesús Durán (20), o el disco Ordalía Inconclusa que Arsenio Mayta y el grupo Kalasasaya (21) grabaron en Ecuador.
En Bolivia se quedaron músicos que no exponían tan explícitamente sus militancias, o que las encauzaban por la vía de la reivindicación cultural (22) de la música tradicional (23) como forma sutil de protesta. En esos tiempos, esta música era muy discriminada por ser considerada “de indios”; entonces, tocarla era identificarse con ellos y hasta con sus pensamientos, sus pensadores (24) y sus posturas políticas.
Claro que también hubo músicos despolitizados o no militantes, dedicados únicamente a la música como negocio. Hacían folklore costumbrista, rock infantilizado y música disco o cumbia. Toda esta música “políticamente correcta” y aceptable para los militares era la que se difundía por las ondas de las principales radioemisoras o televisoras nacionales.
En tal contexto, escuchar por radio la noticia de la huelga de hambre de cuatro mujeres mineras, con música de La Caraqueña, que se convirtió en el himno de la resistencia, debe haber sido un momento sublime y esperanzador para toda la población que lloraba a sus muertos, buscaba a sus desaparecidos y esperaba con ansias la llegada de sus exiliados.
La valentía de las mujeres, de la música, del arte y del pueblo liberaba las aguas con el anuncio del principio del fin de las dictaduras en Bolivia. Todavía faltaban cuatro años, tres golpes, dos sucesiones de Congreso, cuatro transiciones militares, elecciones con 103% de votantes, asesinatos y desapariciones de personajes muy importantes, por ejemplo Marcelo Quiroga Santa Cruz (25) además del mencionado Luis Espinal, narcotráfico, corrupción, torturas, etc. Por toda esa inestabilidad social y política, en esos cuatro años (78-81) hubo muy poca producción discográfica boliviana, pero las aguas de la libertad ya estaban encauzadas.
Las dictaduras se van
A inicios de la década de los 80 muchos artistas salen nuevamente al exilio y otros regresan (26) clandestinamente o son repatriados (27). El gobierno de Luis García Meza, aunque muy violento y represivo, se debilita rápidamente, dura apenas un año y diecisiete días; gracias a la presión popular de la serpiente extensa (28) que inundaba las calles como ríos, además de las disputas internas entre militares y la presión norteamericana, termina por renunciar. Se traspasa el mando a una junta militar, luego al General Torrelio y finalmente al General Vildoso. Éste devuelve el poder a un civil, Hernán Siles Zuazo, quien se convierte en el símbolo personificado del retorno de la democracia. Para no perder la costumbre, éste produce dos discos de propaganda política: Canciones de Unidad y La UDP canta con el Pueblo.
En los 80, con el neoliberalismo creciente, la música toma un rumbo diferente. Muchos de los músicos militantes logran finalmente grabar las canciones de denuncia que tenían guardadas por años, como La Noche de San Juan, Pim Pum Pan o Ya la pagarán de Nilo Soruco.
Quedan sin efecto la censura, la prohibición y las restricciones de aduana que habían impedido el ingreso de música extranjera potencialmente “sospechosa”, así que las empresas disqueras y sellos como SABA, MS, Campo, Alborada e Imperio amplían sus repertorios y aceptan más música joven. También se crean empresas o sellos como Musilandia, Discos Cóndor, Discos Javier, Discos Álvarez (29), PRO AUDIO y MCB (Música Contemporánea Boliviana). Con esta apertura, el panorama musical empieza a expandirse.
En el contexto mundial se consuma la globalización. En 1981 se funda la cadena de música por televisión MTV (Music Television), muere John Lenon, considerado un ícono de la paz mundial, y surgen las grandes estrellas del pop como Michael Jackson y Madonna.
Se perfeccionan y se popularizan nuevas tecnologías en instrumentos musicales como sintetizadores, teclados y cajas de ritmos, lo que influye mucho en la forma de hacer música. Asoman nuevos géneros musicales como el New Wave, el Synth Pop, la música electrónica y el rap. También toman fuerza y relevancia mundial géneros como el Heavy Metal que, gracias a MTV, pasan del underground (30) al mainstream (31).
En Latinoamérica, Inglaterra invade territorio argentino y se produce la Guerra de las Malvinas. Todos los países víctimas de las dictaduras del Plan Cóndor empiezan a cerrar sus ciclos militaristas, excepto Chile, donde el asesino Pinochet se aferra al poder hasta 1990.
En Perú y Bolivia surgen nuevas organizaciones armadas como Sendero Luminoso y el Ejército Guerrillero Tupac Katari (EGTK). Musicalmente, se masifica la cumbia, crece el “rock en nuestro idioma” y el pop comercial latino.
Como ya se ha dicho, en los primeros años de la década del 80, nuestro país vive el último estertor de la dictadura militar. Con la apertura democrática llega nueva música o música que antes estaba censurada y esto influye en los creadores bolivianos. Pero no sólo hubo exiliados políticos, también un gran contingente de músicos autoexiliados que por la falta de oportunidades, recursos y libertades en Bolivia se habían ido mayoritariamente a Europa o Asia, llevando su música andina. Éstos también deciden que es hora de retornar y llegan con nuevas ideas, sobre todo para hacer del folklore un producto de exportación comercial de calidad, que sea vendible al público europeo y asiático.
Aparecen figuras jóvenes. Los de la “Generación de Oro” (32) iban terminando sus carreras y los militantes revolucionarios dirigían su música hacia otras temáticas. En ese contexto surge con fuerza el estilo de folklore comercial o folklore romántico, con los mal llamados chuntuquis y sayas (caporales) propuestos por Los Kjarkas (33), Proyección, Amaru, Llajtaymanta, Bonanza y otros.
Entran en su etapa más prolífica y de mayor fama mujeres cantantes y compositoras como Matilde Cazasola y Jenny Cárdenas, y grandes intérpretes como Emma Junaro, Enriqueta Ulloa, Zulma Yugar, Ana Céspedes y el grupo Femenino Bolivia.
También se forman grupos como Kollasuyuñan, Kollawara, Grupo Coca, Jacha Mallku, Rijchariy, Norte Potosí, Paja Brava y Canarios del Chaco. Julio César Paredes se hace solista y grupos como Altitud, Altiplano, Luz del Ande, Andesol y Bolivian Jazz incursionan en la fusión.
Jesús Durán y el Taller de Música Popular Arawi, Marcelo Urioste, Cantos Nuevos, Sobrevigencia y Manuel Monroy Chazarreta son de los pocos que mantienen una línea política de izquierda y que expresan la influencia de la poesía, la belleza del lenguaje y el contenido social en sus canciones.
Simultáneamente surge con muchísima fuerza la música disco chicha y la cumbia chicha boliviana gracias a las influencias de la cumbia chicha peruana y el New Wave y el Ítalo Disco que llegan desde Europa. Este género adquiere matices propios al fusionarse con la música andina de raíces aymaras y quechuas. El gran contingente de extrabajadores mineros expulsados por la relocalización de 1985 migran a los valles de Cochabamba y es allí donde se produce este fenómeno musical que se vuelve realmente masivo gracias a la empresa Discos Cóndor. Grupos como Los Ronisch, Maroyu, Iberia, Marfil, Climax y otros se hacen famosos en el ámbito latinoamericano. Su propuesta es música con acordes y las escalas andinas mezcladas con el sonido de las nuevas tecnologías de la época, teclados, sintetizadores, baterías electrónicas; es un sonido fresco, moderno, y con esencia andina. Hacen referencia a la pobreza, la clase trabajadora, pero sobre todo al desamor, con melodías tristes sobre ritmos bailables: la fórmula perfecta para triunfar en un continente explotado y una gran mayoría de clases trabajadoras saliendo de la dictadura y entrando en la hiperinflación que nos regaló inmediatamente el neoliberalismo.
Finalmente, también se da un cambio generacional en el rock boliviano; aparece el Heavy Metal y bandas como Stratus, Trueno Azul, Metalmorfosis, León heráldico, Trilogía y Dies Irae, y el punk con bandas como Ni Modo y Secuencia Progresiva.
Empieza la nueva era del pop rock con Coda 3 y LouKass. En este sentido, el rock se divide en comercial y no comercial. Este último sería todo el movimiento subterráneo o underground que se inicia en esta década. El heavy, el thrash, el punk son estilos que, aunque llegan de Norteamérica o Inglaterra, calan profundamente en un sector de la nueva generación de jóvenes que habían vivido su infancia en dictadura y empezaban su juventud con desempleo y devaluación monetaria.
Generacionalmente, la situación social y política produce bronca e impotencia, lo que explica la identificación de ciertos sectores con esa música agresiva, veloz y violenta denominada “música pesada”. La bronca se canaliza en la formación de grupos, algunos con letras de protesta y otros no, pero con la característica común de la expresión de rabia e inconformidad a través del ruido y la vestimenta.
Cambio y música
Después de cuatro décadas cambió mucho el mundo, la tecnología, la política, la forma de hacer y hasta de escuchar música. Apareció el internet y la información y la comunicación se expandieron infinitamente; pero la democracia todavía sigue débil. Tras el golpe de Estado y la muerte de 37 personas el año 2019, en Senkata y Sacaba [NdE] (34), casi ningún músico dijo nada. La música con contenido político social o de denuncia se restringe casi exclusivamente al punk, al rap y, en algunos casos raros, al metal, con ciertas excepciones dentro del folklore o de la mal llamada trova o canción boliviana.
Las sociedades todavía necesitan cambios que eviten, por ejemplo, el asesinato de mujeres y no sólo por imposiciones religiosas como pasa en Irán. La música siempre fue, es y será vital para acompañar las grandes transformaciones sociales.
Como dijo Hernán Siles Zuazo en su discurso del retorno de la democracia: “¡Que nunca más vuelvan los gobiernos de facto ni la prepotencia de las armas fratricidas!”
O mejor aún, como decía Nilo Soruco: “¡Hay que empuñar la guitarra como un fusil para luchar contra el imperialismo!”
¡CANTO QUE HA SIDO VALIENTE SIEMPRE SERÁ CANCIÓN NUEVA!