¿Puede un guía no conocer el destino?¿Podemos ir hacía donde no sabemos? ¿Para qué? ¿Por qué aceptar ser guiados por una persona que no conoce el destino? Tales cuestiones se plantea Sergio Mercurio a medida que escribe sobre la película Obra sin autor (traducida en castellano como No dejes de mirarme), del alemán Von Donnersmarck.

Quiero imaginar que el personaje de la historia de Florian Henckel von Donnersmarck se llama Kurt en honor a Voneguth. Si es así, debo afirmar: “si esto no es hermoso yo ya no sé lo que es hermoso”. Me refiero a No dejes de mirarme (2018), la película del director germano (que acaba de ser incluida al catálogo de Netflix).
La historia sucede en todas las Alemanias posibles. La de Hitler, la socialista, la federal, la posmoderna y la de todos los tiempos. Es muy importante que atraviese momentos tan pero tan diferentes, porque ésta es la garantía que nos permitirá advertir lo que el autor quiere decirnos.
La historia nuestra sucede siempre. Siempre sucederá. Volverá a suceder. No importa dónde estés, incluso en el infierno sucederá. Como existen dentro de la película al menos tres historias importantísimas y que nos hacen prestar atención a todos los fatos es que, posiblemente, al terminar de verla no entendamos de qué se trata. Es posible que sientas lo que yo sentí. ¿Por qué aparecen los títulos?
La película alemana Werk ohne Autor (Obra sin autor), traducida al castellano como No dejes de mirarme, trata de algo que no pude explicar hasta que encontré a alguien que curiosamente duerme en mi cama hace más de 20 años. Ella me lo explicó. Me explicó algo que mientras yo veía la película sin entender, me acordé justamente de ella. ¿Qué es eso? ¿O qué será, qué será? Tener que recurrir a otro para estar mejor, comprender, sentirse ayudado y sentirse más completo es algo que no hacen los obras sociales. Ninguna.
El orden social está estructurado con una promesa. Llegar lo más arriba posible. Allí seremos felices porque allí nadie podrá cagarnos. E incluso podremos disfrutar al ver cómo los otros se joden. Eso es lo que inculca el profesor de la película. El que aparece primero. No hay que ser uno de los mejores, hay que ser el mejor. Quién dice eso no es el profesor de arte, sino el profesor de ginecología. El infernal suegro de Kurt. El que oculta lo que ha hecho y va manteniéndose por su capacidad de hacer lo correcto sólo una vez.
El filme desarma paradigmas como: «la verdad triunfa» o «finalmente hay alguna esperanza». Trata de algo más profundo que no me animo a nombrar. ¿Por qué se llama Obra sin autor? ¿Existe alguna obra sin autor? ¿Es la provocación del guionista para que nos preguntemos cosas de nuestra vida? Creo que puede ser todo eso.
La película alemana me ha llegado cuando disfruto no saber y continúo a tientas. Mi padre me obligó a verla. Algo me dice que lo hizo para que se la explique. Voy a hacerlo. La historia trata de un profesor de sombrero. El segundo, el que aparece más allá de la mitad de la película. Un profesor de arte que no muestra la coronilla. El que acepta el ingreso de nuevos alumnos y el de Kurt. El que se ha escapado de la RDA, donde era un excelente pintor del realismo socialista y que acaba de llegar a la cuna del arte posmoderno en una universidad de la Alemania capitalista.
La película va a responder que por supuesto no es necesario un guía que sepa. El guía que aquí aparece es el que yo estoy buscando en este preciso momento. El que sospecha, estimula, provoca y nos hace enfrentarnos con diversos mecanismos que nos hacen olvidar nuestra propia verdad.
Este profesor está buscándose como artista. Un alumno, que luego será su amigo, va a hacerle la visita guiada. Vemos cosas que, sin duda, debían de haber sido innovadoras en los sesenta y con eso me refiero a una tipa que corta un lienzo que debería pintar, a dos tipos que pintan pintándose a ellos mismos. Es aquí donde vamos a conocer al profesor del sombrero en acción creativa. ¿Y qué hace? Apenas lo presentan vemos que el tipo está apilando grasa y fieltro en un rincón. Es algo así como una performance muy aburrida. Obviamente está con su sombrero. Sabremos allí que nadie lo ha visto sin ese aditamento y sabremos allí, también, que de hecho hay ¿alumnas? que se han acostado con él, y pudieron verlo totalmente desnudo; incluso han tenido sexo, pero ninguna lo vio sin su fetiche.
Acto seguido, el alumno Kurt está frente al profesor en el momento en que se decidirá si lo aceptan. Sabe que debe mentir la edad, ya que los artistas que son interesantes nunca pasan de los 26 años. El protagonista se olvida cuatro: es un modo de que entendamos que es su última chance. Sucede entonces que el profesor le hace una pregunta que él no sabe responder, pero éste intuye algo y coloca el apto en su ficha. En ese momento no llegamos a darnos cuenta de que el profesor sabe todo lo que hay que saber. No sólo en esta carrera o en esta historia, también en la vida. El profesor del sombrero es el guía. Pero la película insiste en mostrarnos que es desagradable. Según se cuenta, jamás se ha molestado en ver los trabajos de los alumnos. Sólo guía diciendo cosas que quizás únicamente él entiende.
¿Es un guía al que nada le sorprende? Es un guía al que no le interesan los guiados. Como todo va en esa dirección, el guionista nos hace sospechar que el guía no sabe. ¿Puede un guía no conocer el destino? Esto inaugura la gran pregunta de esta historia y toda la humanidad ¿Podemos ir hacía donde no sabemos? ¿Para qué? ¿Ésta es la pregunta de la humanidad?, ¿Por qué aceptar ser guiados por una persona que no conoce el destino? Sí y No son respuestas correctas, creo.
La película va a responder que por supuesto no es necesario un guía que sepa. El guía que aquí aparece es el que yo estoy buscando en este preciso momento. El que sospecha, estimula, provoca y nos hace enfrentarnos con diversos mecanismos que nos hacen olvidar nuestra propia verdad. No puedo dejar de emocionarme al darme cuenta que escribir me hace entender y entenderme, y que ahora mismo estoy descubriendo de qué se trataba la película.
El que la tradujo como No dejes de mirarme entendió sólo una parte. No la entendí cuando la vi, es ahora que lo hago. No fue cuando mi mujer me explicó el final, sino ahora, mientras escribo. Me da pudor sentir lo que voy a decir, pero soy mi propio guía y me guío hacia donde no sé. Vivir tiene que ser eso. Ir hacia un no lugar. Eso es el arte. Para llegar allí hay que despojarse de uno mismo, no ser para que la obra sea. Vivir es una obra sin autor. Eso es también la libertad. Para hallarla necesitamos un profesor con sombrero. Se puede llamar también Benedictus Spinoza, claro.
La sabiduría, la creación, el encuentro con Dios, la alegría verdadera, y por sobre todo el arte, no solamente no debe ser explicado: no lo necesita. El encuentro con la verdad artística genera un profundo vacío. La obra maravillosa, además, no tiene autor. La obra sin autor es por ejemplo el universo.

¿Alguien descubrió algo esta semana?, pregunta en una clase el profesor con sombrero. Todos se callan y después ríen cuando Kurt afirma que descubrió que seis números juntos pueden ser hermosos. El profesor lo mira y Kurt dice que si se lee en el diario los seis números que salieron en la lotería y son los propios, es algo hermoso y explica el mundo*. El profesor corta la clase, echa a todos y lo llama. Ha decidido ir a ver, por primera vez, el trabajo de un alumno. Chau.
¿Qué va a pasar ahora? Kurt va a ordenar su atelier y el profesor va a ver todo, en silencio, y entonces hará lo que nunca ha hecho. Se sacará el sombrero. ¿Qué significa eso? En este momento sabremos la verdad del profesor. Sabremos que a él solo le interesa algo y ese algo es no mentir. Al ver el trabajo de Kurt, le pregunta si realmente él está en esos trabajos. Acto seguido Kurt quema todo. Ahí empieza el gran silencio. Un silencio blanco. Un silencio que va a llenarse antes del final, cuando Kurt haciendo caso a su profesor conecte con su esencia e intenté el ejercicio de crear sin dejar de mirarse.
En algún momento Kurt conecta y pinta algo aleatorio. Lo hace de una manera intensa y constante. Realiza muchos cuadros y se siente poseído pintando fotografías inconexas que luego un poco borra. Termina de hacerlo. En ese momento el otro profesor, el maldito, el ginecólogo que es su suegro, ve el trabajo de Kurt y por primera vez en su vida se deshace. Esto lo sabremos sólo quienes observamos la película. Observar la verdad lo destruye. No hay consecuencias judiciales, es sólo la verdad que destraba el mundo en total silencio.
En la historia podemos imaginar que tal vez por ello nazca el hijo de Kurt, éste se torne reconocido, sus amigos lo cerquen, lo estimulen, y el profesor del sombrero compre un cuadro suyo; uno que tiene una historia inentendible para ese profesor pero que siente que es una obra verdadera.
El reconocimiento le llega a Kurt de una manera intempestiva y en ese momento en que debe explicar todo, calla. Aquí está lo que mi padre quiere que yo explique de la película. Voy. La sabiduría, la creación, el encuentro con Dios, la alegría verdadera, y por sobre todo el arte, no solamente no debe ser explicado: no lo necesita. El encuentro con la verdad artística genera un profundo vacío. La obra maravillosa, además, no tiene autor. La obra sin autor es por ejemplo el universo. Es el Dios de Spinoza. Un árbol, la luz que recibe una fruta, la risa espontánea de un alguien que descubre el mundo, la forma de un caballo, una persona que se equivoca y no se castiga, el que comparte alegremente algo muy difícil, la textura de un cálculo, una mano infantil acariciando algo, quien al percibir el suelo que habita respira profundamente, la incomprensión acompañada de una curiosidad constante, el silencio que sucede a ciertos actos arriesgados, entre otras cosas.
Florian, el director y guionista, dice que no sabe explicar lo que hizo. ¡Qué maravilla! Si eso no es hermoso, yo ya no sé lo que es hermoso. De otro modo Atahualpa Yupanqui puede agregar.
Sí, la tierra señala a sus elegidos.
Y al llegar el final, tendrán su premio, nadie los
nombrará,
Serán lo «anónimo»,
Pero ninguna tumba guardará su canto…