Será que la Secretaría municipal de Culturas de La Paz está en modo de naufragio, se pregunta Toto Torres. Tal vez por eso raciona la entrega del libro de Arturo Borda editado por su predecesor, como hace con cada fondo, cada proyecto. A ver si así alcanza para llegar al fin de su gestión.
La primera vez que escuché hablar de El Loco de Borda fue hace más o menos 20 años, en la feria dominical de El Prado. Allí había un sector de libreros y un señor que recorría todos los puestos preguntando por El Loco. Luego escucharía nombrar el libro tantas veces, que una mezcla de curiosidad y deseo de tener algo que nadie conseguía me convirtió en uno más de los que buscaba la obra de Arturo Borda entre los libros usados. Una vez encontré uno de los tres tomos, pero el precio que pedían era demasiado para un estudiante universitario; creo que fue por eso que durante un tiempo dejé de buscarlo.
El 23 abril de 2021, la anterior gestión municipal presentó una segunda edición de la obra íntegra de El Loco. Por la pandemia, se habilitó un formulario en línea que debías llenar para entrar a la presentación: no tuve suerte; cuando traté de llenar el formulario ya no había espacios disponibles. Pero el libro existía y la alcaldía había dicho en sus redes: “Quédate atento, pronto anunciaremos los puntos de distribución del libro”. El tiraje era de 500 ejemplares, así que seguro podría comprar una copia. Pero no, durante más de un año El Loco estuvo fuera del alcance de la población.
Durante la Feria Internacional del Libro de La Paz (FIL), por fin la alcaldía puso el libro a la venta.
Termino mi día de trabajo, voy a la feria, llego al stand y el encargado me dice que no puede venderme el libro porque solo tienen 150 ejemplares que deben durar hasta el final de la FIL. Que la orden recibida es vender no más de 10 ejemplares por día y que las órdenes se cumplen.
Molesto, me alejo del stand pensando en lo absurdo de la situación. ¿No quedaban mejor vendiendo todos libros los primeros días, anunciando una segunda edición y registrando el nombre de los interesados en una preventa? No entendí la lógica detrás de la decisión mezquina de no vender un libro.
Más tarde le di muchas vueltas al caso, buscando alguna situación que por analogía me ayudase a entender la decisión que la alcaldía había tomado, hasta que pensé en un náufrago que mide cada gota de agua con la esperanza de que lo que tiene alcance un día más, y que ese día sea el que lo lleva por fin a tierra firme. Entonces me dije: tal vez la Secretaría de Culturas está en modo de naufragio, racionando cada libro, cada fondo, cada proyecto, tratando de que lo que tiene sea suficiente para llegar al final de esta gestión; eso sí, siempre sonriendo en la foto para que nadie sospeche lo que empieza a volverse evidente.