Fotografías de Efraín Bueno
El día en que con cientos de charangos se enterró en La Paz a Ernesto Cavour, Luzmila Carpio abrió con su propio charango el concierto –que incluyó un tema de homenaje al maestro– en el escenario de la Feria Internacional del Libro.
El fantástico violín del ruso Alexey Musatov se escuchó entonces y apareció la Abuela Grillo en las pantallas. Tan grande es el Vj Sirio Alvante, que escogió la escena de la venia en la animación para hacer coincidir con la venia de nuestra Luzmila al terminar la canción. La noche anterior había llovido. Días de un extraño frío. Estamos en agosto, mes de la Pachamama. La ofrenda aquí fue musical.
La octava superior vino después, cuando la Pachamama se extendió para transportarnos directamente a Júpiter y Saturno: no se necesita de cohetes para viajar por el universo, con tan sólo escuchar el último disco de Luzmila Carpio se puede recorrer el cosmos de una manera privilegiada. Los errantes y la danza cósmica, entonces, no sólo evocaron el color y el silencio del espacio. ¿Qué hubieran dicho Carl Sagan y Vangelis al escuchar este concierto, casi plegaria? ¿Qué habrá pensado la socióloga Silvia Rivera, presente, al escuchar atentamente a Luzmila? ¿Qué habrá dicho la Tikita que habla quechua en el Tik Tok? ¿Qué habrá sentido el público que se hizo presente con su alegría en el concierto de la Luzmila?
Aún recuerdo que en una presentación de su anterior disco, junto a músicos franceses, un hombre de mal gusto le gritó desde el público que tocara su charango “como antes”; dándole órdenes, de manera despectiva y desubicada. Lo hicimos callar al segundo, por supuesto, porque los que amamos a esta mujer sabemos que siempre vuelve reinventada, renovada, con alianzas con músicos del mundo. Esta vez volvió a sorprendernos. Porque regresó como el sol vuelve cada día, pero con una configuración musical nueva, electrónica, contemporánea, mixeada como ya la habíamos escuchado digitalmente. Esta vez llegó con dos músicos que hicieron magia en el escenario: el violinista, y Leo Martinetti, el arreglista argentino del nuevo disco. Fantásticos.
No se necesita de cohetes para viajar por el universo. Basta con escuchar el reciente disco de Luzmila Carpio, Inti Watana, El Regreso del Sol, para recorrer el cosmos.


Combinando con temas ya conocidos presentó su nuevo álbum y canción Inti Watana, El Regreso del Sol. Al hablar de la Pachamama con Júpiter de guardián, esta canción dedicada al Sol fue recibida por un auditorio silencioso, alucinado. Se sintió en el aplauso tras unos segundos de quietud, en la energía concentrada. Mi emoción personal fue recordar a mi padre cuando nos despedíamos por teléfono diciendo Q’ayakama, la única palabra en quechua que repetíamos sin cesar en nuestras despedidas. De pronto, me pareció escuchar esa palabra en la canción, y tenía sentido. Es que el Tata Inti siempre regresa al día siguiente, como supongo regresan nuestros muertos. Mi muerto estaba ahí, presente, iluminando, desde el Sol, con un Réquiem posterior. Había que llorar, porque una sonríe y también llora al escuchar a Luzmila, y baila ante la Cruz del Sur y el temple del múltiple músico Melián Sangüeza, y se emociona al escuchar a los pájaros que ella evoca en su voz y su lliclla. Es el momento importante de todos sus conciertos y lo volvió a hacer, como siempre, con menor potencia, pero con aquella elegancia única en ella.
En estos días de challa, de viento profundo, de mesas coloridas, se hizo presente la Luzmila, y si nos preguntan cómo es la madre tierra yo siempre responderé: como la Luzmila, aquella mujer que nos sujeta entre sus abrazos y nos canta y cuida como si fuéramos sus wawitas. Y después, llueve en el planeta. Que nunca deje de cantar, que nunca deje de llover.