Son maestras itinerantes -más que maestros- las que viajan desde 2016 a
poblaciones alejadas de las urbes para permitir que jóvenes bolivianos
salgan bachilleres. Caminan, van en moto, navegan por ríos, llegan a
lugares en los que a veces no tienen dónde dormir ni cómo cocinar. Son las
educadoras de un sistema modular que devela los enormes
vacíos de desarrollo humano en el país.
En la distancia te quiero más
En la distancia te adoro más
A los bosques, de Alberto Ruiz Lavadenz
Milenka ha decidido desterrarse, empujada por el desempleo y la falta de oportunidades para ejercer su profesión de maestra en las condiciones que habría deseado. La ruleta se ha detenido en la comunidad de Ojaqui, perteneciente a la provincia Ixiamas, cerca de las orillas del río Madidi, norte del departamento de La Paz, donde la vida transcurre sencilla en medio de las carencias de servicios básicos y donde los días viven dominados por el verde y el negro.
Con las estrellas como testigos del esfuerzo, tres siluetas navegan en la madrugada. La pena ocupa su puesto en la pequeña embarcación de donde Milenka saca con un recipiente el agua que ha ingresado por los costados, mientras su cuerpo, castigado por la naturaleza y el surazo, se limpia a través de las lágrimas.
Cuando la rutina urbana se rompe, hay que adaptarse. La profesora Milenka Yujra Mayta, de 37 años, aprenderá a hacerlo cuando llegue a la unidad educativa de Ojaqui para cumplir con su labor de maestra modular multigrado, después de tres días de viaje en bus, en moto y cruzando el río en casco.
La puerta principal de ingreso al establecimiento es un arco de madera y desde lo alto da la bienvenida con letras verdeamarillas. Atrás ha quedado La Paz, Lindsey -la hija de diez años de Milenka-, y todo rastro de familiaridad. Por delante la espera un bimestre en el que enseñará a los estudiantes y aprenderá de la vida en una población distante, casi olvidada.
Maestros como Milenka reciben el denominativo de itinerantes, aunque son más conocidos como “aventureros” o “mochileros”, porque su travesía durará un año en el que llevará la educación a poblaciones que no cuentan con la suficiente cantidad de alumnos para abrir un centro educativo.
La profe Milenka es una de las 130 maestras y maestros de La Paz que en 2021 se postularon a la quinta versión del Diplomado en Formación Modular Multigrado en Educación Secundaria Comunitaria Productiva del Programa de Formación Complementaria para Actores del Sistema Educativo Plurinacional (Profocom-SEP), convocado por el Ministerio de Educación.
El mito de que un ítem está esperando al día siguiente de la graduación de las Escuelas de Formación de Maestros, luego de cinco años de estudios, es sólo eso: un mito.
A nivel nacional, se cuenta con un registro de 800 aspirantes aproximadamente, pero sólo las cinco mejores calificaciones de cada distrital, luego de cursar un diplomado, acceden a los beneficios de este programa que incluye el traslado a las unidades educativas de las comunidades radicadas en las nueve zonas de atención de difícil acceso: San Ignacio de Moxos, Riberalta, Villa Vaca Guzmán/Macharetí/Monteagudo, Totora, Ixiamas, San Lorenzo, San Matías, San Ignacio de Velasco/El Puente y Villamontes.
En cada zona, un maestro hace cuatro rotaciones al año, con intervalos de una semana entre cada una de aquellas. La metodología de trabajo establecida por el ministerio tiene cuatro módulos: Cosmos y Pensamiento (Valores, Espiritualidades y Religiones; Cosmovisiones; Filosofía y Psicología; Educación musical y Artes plásticas y visuales); Ciencia, Tecnología y Producción (Matemáticas, Técnica y Tecnología); Comunidad y Sociedad (Ciencias Sociales, Comunicación y Lenguaje) y Vida, Tierra y Territorio (Educación física, Física, Química, Biología y Geografía). Por su especialidad en Biología, a la profesora Milenka le corresponde este último módulo.
Frustración
El mito de que un ítem está esperando el día de la graduación de las Escuelas de Formación de Maestros, luego de cinco años de estudios, ha sido desmentido. Las compulsas son la primera gran barrera.
Cada tercera semana de mes salen las convocatorias para ocupar cargos acéfalos. Los recién egresados pecan de ingenuos cuando van de frente en la pugna por un puesto, porque tienen que competir contra los antiguos que quieren aproximarse a las urbes, contra los reincorporados y contra los egresados de las anteriores gestiones (25 por año aproximadamente), además de arriesgarse a perder la amistad de sus compañeros.
Trescientos puntos es el objetivo a alcanzar, divididos en tres áreas: Estudios y Títulos, en la cual destacan el título en provisión nacional de maestro con 25 puntos como la bonificación mayor, seguido por un diplomado o posgrado con 20; Condiciones Personales y Docentes con parámetros relacionados a los rasgos de personalidad del docente y su desempeño en aula; y Tiempo de Servicio en el Sistema que otorga un punto por trimestre trabajado. Justo o no, así está rayada la cancha.
El día de la compulsa se comparan documentos, se hacen cálculos de puntaje, los aspirantes comentan entre ellos sobre la cantidad de veces que han perdido, los años que llevan sin trabajar y corre un sinfín de rumores sobre el proceso.
Desde 2016 hay maestros itinerantes en Bolivia, más conocidos como “aventureros” o “mochileros”, porque su travesía durará un año en el que llevarán educación a poblaciones que no cuentan con la suficiente cantidad de alumnos para abrir un centro educativo.
La profe Milenka completó sus estudios en la Normal Simón Bolívar de La Paz en 2019, es licenciada en Ciencias de la Educación y cursa el cuarto año de la carrera de Lingüística. Pese a ello, sigue en el umbral del sistema y por eso, sin pensarlo dos veces, aceptó el reto de ser modular.
Hay que saber que tener amistades tampoco asegura un puesto en la ciudad. La profesora Viviana Guamán Flores, de 34 años, desde sus 13 años estuvo vinculada a las organizaciones juveniles de El Alto y La Paz, formó parte de la Federación de Estudiantes de la Normal de El Alto y fue integrante del Consejo Municipal de la Juventud. Sin embargo, ahora está radicada en Riberalta (Beni), desde donde viaja hacia las comunidades de Pando para dar clases como maestra modular.
“Mi familia me decía: tantos conocidos que tenías, nexos y ¿no has podido acomodarte aquí cerca?, porque mis compañeros, la mayoría, están trabajando en El Alto, cerquita, y se asombran de que me haya ido lejos”, relata esta profesora de Lenguaje.
TRISTEZA
Todavía adormecida, la profe Milenka tomó el bus en la terminal de Minasa rumbo a la comunidad beniana de Australia. Hizo un transbordo en motocicleta hasta Puerto Cavinas, donde la esperaba el representante del Consejo Estudiantil para conducirla a Ojaqui en una embarcación conocida como casco. Sólo esto cuesta 600 bolivianos y el dinero sale del bolsillo de la educadora.
Hasta Australia el viaje fue soportable. Las condiciones cambiaron allí y la profesora se cayó de la moto, tuvo que caminar sobre barro, cruzar ríos con el agua hasta por encima de las rodillas; la moto se embarrancó, hubo que buscar otra ruta y así sus zapatillas deportivas terminaron destrozadas. Por fortuna había llevado un par adicional. El promedio de cuatro horas para llegar a Puerto Cavinas alcanzó a siete.
El surazo flageló los huesos de Milenka cuando viajó a bordo de la embarcación en medio de otros dos tripulantes y cuando la noche comenzaba a ganar terreno: el representante del consejo estaba a cargo del motor en la parte trasera y adelante iba el profesor que iluminaba con una linterna y daba las voces de advertencia para evitar chocar con los árboles.
Lo peor se vivió cuando, con el tiempo en contra, el motor se apagó y desde la nave se sintió el acecho de los caimanes. Las baterías de la linterna llegaron a su límite. Con la lumbre del cigarrillo se trataba de espantar a los zancudos, ávidos de atacar cuello, brazos y cara. No había cómo distraer el hambre, aunque sí la sed bebiendo sorbos del agua del río en una tacita.
“Yo estaba mojada, me dolían los huesos, la espalda, los riñones y sentía que nos habíamos perdido”. Fue cuando se arrepintió de haber tomado la misión. Se dijo: ¿Por qué he venido hasta aquí? “Quería volver, pero cómo lo iba a hacer, si entrar había sido una travesía. ¿Cómo iba a salir? Sólo se veían las estrellas”, recuerda la profe Milenka.
Sin chaleco salvavidas, a pesar de que el reglamento establece la dotación de este material para las zonas de acceso por ríos, lo único que Milenka pudo hacer fue llorar y pedir a Dios llegar lo más pronto posible.
Aventura
De la centena de postulantes al sistema modular, los cinco con mejor puntaje son tomados en cuenta. Milenka no estuvo en esos primeros puestos, pero como algunos desisten a última hora, los personeros del ministerio se comunican con aquellos que tienen las siguientes mejores calificaciones, hasta dar con el interesado. Esa llamada exige una respuesta inmediata.
“Yo estaba mojada, me dolían los huesos, la espalda, los riñones y sentía que nos habíamos perdido”. Fue cuando la profe Milenka se arrepintió de haber tomado la misión. Se dijo: ¿Por qué he venido hasta aquí?
“No sabía qué hacer, estaba en shock”, relata por su lado la profesora Viviana, quien aceptó vivir la experiencia de “maestra aventurera” como parte de la tercera versión del programa lanzado en abril de 2016, bajo la bandera de universalización de la educación que incluía lugares de difícil acceso. No sospechaba lo que eso de aventurera significaría.
El hombre de la llamada se comunicó con Viviana un viernes por la tarde; al día siguiente ella presentaba sus documentos y recibía la orden de viajar en avioneta desde La Paz para llegar el próximo lunes a Cobija, Pando. Una vez allí, subió a un bus junto a 14 colegas que iban a ser distribuidos por las comunidades norteñas. El destino era Riberalta, donde pasaron tres días a la espera de conocer su unidad educativa.
A Viviana le tocó la población de Santa Fe. “Me constituí en mi comunidad, donde no tenía nada; tuve que dormir en la dirección, en las sillitas, durante tres noches. Cuando conseguí un cuartito, me organicé, y el viernes el director de núcleo me dijo que tenía que salir de esa comunidad, porque las necesidades no tenían relación con mi área de Comunidad y Sociedad”.
La maestra debió retornar a Riberalta, donde una avioneta estaba esperando para llevarla a la comunidad pandina de Humaita, desde donde debía viajar a San Ignacio de Moxos. Por seguridad, su equipaje debió ser reducido. Después de atravesar por caminos de barro, esperaba una bienvenida afectuosa, pero no sucedió así.
“Los papás no te colaboran. Los primeros días estuve sin comer, no había quién me ayude, no tenía garrafa ni cocina. Fue difícil. Lloré, lloré. No había señal de internet, mi familia no sabía si había llegado bien ni dónde estaba. Deseé volver a mi casa”, cuenta Viviana y todavía reniega por su impotencia.
Convicción
El lanzamiento de este programa fue una salida para los maestros desempleados. Además de recibir un pago, tienen el beneficio de años dobles, es decir, un año de servicio es convalidado como dos, lo que junto al diplomado que deben cursar suma puntos valiosos para las compulsas.
En el diplomado para los itinerantes, los capacitadores del Ministerio de Educación despliegan con cierta picardía, más bien con ese humor malsano de cuartel, que los elegidos comerán insectos, víboras o tarántulas.
El programa de modular multigrado comenzó en 2016 con 36 maestros, uno para cada comunidad, con lo que se llevó educación a 400 futuros bachilleres de poblaciones lejanas. Con el transcurrir de los años, el proyecto fue captando el interés de los normalistas, a quienes el Gobierno además encomendó la tarea de servir de ojos para disponer de una lectura de la realidad del lugar de destino.
La convocatoria remarca la frase “lugares de difícil acceso”, que encubre las peripecias que esperan al educador a cada paso. En el diplomado, los capacitadores del ministerio despliegan con cierta picardía, más bien con ese humor malsano de cuartel, que los elegidos comerán insectos, víboras o tarántulas.
El material del que está hecha la convicción de un maestro es puesto a prueba. Luego de las primeras experiencias, se ha corrido la voz de la falta de servicios básicos, los viajes agotadores, el tener que dormir en canchas de futsal a cielo abierto, el clima caluroso implacable con los oriundos del occidente del país y, por tanto, no son pocos los que no quieren ni pensar en esta opción.
“La verdad, hace mucho la vocación”, dice Viviana. “A mí siempre me ha gustado ser maestra, desde colegio. Es lo que me impulsa y por eso me atrajo saber de lugares de difícil acceso, pues me dije: Esos niños, esos jóvenes también tienen derecho a estudiar”.
Algunos de los alumnos con los que se encuentran, y que están por terminar el colegio, no leen ni escriben correctamente. A ellos hay que enseñarles desde el alfabeto y sólo hay dos meses para lograrlo.
El trabajo en aula es liviano en esas poblaciones, porque la cantidad de estudiantes de nivel secundario oscila entre uno y diez; hay casos de maestros que han tenido máximo una treintena de alumnos, número envidiable para los educadores urbanos que suelen atender cursos paralelos de 40 adolescentes.
En contraparte, el no tener vacación invernal y vivir agotadoras rotaciones ha ido ahuyentando a los profesores, lo que provoca un vacío que el ministerio trata de cubrir buscando otros aventureros.
Junto a colegas, la profesora ha abierto una página de Facebook denominada Maestros Modulares de Bolivia, con el fin de mostrar “la entrega y valentía que tienen para llevar una educación sin fronteras a nuestro país, garantizando el derecho de la educación secundaria”, según reza la descripción. A través de la plataforma se pretende absolver dudas y brindar información que despierte el interés de más profesores.
Empatía
“La primera semana me dio una infección estomacal”, recuerda Milenka. Dejó de comer y beber y tuvo temor incluso de usar el pozo ciego por el pulular de murciélagos y avispas. “Todo eso me ha enfermado; el surazo es un frío terrible que llega a los huesos y yo llegué a sentir agua en mis pulmones”.
Ojaqui es una comunidad formada por once familias cuyas viviendas están construidas con tablones, como las aulas del centro educativo. El techo es de palmera de motacú y por donde se mire hay vegetación. De enero a marzo, los habitantes se dedican a la zafra de castaña o almendra. También viven de la caza y de la pesca y hacen trueque para disponer de otros productos.
Esa población carece de luz eléctrica. La única fuente de energía proviene de un panel solar instalado en el telecentro, donde los fines de semana las familias ven películas que llevan los maestros. La señal telefónica no ingresa con facilidad. Con fortuna, en horas de la noche o de la madrugada hay cobertura 3G. Tampoco llega la señal de los canales de televisión ni de las radios.
Hay un arroyo de donde los pobladores recogen agua para cocer los alimentos, pero también allí se bañan y lavan la ropa. Hay que caminar con baldes, de 15 a 20 minutos, desde el pueblo a ese lugar.
“Cuando estaba volviendo del arroyo, una víbora pasó por mi pie. Ni gritar, no había nadie. Si hubiera dado un mal paso tal vez me hubiera picado. Me quedé parada y como la víbora se detuvo más allá, corrí dejando mi balde”, narra Milenka.
A diferencia de lo que le pasó a Viviana, Milenka ha compartido techo con las familias. Los anfitriones de Ojaqui ayudan con la alimentación a los modulares: desayuno, almuerzo y cena. Bajo el fuego de la leña, ella vio cómo cocinaban un mono y ella trató de encontrar el sabor a esa carne dura y oscura. En cambio, la carne de tortuga le recordó al chicharrón. Caparazón y todo, una tortuga es cocida en la brasa, primero boca abajo, luego boca arriba. Pero esos son lujos, pues la base de la alimentación son arroz, yuca y plátano.
A partir de las 18:00, la noche baña el territorio, los murciélagos toman su lugar en los techos de las casas, donde orinan y defecan; los ratones caminan por la madera. A Milenka se le ocurrió rodear el mosquitero con un nylon grueso.
En cuanto a las clases, la jornada comienza a las 7:00 y termina a las 12:30, con un descanso a media mañana. Con la tricolor en lo alto del asta, los alumnos hacen el saludo, cantan el Himno Nacional vestidos con camisas y blusas blancas, faldas y pantalones oscuros, zapatos cómodos y mochilas.
De los 15 alumnos de la profesora Milenka, nueve quedaron hasta el final, pues el resto migró a Riberalta para generar ingresos económicos con los que ayudar a sus familias.
Pese a la predisposición para cumplir con las actividades didácticas y lo despiertos y activos que son los estudiantes, hay problemas de lecto-escritura, flaqueza antigua de las regiones lejanas de las capitales.
Hay maestras embarazadas y madres de bebés que han tenido que continuar haciendo los viajes y cargando hijo, garrafa y mosquitero.
“Son estudiantes que están por terminar, pero no leen ni escriben muchas palabras, lo que desanima un poquito, porque hay que enseñar desde el alfabeto. Algunos escriben y otros no, juntan sílabas que no se entienden”, lamenta la profesora que se ha encariñado con esa juventud.
En la hora del descanso, chicos y chicas corren y regresan al aula con una toronja. “Profe, se lo traído para usted o Profe, ¿se lo bajo esa papaya?”, cita una conmovida Milenka.
Después de un bimestre en Ojaqui, le llegó la hora de marcharse. Los comunarios se molestaron y no quisieron ni ayudarla a conseguir un casco y le dieron a entender que les debía incluso por la alimentación que le dieron.
La maestra tuvo que comprar 13 litros de gasolina para llegar a Puerto Cavinas y el litro cuesta diez bolivianos. Una vez allí, debió encontrar una camioneta o una moto, o buscar hospedaje por 25 bolivianos la noche y pagar la comida que cuesta mínimamente 15 bolivianos. Al final, “como no quise esperar más, acepté viajar en el portaequipaje”.
Mujeres
El año que la profe Viviana comenzó como modular, en 2018, llegó soltera a Pando. Luego se casó y el 21 de junio de 2021 dio a luz a una bebita que lleva el nombre de Zoé.
Hay maestras embarazadas y madres de bebés que han tenido que continuar haciendo los viajes. El permiso de maternidad es de 45 días antes y 45 días después del alumbramiento. Viviana sólo gozó de los 45 posteriores.
Con miedo, a dos semanas para dar a luz, Viviana siguió trasladándose y dando clases ante la falta de suplencia. Debido a la carencia de un centro de salud en los poblados, tuvo que trasladarse a Riberalta, donde se concentra la atención médica y donde Viviana y su esposo se animaron a comprar una casita.
El 2021 trajo un inconveniente más: el Covid 19 que la maestra eludió pese a que tres de sus colegas, que compartieron viaje con ella, se contagiaron.
Los abandonos del trabajo se dan sobre todo en los maestros, quizás porque ellos “son un tanto cómodos”. ¿De dónde sacan las mujeres las fuerzas para continuar?, se preguntan ellas. “Las mujeres tienen más agallas”, se responden.
Cada viernes, los profesores salen de las comunidades para descansar en Riberalta. El 18 de junio, Viviana hizo lo habitual, aprovechando la disposición de las embarcaciones, y el feriado del 21 de junio dio a luz. Luego, sí o sí tuvo que ingresar a las comunidades con su beba, su garrafa, su cocina, víveres, medicamentos y mosquitero.
Como establece la firma del compromiso con el Ministerio de Educación, si por cualquier motivo un educador o educadora decide abandonar el programa, automáticamente lo pierde todo.
En las reuniones informativas, en las charlas entre colegas, en los viajes, los “mochileros” intercambian historias. La profe Milenka creía que su vivencia era la más difícil, pero escuchó otras peores. Notó también que la mayoría de los abandonos son de varones. ¿De dónde sacan las mujeres las fuerzas para continuar?
“Como que las mujeres tienen más arraigado el querer salir adelante. Los varones son un tanto cómodos, creo yo. Las mujeres se ponen metas grandes y no les importa adónde irán con tal de conseguir el objetivo. La mujer tiene más agallas que el varón”, sentencia Milenka.
Y deben tenerlas para seguir con el diplomado, con clases de ocho horas, entre 8:00 y 18:00. Y presentar informes del trabajo de campo, socializar la experiencia y hacer recomendaciones sobre lo que habrá que hacer en la siguiente comunidad. En las horas que restan, hay que preparar la mochila.
Wooo excelente relato de las maestras prácticamente están olvidand@s muchos maestr@s e inclusive los directores de núcleo
Hasta la departamental NO hacen NADA
Lo único q les interesa es cobrar sus sueldos ya ellos se acomodarán en el lugar que ellos quieran una ves que concluyan su gestión