El documental “Piazzolla: Los años del tiburón” se proyectará en la Cinemateca Boliviana este 24 de junio. Una sola función para invitados que contará con la presencia del director Daniel Rosenfeld. En la premiada película, es Piazzolla quien revela a Piazzolla gracias a un guión que explora en archivos familiares que habían permanecido inéditos.
Hasta antes de trabajar en el documental sobre el bandoneonista y compositor Astor Piazzolla, el director Daniel Rosenfeld creía, como muchos, tal vez como todos, escuchar en Oblivion o Libertango música urbana de Buenos Aires o de Montevideo. Luego de haber trabajado con archivos inéditos en los que habla el propio Piazzolla, la clave de “esa música está, para mí, en Nueva York”.
Piazzolla (1921-1992) vivió su niñez y adolescencia en el West Side del Manhattan de los años 20 y 30; creció escuchando tangos, sí, pero también la música de Nueva Orleáns, de Europa del Este y de cuanto cultivara la nostalgia de los inmigrantes.
Un luchador
“Recibí buenas palizas, pero también di buenas palizas”, le cuenta Piazzolla a un periodista refiriéndose a su niñez en Nueva York. “Aprendí a defenderme”. Así responde a la inquietud del entrevistador sobre de dónde le vino el valor para hacer música “a su manera”. El tener que pelear “me hizo hombre en mi vida… y puse toda esa vida en mi vida musical”.
La grabación es uno de los eslabones del documental que ha tejido Rosenfeld, Piazzolla: Los años del tiburón, gracias a archivos inéditos hechos de conversaciones familiares, registros en súper 8, programas de radio, televisión y el testimonio de Daniel, el hijo también músico. Ese material se abre para confirmar, a veces, lo que sonaba a mito, y para revelar aspectos de la vida y pensamiento del compositor que ayudan a comprender mejor a ese “huracán”, como lo llama el director argentino, que no arrasó con el tango, no era su intención, sino con la renuencia al cambio, a lo nuevo.
“Eso no es tango”, oiría decir muchas veces Piazzolla en el país en el que había nacido -en Mar del Plata-, al que volvió ya de joven y empeñado en hacer su música revolucionando lo que parecía intocable: el tango. Pudo dejar que las palabras en contra las acallase su obra, pero el camorrero, como él mismo se describía, el que hizo de la pesca de tiburones una afición, no estaba dispuesto a dejar pasar las ofensas.
Otra grabación deja escuchar la voz airada del autor de Escualo, que ha llamado por teléfono a un radialista.
– Qué te pasa a vos conmigo, viejo.
– Para mí no es tango.
– Pero vos estás haciendo una campaña destructora.
– No, Astor.
– Porque eso no lo podés hacer. No tenés ningún derecho a hacerlo.
– No hagás locuras híbridas.
– Y el lunes, si llegás a decir algo, te voy directamente a buscar a la radio. Te lo dije hoy y no es precisamente para hablar.
El documental de 90 minutos, estrenado a nivel mundial en 2018 y merecedor de varios premios y reconocimientos, por ejemplo en Argentina, Uruguay y Japón, con nominaciones al Latin Grammy incluidas, traza el retrato de Piazzolla según el propio Piazzolla –tal la novedad que ofrece Rosenfeld haciendo que aquél hable sin mediaciones– de manera que quien mira se acerca a los porqués y al para qué de un artista que hoy, a 20 años de su muerte y 100 de su nacimiento, sigue sonando a nuevo.
Ecos familiares
Hoy en día existe “como una acumulación de películas biográficas en las que simplemente se hace un repaso de eventos icónicos de personajes conocidos”, dice Rosenfeld. Para él, “el cine puede llegar mucho más profundo, puede transmitir parte de la naturaleza del personaje”. En tal sentido, el documental que ha ganado el premio al guión otorgado por Argentores, “trata de meterse no sólo en la musicalidad, sino también en el proceso creativo y en el misterio que hay entre la creación y la familia, por ejemplo”.
Los archivos mencionados constan, en buena parte, de charlas grabadas por la hija de Piazzolla, Diana (fallecida en 2009), que eran la base para un libro que ella pensaba trabajar sobre su padre. Siendo conversaciones íntimas, hay una manera de hablar que de seguro no se podría escuchar en entrevistas formales, hace notar el cineasta.
Las peleas familiares asoman asimismo y, entonces, considera el director, hay algo que resuena en los espectadores, seguramente testigos de los amores y desamores en la propia familia, y esto hace que, aun si no conocieran de Piazzolla, se enganchen con el documental. Por algo, el público le ha dado a Piazzolla: Los años del tiburón el premio en el Festival Cine en Grande de Tierra del Fuego.
Piazzolla tenía “una confianza temeraria en sí mismo y apasionamiento, pero también elementos con qué sostenerlos y por eso logró poner una piedra fundacional en la historia del arte”, afirma Rosenfeld, a quien trae hasta La Paz ese huracán llamado Astor, como ya lo ha llevado por Holanda, Corea, Finlandia, Colombia, Suecia, México, Japón, Dinamarca y otros rincones del mundo.
En todos esos sitios, la pantalla grande ha convocado al público con estrenos comerciales. En Bolivia, eso parece ser cada vez más difícil. Por suerte, hoy se puede pescar virtualmente y el documental está al alcance de la gente “on line”.