Fotografías, Vassil Anastasov
Ramiro Mendoza Quisbert ha ganado el segundo premio del III Concurso de Crítica Amateur de Teatro con un trabajo sobre la obra Wajtacha. El jurado integrado por Fernanda Verdesoto, Sergio Rojas y Mabel Franco pondera un texto que es ejemplo de una forma de hacer crítica: esa que pone en evidencia nexos entre arte y realidad. El certamen es convocado por Rascacielos, Editorial 3600, la Red Boliviana de Periodismo Cultural y el Fitaz 2022.
¿Hasta dónde pueden llevarnos nuestras creencias? ¿Hasta dónde necesitamos creer en algo para seguir viviendo?
Wajtacha nos transporta a esa inefable sensación de vivir el derrumbe de esas nuestras creencias, personales o sociales, a través del derrumbe de los personajes, del espacio que es la mina y, en el mejor de los casos, de los espectadores.
Es, principalmente, un derrumbe de lo mítico como reflexión escénica de la sociedad contemporánea. El mito, no desde la razón, sino desde el trasfondo de las actitudes vitales y psicológicas. Como expone el autor Silo en su libro Mitos raíces universales: “… esas creencias no son solamente esquemas pasivos, sino tensiones y climas emotivos que, plasmándose en imágenes, se convierten en fuerzas orientadoras de la actividad individual o colectiva.” (1)
La mina es la metáfora de un espacio social que ha perdido esperanza, vacío, con incertidumbre del futuro, donde la oscuridad es más plena que la luz. Todo mito, toda creencia, es un supuesto luminoso al cual aferrarnos en esta corta experiencia del estar vivos en el mundo.
Un mundo donde los espectadores motivados a seguir la acción dramática de los actores, se miran también frente a frente. Una escenografía a manera de recinto minero donde las botas sobre el cascajo de piedras nos transportan a la árida tierra minera del Tío (El Diablo). Y una iluminación escasa, como si vivencia de minero fuese.
La mina es la metáfora de un espacio social que ha perdido esperanza, vacío, con incertidumbre del futuro, donde la oscuridad es más plena que la luz.
Wajtacha visibiliza magistralmente ese derrumbe a través de su dramaturgia: una madre silenciada por la pérdida del hijo, un padre que derrumba el hogar por el alcohol, un cura que cree más en el Diablo que en Dios, un cooperativista que prefiere el oro al bienestar de sus trabajadores, los mineros derrumbados por su condición social, un payaso y un burro derrumbados por su propia performance, y un minero líder sindicalista derrumbado por la locura.
Hay entonces un vínculo entre la experiencia mística y el derrumbe psicológico que, como señala Joseph Campbell en “El poder del mito”: “La diferencia es que el que se derrumba se está ahogando en el agua en la que el místico nada.” (2)
Este “derrumbe esquizofrénico” es un síntoma propio de nuestra sociedad perdida de esperanza en un futuro sostenido por el capitalismo. ¿Quién es más ingenuo?, quien cree en un Diablo impuesto por la colonia o quien cree en la riqueza del oro como salvación. ¿Qué nos salvará la vida?
No importa el otro, lo que importa es el bienestar individual, ¿no es este acaso un síntoma del derrumbe de nuestra propia humanidad?
El mito del dinero, como podríamos hablar sobre el mito del desarrollo, el mito de la democracia, o el mito del mismo Estado, son consecuencia propia de esos mitos primitivos para sostener las frágiles bases sociales en las que nos asentamos, esas heridas sociales que tratamos de silenciar con la riqueza. Wajtacha lo muestra en carne propia, son los propietarios y dueños de la mina (mundo) quienes deciden el destino de nosotros, y no les va a importar cómo nos derrumbemos.
Ellos sobreviven a los derrumbes económicos como terremotos pasivos mientras la sociedad se ve obligada al trabajo precario, a migrar, a aprovecharse de los demás para sobrevivir.
No importa el otro, lo que importa es el bienestar individual, ¿no es este acaso un síntoma del derrumbe de nuestra propia humanidad?
La obra termina con un fracaso, la familia minera que irá a cultivar coca. Y uno piensa: todo volverá a repetirse. El ser humano explotará hasta el último recurso de la naturaleza, cueste lo que le cueste. No sé si hay un mensaje o una moraleja, pero el que yo como espectador quiero creer es: decidir liberarse de esas creencias que nos atan a una mina a punto de derrumbarse.
Aunque el futuro sea impredecible, un horizonte es claro, nuestra obra o nuestras creencias, como toda historia, incluso de la humanidad, serán sepultadas por el derrumbe de la misma Tierra.
1 Silo, Mitos raíces universales, Conferencia sobre mitos raíces universales, Centro Cultural San Martín, Buenos Aires, 18/04/91 Ed. Antares, Madrid, 1992, pág. 18
2 Joseph Campbell, en diálogos con Bill Moyers, El poder del mito, Emecé Editores, Barcelona, 1991, Pág. 32.
Ficha Técnica:
Título: Wajtacha
Dramaturgia y Dirección: Luis Miguel Gonzales Cruz
Elenco: Claudia Ossio
Raúl Pitin Gómez
Fernando Romero Patón
Marcelo Sosa
Antonio Peredo