Son muchos los testimonios de las virtudes de la partería tradicional. Los conocimientos de la lectura de la vena, la acomodación del bebé, los masajes y otras técnicas funcionan para un parto de calidad y con calidez. Pese al reconocimiento constitucional de su trabajo, en la práctica las parteras siguen en la marginalidad y son subestimadas por la medicina oficial.
Los nombres de las parteras consultadas han sido cambiados por otros convencionales, por solicitud de ellas.
Cuando participaba de las primeras reuniones de parteras tradicionales, al inicio de una investigación de maestría, la señora sentada a mi lado se incorporó de golpe y exclamó: “Mejor me paro, se está acalambrando mi pie; alguien aquí está embarazada”, y se fue sin permitirme averiguar a qué se refería. Porque yo estaba embarazada, aunque entonces no lo sabía.
Soy mamá de una niña y un niño. Durante mi primer embarazo, tomé consciencia de la negligencia médica en la atención obstétrica y, como después del nacimiento de mi primera hija empecé una maestría en Género y Políticas Públicas, pensé en hacer mi tesis sobre las dimensiones de la violencia obstétrica en la ciudad de La Paz. Pronto me di cuenta de que una investigación de tal envergadura necesitaría de recursos humanos y económicos que no estaban a mi alcance. Decidí entonces analizar experiencias que promoviesen prácticas humanizadas y respetuosas en el parto, aunque no sean expresadas en esos términos.
Al explorar la información existente, me encontré con el trabajo de parteras y algunos parteros aymaras que se desplazan entre las ciudades de La Paz, El Alto y zonas rurales aledañas. Fue así como atisbé en el universo fascinante de su profesión y como elegí ser parte del mismo en mi segundo embarazo.
La partería en el contexto de la medicina tradicional
El papel de las parteras se caracteriza por su habilidad para facilitar el proceso -que es considerado un evento biosocial, no una enfermedad- y no para controlarlo. Esto, que marca una diferencia esencial respecto de la medicina obstétrica, lo fui verificando en entrevistas y de manera directa.
Las prácticas de la partería tradicional en la región del altiplano sur de La Paz se enmarcan en la cosmovisión andina, uno de cuyos principios es el del equilibrio. Aplicado al área de la medicina, gozar de buena salud equivaldría al equilibrio interno entre el cuerpo, la mente y el espíritu, lo “que (a su vez) depende del estado de armonía externa con los demás seres humanos, la naturaleza, las divinidades y el cosmos en general”, como dice la investigadora Inekke Dibbits.
La enfermedad evidenciaría la ruptura de algún tipo de equilibrio, ya sea interno como con el entorno. El papel del médico o médica tradicional sería el de restablecerlo. En el caso de los cuidados de las parteras, el principio se aplica al sistema frío-caliente; se recomienda, por ejemplo, consumir alimentos frescos y fríos y mantener el cuerpo caliente.
El sobreesfuerzo físico de la mujer es desaconsejado y, para evitarlo, se aconseja al esposo redistribuir mejor las responsabilidades en el hogar, por lo menos durante el periodo del embarazo. Lo dicho tiene que ver con la importancia que se le da al ambiente familiar y al acompañamiento de la pareja y de otros familiares de la parturienta.
La lectura de la vena
Por lo general, las parteras se encuentran familiarizadas con los estudios realizados en los controles prenatales -que recomiendan- e incluso los utilizan para conocer el estado general de la paciente. Pero su especificidad es la lectura de la vena de las muñecas, que se usa para distintos objetivos.
Alicia, partera que vive en El Alto y que tiene 41 años de experiencia, intenta explicar la técnica: A veces, “la vena está acomodada, bien igualita de ambos lados, o está desacomodada, desigual”. Asimismo, puede estar “medio suave o medio dura”. Cuando está bien, “encimita nomás, como si estuviera fluyendo, tranquila está”.
Paulina describe: “La vena en mis manos hace ‘coj coj’” y ella sabe lo que significa luego de los 40 años que lleva como partera en El Alto. Sentir la vena le sirve para verificar la posición del bebé, si el parto va a demorarse o si habrá complicaciones.
Calentar el cuerpo
Las parteras se quejan de que las mujeres en las ciudades no se cuidan del frío, lo que afecta al parto porque “el cuerpo va a llegar frío”. Para calentarlo recurren a la vaporización que consiste en sentar a la mujer embarazada sobre un recipiente con manzanilla recién hervida, de manera que el vapor la alcance. Con la paciente desnuda de la cintura para abajo y cubierta con una frazada gruesa, se busca que el calor se concentre y caliente la pelvis y las caderas. Sólo entonces se procede a hacer masajes y a acomodar al bebé.
La acomodación del bebé es una técnica considerada como indispensable para garantizar un parto natural. Un bebé mal acomodado provoca malestar en el embarazo y complicaciones en el parto. La técnica es utilizada en el parto domiciliario, pero también hay mujeres que buscan esta atención de la partera antes de acudir al hospital.
La lectura de la vena y la acomodación del bebé son las técnicas que más enorgullecen a las parteras porque las consideran únicas de su oficio.
Mi segundo parto, para llegar al cual acudí a una partera tradicional, desde la primera contracción hasta la expulsión de la placenta duró cerca de cuatro horas, una gran diferencia respecto de las 28 horas de mi primera experiencia.
En mi séptimo mes de embarazo decidí acudir a una partera. Al examinarme mediante la lectura de la vena, me dijo que sentía que mi cuerpo estaba frío y que de inmediato debía usar una mantilla alrededor de la cadera, hasta el tiempo del parto. Esto ayudaría incluso a una dilatación oportuna. Me dio un baño de hierbas que alivió mi dolor de espalda baja. El frío, efectivamente, me estaba provocando tensión de músculos y dolor permanente. Luego procedió a darme unos masajes y a acomodar al bebé, ya que estaba inclinado de un lado, con lo que me liberé del dolor en la pelvis y en una de mis piernas.
Las parteras, por lo general, atienden a domicilio, por lo que cada vez deben adaptarse a un escenario distinto. Dado que ellas saben que deben trabajar con lo que tengan a disposición, lo primero que hacen al llegar es pedir que se hierva agua y que se vaya preparando una sopita con algo de cordero que se servirá luego del parto a la debilitada mamá. Mientras esto se realiza, reúnen al marido o parientes cercanos de la mujer para conocer su estado.
Una partera se siente más tranquila con una parturienta a la que ha atendido desde el embarazo. Pero si se le pide ayuda en otras circunstancias, por lo general no rehúye el trabajo, consciente de que una mujer la necesita.
Suele solicitar los estudios hechos en las consultas prenatales y se pone alerta ante posibles riesgos que podrían obligar a derivar a la paciente a un centro de salud.
Toma el pulso, da masajes y, si es necesario, acomoda al bebé. Una de las características de la atención de las parteras es que no tienen tiempo limitado; ellas estarán presentes el lapso que la paciente lo necesite, a diferencia de algunos obstetras que se ajustan a un horario.
Sobre el momento del pujo y la posición en la que debería producirse el alumbramiento, con mucha naturalidad las parteras me contestaron que la mujer sabe cuándo pujar y en qué posición dará a luz. Alguna me hizo notar que yo daba por sentado que ellas controlaban todo el proceso, como lo hace la mayoría de los ginecólogos, y fue entonces que lo dicho sobre el acompañar y no controlar tomó mucho sentido.
Un cuidado de largo aliento
Una vez que nace el bebé, ellas lo reciben, lo evalúan y se lo entregan a algún familiar para entonces hacerse cargo de la expulsión de la placenta. Desde la cosmovisión andina existe un profundo respeto por este órgano, al que llaman madre, abuela o ajayu (alma) del bebé.
La etapa más peligrosa para la madre, tanto espiritual como físicamente, se presenta luego del alumbramiento. En el primer caso, se teme que los espíritus malignos, como el supay, se lleven a la mujer. Desde el ámbito de la salud, las estadísticas indican que la mortalidad materna se da principalmente en la etapa de la expulsión de la placenta, es decir que las mujeres mueren sobre todo por hemorragias posparto (33%) causadas, en general, por la retención parcial o completa de la placenta. Las estadísticas dicen también que las mujeres indígenas representan al 68% de las defunciones por parto, lo que se explica por el limitado acceso a una atención en salud de calidad.
Las parteras analizan la placenta, luego de lavarla bien, para asegurarse de que esté completa. Finalmente, se procede al entierro mediante un pequeño ritual en el que se encomienda a la Pachamama el cuidado del ajayu y la salud física del recién nacido.
Ellas suelen elaborar sus propias medicinas, sea con hierbas o con derivados de animales. Infusiones o ungüentos se ponen al servicio de las pacientes, incluso luego del nacimiento del bebé, para evitar el llamado sobreparto. Desde la cosmovisión andina, éste se manifiesta cuando la madre no logra recuperarse completamente, presenta fiebre, temblor del cuerpo y otros malestares. Todo esto es prevenible con reposo y abrigo, condiciones que para algunas mujeres no son posibles, como ha constatado Paulina entre migrantes rurales en las urbes.
Una semana luego del parto empecé a sentir gran cansancio y temblores de vez en cuando. La obstetra me decía que todo estaba bien, pero decidí llamar a la partera. Luego de un masaje y reposo, pronto me sentí mejor y con más energía.
En mi investigación medí la percepción de las parteras sobre tres medidas públicas referidas a la medicina tradicional e intercultural: la creación de credenciales profesionales para los médicos tradicionales y parteras, la participación de las parteras en algunas salas de parto con adecuación cultural y la creación de consultorios de medicina tradicional en algunas ciudades.
El examen o evaluación, que era requisito para las credenciales profesionales fue incorporado tardíamente y sin consenso, así que ha provocado rechazo. Para otorgarlas se convocó a una evaluación, la que se hizo en enero de 2019, con la participación de once parteras y tres parteros. Un biomédico elaboró los contenidos y dirigió el examen, que podía ser oral o escrito. A tres parteras mayores se les permitió dar el examen oral, pero se lo negaron a una joven con el argumento de que ella sabía escribir. Las dificultades surgieron ante los términos biomédicos; el examen era el mismo que se usó con los naturistas, argumentando que ambos tienen en común el conocimiento de “anatomía”. Al final, todos habían reprobado, pero les informaron que “les harían pasar” a manera de compensación y porque el proceso de matriculación estaba demorando demasiado.
Un examen en español, escrito y con contenidos biomédicos transmite el mensaje de que hay un conocimiento oficial y válido, diferenciado de otros conocimientos considerados menos relevantes.
Otro ejemplo ilustrativo de las ambigüedades es el testimonio de Yelma, partera de 73 años y con 56 de experiencia. Ella es muy respetada entre sus colegas y admirada por biomédicos que han atestiguado su trabajo. Alguno la halagó con un “Tienes magia, qué tienen tus manos”. Pero, cuenta esta mujer, de inmediato esos profesionales le han aconsejado que “tengo que estudiar”. Ella les ha respondido: “Ustedes sólo saben teoría, les falta práctica”. La jerarquía que se atribuye a la medicina oficial sale a relucir pues, por un lado, se reconocen las habilidades de Yelma. pero como si fuesen magia y no producto de sus años de experiencia. Por otro lado, se le recomienda estudiar, pues lo que Yelma sabe es considerado como inferior.
Mientras esto sucede, las parteras siguen brindando un servicio importante, aunque necesitan mejorar su situación económica, disponer de condiciones para trabajar independientemente y garantizar así la transmisión oral de sus conocimientos.