Fotografía de Cecilia Fernández
-De santa no tengo nada.
Dijo aquella vez hace tantos años ya, como si fuese necesario aclararlo. Parada delante de aquella tela blanca de la vieja Cinemateca Boliviana, vestía un traje largo con mantilla y en los brazos sostenía un ramo de rosas rojas, la cabeza ladeada. De modo que la sombra que proyectaba era, precisamente, la de una virgen: perfecta alegoría de esa mujer que había hecho de su propio cuerpo el texto de su discurso, contestatario, inconformista, paródico, sedicioso.
Por supuesto que no era una aclaración sino la ratificación de ese lugar fundamentalmente político que ocupaba ya, respiraba ya, quién sabe si desde el mismísimo día en que nació.
Muchas veces me he preguntado si María se levanta de la cama con infinito cansancio y se calza una vez más el traje de ruda. No lo sé. Lo que sé es que muchas veces me recibió con cariño, con la cara lavada y los ojos claros, en esa casa grande que cuida como quien riega un jardín salvaje, desde los tiempos de la Carcajada, donde hasta la risa sin censuras decía algo, tenía que hacerlo, así sea por el mero placer de provocar.
Desde aquellas trincheras siempre revoltosas, tantas veces dolorosas, intensas, tremendas, María ha movido montañas por y sobre todo junto a las mujeres, en busca de una vida menos injusta, más equitativa, y ojalá de veras más amorosa. María es aquella mujer en la primera línea de todos los frentes de batalla; una roncha, un escozor, mil adjetivos. Una Loca fundamental a quien amar o rechazar pero nunca ignorar.

María Galindo es activista feminista, líder del Colectivo Mujeres Creando.