Justo a medianoche, el alumno de Pensamiento político recibe un mensaje de la
docente. Lo que descubre al abrirlo, creyendo tener una tarea universitaria, es una estrategia numérica para conseguir que sueños y deseos se hagan realidad.
¡Bienvenidos a la dimensión de los Códigos Grabovoi!
Me puse a estudiar Derecho y Ciencias Jurídicas en medio de la cuarentena que impuso el Covid 19. Pasaba clases virtuales, aunque de manera deficiente, pues la comunicación era pésima, las herramientas muy mal manejadas y el sistema, esa columna vertebral deforme de nuestra educación digital, presentaba trabas casi siempre. A tal punto llegó todo, que el director de la carrera optó por renunciar, con lo que nos dejó a todos en el limbo.
Mientras duró este intento mío de buscar un segundo título universitario, me tocó cursar la materia de Pensamiento político. Leíamos a Lakoff, Platón, Bobbio y otros textos que necesitábamos compartir a través de aplicaciones digitales. La docente optó, para facilitarnos la vida, por crear un grupo en Telegram, el que usamos para recibir tareas, pasar documentos en PDF y revisar los comentarios de la profe.
Cierta vez, un mensaje de la docente llegó por esa aplicación a medianoche. Muy raro. Lo abrí y leí creyendo que era una tarea, aunque pronto fue eliminado, y nunca supe si otro estudiante logró leerlo.
Lo que vi me generó mucha intriga y me hizo recordar, a primera vista, a las tarjetas de Yu Gi Oh! con las que jugaba de niño. Me quedó grabada la imagen: una especie de manto blanco con capucha con un rostro que llevaba el dibujo de una espiral al centro. Un título: Decreto del Manto de Invisibilidad del Arcángel Gabriel: código 884 y la explicación: “Arcángel Gabriel cúbreme con tu manto de invisibilidad para que nada negativo me toque, cúbreme para que me protejas de personas negativas, de envidias, magias negras o malignas, enfermedades y todo tipo de energías negativas o dañinas. Envía tu manto de invisibilidad a mis hermanos y todos mis seres queridos para que los proteja de personas negativas y tóxicas, enfermedades, magias negativas de cualquier tipo o de cualquier cosa diferente del amor de Dios y su pureza”.
No conseguía entender nada de lo que veía, que en parte daba miedo. Puede ser mi soledad en aquel momento. La noche. Mi habitación vacía y oscura, salvo por la cama y los libros rodeándola, pues acababa de mudarme. Lo cierto es que con sólo la luz de mi celular en los ojos, la orden de “Repite en voz baja el código 884, 884… Cierra los ojos, respira, imagina el código en una esfera dorada” me hizo sentir que estaba loco.
Como era de esperarse en nuestra era digital, existe ya una gran comunidad que cree en los códigos Grabovoi. Hay grupos grandes en Facebook, páginas dedicadas a códigos y pilotajes, videos en Youtube que enseñan a manejar los códigos. Todo, todo. Es algo así como un culto.
Decidí investigar qué podía ser eso que desvelaba a una docente de Pensamiento político. Hallé todo en Google. Se trata de un camino para lograr que se cumpla un sueño o deseo. Nada importante. ¿Qué es ese código 884? La respuesta me interesó más.
Resulta que existe algo llamado Los Códigos Grabovoi. ¡Qué rayos! Un tipo llamado Gregori Grabovoi, matemático, había investigado que existen nanopartículas en todos los ambientes -de esas que ve Antman cuando se hace muy muy pequeño-, que no sólo están ahí, sino que ayudan en la transmisión de energías y esencia que poseen las personas. Medio interesante la cosa. Ese tipo vio que tales energías y esencias tienen un factor numérico y que, si logramos crear códigos con esos números, es posible poner las energías y la realidad a nuestro favor.
Algo más: para que nosotros podamos usar bien esos códigos, existen los pilotajes, es decir, justamente las palabras con las que terminaba el texto de mi docente: respirar, pensar el código en una esfera dorada y repetirlo lentamente.
Hay códigos para todo. Amor, dinero, suerte, salud, incluso para calmar el dolor de muelas y curar el cáncer. ¡Wow! Autoayuda total.
Como era de esperarse en nuestra era digital, existe ya una gran comunidad que cree en los códigos Grabovoi. Hay grupos grandes en Facebook, páginas dedicadas a códigos y pilotajes, videos en Youtube que enseñan a manejar los códigos. Todo, todo. Es algo así como un culto. En cierta manera, perturba.
Resulta interesante descubrir los modos que se da la gente para buscar la felicidad en un mundo cada vez más desastroso y que pone en desventaja a demasiadas personas. Yo soy un incrédulo, pero al menos el mensaje que sin querer había enviado aquella profe me motivó a investigar y descubrir una dimensión en la que muchos están construyendo su cósmica comodidad.