¿Con que Facebook es para mayores de 60 años? Qué ocurrencia más arrogante. Pero si se desea vender, hay que entrar en los dominios juveniles de Instagram o TikTok. ¿Cómo aprender en las redes sociales sin sucumbir entre tanta basura y tontería y media?
Pensé que dominar el fuego y la soldadura sería lo más difícil en mi nuevo oficio; me equivoqué. El mayor desafío resultó ser el manejo de redes sociales para vender lo que produzco.
Mis tres hijas me están asesorando en ello con el objetivo de apoyar mi incipiente emprendimiento comercial de joyería y artesanía.
Hasta ahora había utilizado sólo Facebook, pese a que las niñas me venían diciendo que “ya nadie usa Face”.
—Mis amigos sí, les respondía siempre
—…pero si quieres llegar a un público más joven, debes usar Instagram…
El otro día, en Radio Francia Internacional, un experto en redes sociales confirmó esta percepción, aunque creo que exageró un poco:
—Facebook es casi una reliquia—, dijo el muy arrogante! —La mayor parte de sus usuarios son personas mayores de 60 años.
¿Qué? Yo aún no alcanzo esa categoría etaria. Debo ser entonces algo así como la “juventud del Face”.
Decidí ponerme las pilas en Instagram y me vengo enterando de que estuve haciendo todo muy pero muy mal.
Creo que en América Latina y particularmente en Bolivia, la situación es un poco distinta a la de Europa mencionada por el experto. Aquí la red social creada por Zuckerberg se usa mucho y es clave en el comercio y en la comunicación institucional. Pero a la vez vemos como las otras opciones van ganando usuarios y presencia.
Decidí, pues, ponerme las pilas en Instagram y me vengo enterando de que estuve haciendo todo muy pero muy mal.
Aprendo con mis tutoras qué tipo de videos son los que atrapan la atención. Nada que ver con mis dos décadas de experiencia en televisión. Esto es totalmente distinto.
Me entero de que mi feed, que es la vista completa de cuadritos con todas las publicaciones, debe tener en conjunto un sentido estético, y que historias, reels y publicaciones son categorías que deben manejarse de manera distinta.
Pero decido ir aún más allá y entrarle al TikTok. Aquí la maestra es la más pequeña. Me crea una cuenta, me hace un video de muestra para promocionar los anillos minimalistas que elaboré a sugerencia suya, y me explica que debo buscar tiktokers que estén en mi mismo campo para ver cómo lo hacen y para que la aplicación “me conozca” y me muestre perfiles de acuerdo a lo que me interesa.
Empiezo a scrollear, que es pasar y pasar las opciones que van apareciendo. Basura, basura, basura… no sé si me alcanzará la paciencia: me sale gente haciendo tontería y media.
Me detengo en alguien que se quita y pone la cabeza y luego se convierte en sandía: es un político que antes aspiraba a conducir el país y ahora gasta su tiempo en hacer videos “divertidos” usando todo tipo de efectos visuales.
Empiezo a scrollear, que es pasar y pasar las opciones que van apareciendo. Basura, basura, basura… no sé si me alcanzará la paciencia: me sale gente haciendo tontería y media.
Pierdo de vista mi objetivo y busco a Sayuri Loza; ahí está ella con su perrito Oberyn. Empecé a seguirla en Facebook porque me parece muy simpática y luego la escuché en la radio junto a Mario Espinoza y vi que además es una historiadora y artesana muy interesante. Le doy click en “seguir”.
Vuelvo a concentrarme en buscar orfebres, joyeras, tiendas de artesanía, pero el TikTok insiste en mostrarme lo que quiere.
Así doy con la cholita Lu. Vive en el Desaguadero y baila reguetón como si fuera caribeña. Corro a mostrarle a mi esposo sociólogo y juntos admiramos el ritmo de tal personaje y elucubramos sobre el fenómeno cultural que representa.
Me vuelvo a detener en otra imagen que me cautiva. Es Albertina Sacaca, quien vive en el área rural de Chuquisaca. Nos muestra su vida cotidiana, su “baño ecológico con ceniza”, un festejo familiar, a su hermano rapeando, su trabajo en el campo, viste como cholita de tierra adentro a veces y otras como citadina. Albertina es muy carismática y abre una ventana interesantísima hacia la Bolivia rural y totalmente conectada al mundo gracias al internet. Investigo y me entero de que es famosa, que tiene más de un millón de seguidores y ahora también la sigo.
Pero otra vez me desvié de mi tarea; mi curiosidad de periodista potenciada por la velocidad con que la aplicación me ofrece imágenes y videos me lleva cada vez por caminos no previstos.
—¡Concéntrate!¡ Esto es trabajo!, me digo y vuelvo a intentarlo.
Me dicen que se necesita varias horas para lograr configurar el algoritmo de esta red social de modo que finalmente me sirva para lo que necesito.
Francamente me desanimo; hay que tener mucha paciencia y concentración para no tentarse con todo lo que aparece en el camino, que me distrae y me lleva a otros lados.
Pero mis tutoras son excelentes, me guían paso a paso. Espero pues muy pronto poder recibirles en Instagram y TikTok con propuestas a la altura del ritmo digital de hoy.