Una lista puede parecer el resultado de un afán intrascendente. Pero, “es un género literario más extendido de lo que se cree”, decía Humberto Eco y distinguía listas prácticas y listas poéticas. Cómo son y qué dimensión tienen en nuestro cotidiano vivir.
Una vez, curioseando entre los papeles que dejó mi madre encontré unas hojas manuscritas que titulaban: “Lista de los libros que he leído”. Enlistaba varias docenas de novelas entre las que convivían algunos títulos clásicos con otros de tinte romántico que no me evocaban nada. Mamá escribió esa lista con su redonda y bien acabada letra de escolar aplicada. No tenía fecha. Varias veces me he preguntado en qué momento la hizo, robándose a sí misma tiempo en el torbellino de su vida cotidiana organizando la casa y la atención a diez hijos y un desfile permanente de parientes que la visitaban. Algunos se quedaban a tomar un café o a almorzar “a la suerte de la olla”, otros pernoctaban varios meses y hasta años.
Con mi soberbia adolescente encontré el listado una ingenuidad y lo deseché arrinconando su recuerdo en algún recodo de mi memoria, desde donde me asalta a veces cuando me descubro… haciendo listas.
Tengo la impresión de que me paso la vida haciendo listas. Simples listas que pretenden ser índices o catálogos; listas como notas para recordar qué hacer, qué comprar, qué leer, qué revisar… enumeraciones de cosas, personas para ver o llamar, cantidades por recordar, gestiones por realizar, para cuándo y con qué. Hago listas de todo y todo el tiempo. Algunas veces son útiles, pero la mayoría languidece en el escritorio o mi cartera sin haber cumplido ninguna misión más que el intento de ordenar el pequeño caos de los actos y los deseos de la vida cotidiana.
Sin embargo, hace poco descubrí que mi empeño de enumeración no es para nada extraño. Al contrario, parece ser una más de las tantas y tan corrientes compulsiones humanas. Enlistar como gesto de orden también es un afán que mereció el interés de, por ejemplo, el semiólogo y escritor italiano Umberto Eco, quien con el título de El vértigo de las listas escribió y ofreció una conferencia en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Sevilla, España, el 18 de febrero de 2010.
En ese texto, Eco comienza puntualizando que “La lista es un género literario más extendido de lo que se cree”. Y a continuación propone distinguir entre listas prácticas y listas poéticas. “La lista práctica se manifiesta en la lista de la compra, en la lista de los invitados a una fiesta, en el catálogo de una biblioteca, en el inventario de los bienes de los que dispone un testamento… Ante todo, estas listas se refieren a objetos del mundo exterior y a una finalidad meramente práctica de nombrarlos y enumerarlos; puesto que son inventarios de objetos conocidos y que existen en la realidad, están acabadas, porque pretenden enumerar todos los objetos a los que se refieren y ninguno más, luego no son alterables, en el sentido en que sería inadecuado, además de insensato, añadir al catálogo del Louvre un cuadro conservado en los Uffizi y viceversa”.
Umberto Eco pone como ejemplos de listas prácticas los catálogos de los museos, las reliquias de santos expuestas en las catedrales “Las maravillas más veneradas de los tesoros medievales”, como por ejemplo las que hay “en la catedral de san Vito, en Praga, (donde se) encuentran los cráneos de san Adalberto y san Venceslao, la espada de san Esteban, un fragmento de la Cruz, el mantel de la Última Cena, un diente de santa Margarita, un fragmento de la tibia de san Vital, una costilla de santa Sophia, la barbilla de san Eobano, la vara de Moisés, el vestido de la Virgen”…, o las vitrinas comerciales, en las que se entremezclan zapatos y collares y muebles y cubertería.
¿Cómo es, por el contrario, una lista poética? se pregunta Eco. “Antes de nada, los objetos que nombra no tienen que existir necesariamente, así que el catálogo de Homero seguiría siendo fascinante, aunque todos los jefes que nombra sólo fueran criaturas míticas. En segundo lugar, ya se dijo, ésta nace de la imposibilidad de expresarlo todo y sugiere, pues, el vértigo de un etcétera”.
Mis listas son pedestres y pasajeras, humildes esfuerzos para fijar recuerdos, datos, compromisos y deseos, lidiando con la prisa y la inútil ansiedad de domar el tiempo.
Eco cita el afán de Jorge Luis Borges quien en el Libro de los seres imaginarios enumera: “(…) los pigmeos, el dragón, Abtu y Anet, el elefante que predijo el nacimiento de Buddha, los elfos, los silfos, la Banshee, Haokah, dios del trueno, los gnomos, Lilith, el zorro chino, Youwarkee, el gato del Cheshire y los gatos de Kilkenny, las ninfas, el doble, Fasticocalón, los ángeles y los demonios de Swedenborg, los Lamed Wufniks, los yinn, los brownies, las Valquirias, las nornas, los demonios del judaísmo, Hochigan, los Eloi y los Morlocks, los trolls, las hadas, las lamias, los lémures, Kuyata, los sátiros, el gallo celestial, el pájaro de la lluvia y así indefinidamente”.
¡Vaya que da gusto una inmortal lista así! Las mías son pedestres y pasajeras, humildes esfuerzos para fijar recuerdos, datos, compromisos y deseos, lidiando con la prisa y la inútil ansiedad de domar el tiempo. Exactamente como lo expresa Irene Vallejo cuando dice: “Las enumeraciones tienen que ver con el orden como ansiolítico, es decir, con nuestro sistema defensivo para neutralizar la expansión del caos. También tienen que ver con la angustia, con el miedo, con doloroso convencimiento de que tenemos los días contados” (Irene Vallejo Moreu, El infinito en un junco, 2019).
Quizá la lista de los libros de mi madre fue un esfuerzo por fijar la memoria de sus lecturas y, con ello, la magia de esos actos íntimos, únicos y casi intransferibles que era lo poco o lo mucho que le quedaba en medio del berenjenal de su vida cotidiana cuidando a propios y extraños. Ahora puedo entenderla. Leer novelas es dejarse atrapar por otros mundos en una ampliación inacabable de la vida. Y repito su gesto, enumerando actos mínimos con la misma, intacta ambición con la que ella lo hizo en su momento: visualizar los deseos, fijar recuerdos, lidiar con la prisa, domar el caos y, si es posible, ganar tiempo.
De vez en cuando, la cuenta de “La Bombona” compartía historias desde prisión en Instagram, sumando miles de likes y shares. Así también, ofrecía entrevistas exclusivas acerca de lo sucedido en aquel diciembre del 2017, cuando la población de Gualeguaychú en Argentina se detuvo un momento para contemplar en primera fila la resolución de un crimen que se convirtió en un reallity show.
Buen artículo.