Alto, un poco encorvado, cabello negro que asoma de la gorra y un despintado chaleco en cuya espalda se lee “Lotería Nacional”. Así luce Hilarión Yebara, el vendedor de periódicos de Tarija que saltó a la fama por una pelea. ¿Qué razones habrá tenido para indignarse?

Uno de diciembre, plaza central Luis de Fuentes y Vargas, de Tarija. El lugar está listo para la “función” de todas las mañanas. Políticos y marchistas de toda índole desgastarán la calzada, protestarán contra el Gobierno, reclamarán a las autoridades locales o denunciarán algún hecho de violencia que jamás se soluciona pero que sigue doliendo.
Hilarión Yebara está ahí como siempre, en la esquina del afamado Club Social, ése que ha sido testigo de los más célebres hechos del quehacer tarijeño, como los carnavales de antaño que perviven en las letras del fallecido escritor chapaco Agustín Morales Durán.
Alto, cabello negro, un poco encorvado, eternamente con gorra y un despintado chaleco en cuya espalda dice “Lotería Nacional”. Así es Hilarión Yebara, un popular canillita que se ha ganado el puesto a fuerza de no dejar el oficio desde hace más de 30 años.
A sus 47, las palabras se ahogan en sus labios, tanto que algunos periodistas le han sacado unas cuantas con tirabuzón y un poco de ingenio. Quien lo ha visto afirma que la tranquilidad de su rostro no hace para nada honor a su apodo de “Garrote”, que cae en saco roto por donde lo miren.
Hilarión ya es infaltable. Cada mañana, quien visite el pago podrá encontrarlo, firme con sus periódicos bajo el brazo, ofreciéndolos con su timidez característica.
Pocos saben que tiene cinco hijos, que es hincha del equipo deportivo Ciclón, que comenzó el oficio siendo un adolescente en 1990 y que el primer ejemplar que vendió fue del diario La Voz del Sur, que muy pocos recuerdan pero que él jamás olvida.
La fama y las luces le importan nada, aunque ahora quede claro que a veces lo que uno quiere “le vale un poroto” al destino.
“El golpe” de la fama
Son las 10.30 del primer día del último mes del año. Bolivia respira una calma aparente tras los conflictos que se vivieron por un cuestionado paquete de leyes y porque queda aún el “chaki” de la pugna entre oficialistas y opositores.
En Tarija, el Gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, del frente opositor al Gobierno central, va a ingresar a la plaza Luis de Fuentes y Vargas para brindar una conferencia de prensa cuyo objetivo es dar a conocer las ventajas del Federalismo, ése que ya sonó con fuerza en dos importantes momentos de la historia de Bolivia: el primero, durante el Gobierno Federal implantado en Santa Cruz por Andrés Ibáñez el 2 de octubre de 1876, y el segundo durante la Revolución Federal de 1898 encabezada por los liberales contra los conservadores.
Pero volvamos a la plaza tarijeña; Camacho recorre en su camioneta las calles aledañas y, en ese momento, personas afines al MAS tiran huevos y papas contra el vehículo.
Son las 11.00 y Camacho no logra avanzar, pues un grupo de personas se lo impide en la esquina de las calles 15 de Abril y Sucre, justo donde Yebara trabaja como siempre, ahora molesto por la noticia de la nueva variante del Covid-19 llamada Omicrón. Lo de la pandemia y sus consecuencias lo lleva clavado en el pecho como una especie de rencor dormido en busca de culpables.
Grupos conformados por militantes del MAS, encabezados por el exdirigente de la Central Obrera Departamental, Rubén Ramallo, se enfrentan verbalmente con quienes les reclaman.
En cierto momento, Ramallo empuja a Hilarión y éste responde con un golpe. La fama le juega la pasada inesperada, pues ese gesto es recogido por los testigos.
“No me gustó que vengan a la esquina donde trabajo a generar conflictos, yo vivo al día y necesito vender mis periódicos; yo me molesté “, explica Yebara con la voz entrecortada.
Al momento de golpear, dice, no pensó en el MAS o en el Federalismo, lo hizo por defender su trabajo.
La pelea se viralizó, los memes llovieron y aunque Hilarión vende todos los ejemplares, regalo de la fama, él sabe que es pasajera. Sólo quiere que le dejen desempeñar su trabajo y se muestra preocupado, pues además de periódicos vende billetes de la Lotería Nacional dependiente del Gobierno.
La pandemia y una herida llamada crisis
Desde el año 2020, cuando la pandemia arribó a Bolivia, la venta de periódicos sufrió por efectos de la cuarentena. Algunos de los principales medios impresos dejaron de imprimirse por algunos meses, concentrándose en la versión digital y, si bien se ha vuelto al papel, hoy son muchos menos ejemplares los que llegan a los puestos de los canillitas.
La crisis en Tarija no es nueva. El desempleo y la migración de profesionales jóvenes son el resultado de una recesión económica que pisa suelo chapaco desde hace ya cinco años. Esto se atribuye a la caída de ingresos de la renta petrolera y al modelo productivo dependiente de los hidrocarburos.
“Me molesté”, repite Hilarión, aunque su molestia, con la que muchos chapacos se identifican, no se haya viralizado por las razones de fondo.