Algo tiene la bebida que muchos creen mágica y que su alquimista vende vaso a vaso, jamás en baldes o galones. El elixir mana así, de a poco, para deleite de quienes pasan por la plaza de Montero.
Entre el misterio de los Picoleses Pato Roca de grosella, de leche, de coco/leche o de guineo y al frente de una iglesia medio nueva, pasea por la plaza el Auténtico jugo de lima de Don Chaparrón. Nadie sabe su secreto, pero (tal vez) la responsabilidad la tuvo uno de esos parlanchines árboles de naranja/lima, que (tal vez) hace algún tiempo, no pudiendo dejar de hablar, tuvo que concederle un deseo/promesa. Y, sucesivamente (tal vez), aprovechando tanta demagogia, él pidió que su jugo de lima sea incomparable y, envuelta/comprometida entre tanta palabra, la naranja/lima (tal vez) puso una cláusula condicionante a su deseo/promesa -que solamente pueda vender jugo por vaso- (considerando tramposamente que algunos hombres son frágiles ante las prohibiciones, así todo duraría apenas un parpadeo).
Parece que, desde entonces, cuentan los habitantes de Montero, Don Chaparrón tiene éxito, y vende tanto jugo de lima como quiere, pero sólo en la plaza de la ciudad cruceña. Muchas veces curiosos y malmandados con plata intentaron convencerlo, ofreciendo pagarle el doble o hasta el triple por un balde de su incomparable jugo de lima y hasta el costo del cielo por vender en galones para sus fiestas. Ofertas que quizás se pueden jactar de hacerlas sólo quienes tienen el privilegio de poder corromper. Quién se hubiese jactado de tener en su fiesta el incomparable jugo de lima de don Chaparrón; pero más aun, de haberlo convencido de vender tal cantidad de jugo de lima, de faenar su secreto para darlo de beber a todo el pueblo. Quién se hubiese jactado de haber roto el mito del jugo de lima. Pero no, ni siquiera amigos cercanos ni familiares han logrado convencerlo hasta ahora; él sólo se ríe, extraño camba callado como es.
No puedes evitar imaginar qué tipo de secretos son los que estás bebiendo y luego, no sé si por el calor o por la punzante curiosidad humana de descifrarlo, pides otro vaso y así, hasta que los mosquitos te avisan que ya se está yendo el sol.
Son innumerables las historias que se cuentan sobre el secreto de Don Chaparrón: desde conversaciones y cábalas con árboles frutales, hasta brujería. Y cuando bebes un vaso de su incomparable jugo de lima, en la garganta caliente de Montero, no puedes evitar imaginar qué tipo de secretos son los que estás bebiendo y luego, no sé si por el calor o por la punzante curiosidad humana de descifrarlo, pides otro vaso y así, hasta que los mosquitos te avisan que ya se está yendo el sol.
Y él, que tiene la virtud del silencio, vende todos los días el Auténtico jugo de lima de Don Chaparrón, nunca en fiestas, nunca por balde o en galones, siempre vaso a vaso, cumpliendo esa posible promesa que, como secreto a voces, todo el pueblo susurra y sabe.
Pero dicen que los hombres tienen vidas efímeras, y el toborochi joven de la plaza, hace 70 años que lo está mirando.