Era como conocer a Asterix, a Condorito o a Mafalda en persona. Eran los amigos de Jorge Siles, en carne y hueso, que aparecían en sus viñetas. La descripción era perfecta.
Recuerdo que hace unos quince años, más o menos, hubo una explosión de historietistas que publicaban, en la red, historias sobre su día a día. Era casi una norma que tuvieran algo de humor y situaciones sacadas de lugar. Normalmente eran publicaciones semanales y gratuitas, un regalo para los lectores a los que nos sobraba todo, menos la plata. Una de las obras nacionales más populares de esa época era Jorgete y sus amigos, que contaba la historia de Jorge Siles; “un cretino inadaptado y misógino que dice puras asnadas”, era la descripción del autor.
El grupo de amigos que aparecía en esas viñetas se veía tan interesante, que me moría por conocer a los personajes de carne y hueso en quienes se habría inspirado. Fue así que hice algunos contactos y no tardé mucho en saludar a Jorge. Era como entrar a la historieta misma. Recuerdo que trabajaba en la tienda de su tío en el edificio Handal, vendiendo cosas de oficina; todos los personajes del cómic lo visitaban por las tardes. Nunca olvidaré lo sorprendido e impresionado que quedé al verlos. A los dos minutos de charlar con ellos, me di cuenta de que la descripción era perfecta. Era como conocer a Asterix, a Condorito o a Mafalda en persona, un lujo total.
Pese al cariño enorme que le tengo, no puedo negar que sigue siendo un cretino misógino. Es raro querer y admirar a alguien así, pero el cariño y la admiración no tienen lógica.
Una vez que las viñetas desaparecieron por el cansancio y el nulo ingreso económico para el autor y personajes, Jorge se dedicó a escribir críticas sobre las historietas nacionales. Rápidamente cayó en la trampa de que para ser crítico había que publicar algo, entonces se propuso hacerlo y participó en un concurso historietil, llegando a publicar el libro Sólo una vez que, en vez de dibujos, traía fotografías. Jorge estaba muy consciente de sus limitaciones con el lápiz (pese a intentarlo). “La historieta es un arte noble, acepta a todos”, confiesa.
Su impulso por seguir publicando lo hizo buscar algún dibujante que cubriera esa área del trabajo. En su búsqueda, vio la carpeta de dibujos del tímido Oscar Zalles y literalmente le saltó al cuello. Juntos formaron la dupla más exitosa de la historieta boliviana. Mientras Jorge escribe y ordena pulcramente sus ideas, Oscar da siempre lo mejor de su arte. Juntos arrasaron con todos los premios historietiles del medio y publicaron un sinfín de obras.
Jorge aprovechó un poco la fama para dedicarse a hacer gestión cultural en torno a la historieta, pero esas aventuras son fácilmente olvidables, pues traen más desdichas que alegrías. Creo que es un tipo feliz al haberse dado cuenta de su destino: ser el mejor guionista del país y trabajar en una oficina propia.
Eso sí, pese al cariño enorme que le tengo, no puedo negar que sigue siendo un cretino misógino. Es raro querer y admirar a alguien así, pero el cariño y la admiración no tienen lógica, así que está bien, más o menos.
Lo de mejor guionista de comics de Bolivia es discutible; pero la autoria de “Jorgete y sus amigos” es de Marco Tóxico.