¿Podrá dormir en paz? Esperó veinte años y sus expectativas volaron hasta el otro lado de la galaxia. Ella dice que si bien este ha sido el año de las series de calidad, pensar cuán potable será la adaptación de Fundación, le quita el sueño.
—Hay que verla en la tele —escribe, luego de abrir el enlace al trailer.
—Y sí —respondo, imaginando más bien el imposible escenario en el que me acomodo en una sala cinematográfica VIP para poder disfrutar de todos los capítulos de la serie en pantalla gigante, con sonido envolvente y, por qué no, quizás en 3D.
Tan solo de imaginarlo, el corazón se me derrite y una sonrisa enorme se dibuja en mi rostro. Y es que este debe ser el estreno que más he esperado en la vida. Y no, no hablo de cinco o diez años, hablo de al menos veinte años soñando con que la fantasía de una adaptación de la saga Fundación de Isaac Asimov se materialice y cobre forma.
Dos veces la serie fue anunciada y dos veces fue cancelada. Es por ello que cuando se anunció una tercera vez, mis esperanzas se negaron a volar demasiado alto. Debieron hacerlo, desde luego, debieron volar muy alto, más allá de la esfera celeste, más allá de los planetas, hacia el otro extremo de la galaxia, al mismísimo Trántor, para encontrarse con los psicohistoriadores y descubrir las peripecias que consigue el cuerpo descoyuntado del Mulo.
La serie basada en Fundación se estrenó hace algo más de una semana y, si bien este último año ha sido el año de las series de calidad en distintas plataformas, la incertidumbre acerca de qué tan potable será en tanto adaptación, me quita el sueño. Es verdad que Lucky salió bastante bien y que WandaVision es una maravilla que explota de forma impresionante las complejidades y zonas grises de la naturaleza humana y apuesta por el rescate de la estética visual de series de televisión icónicas a lo largo del tiempo. Tampoco es menos cierto que Your Honor supo explotar con gran éxito la versatilidad actoral de Brian Cranston y que los espantosos superhéroes de The Boys no tuvieron desperdicio, ofreciendo una interesante adaptación del cómic y una espléndida banda sonora. Y aun así…
—Sé que te gusta, por eso te lo paso.
No presto gran atención a su mensaje, es más, casi me molesta que la notificación interrumpa la reproducción del teaser de Fundación. Reconozco a Hari Seldon en la pantalla y el fragmento de escena que se muestra despierta un muy viejo recuerdo en el que mi yo adolescente abre por primera vez el librito prestado y va sintiendo cómo poco a poco se enamora del científico.
No me apresuro a abrir el mensaje, sé que, aunque me conoce relativamente bien, hay ciertas zonas oscuras en mí que nunca ha podido comprender. Y Asimov ocupa una de ellas. En otra está Evangelion, otro amor de largo aliento que tuvo que esperar más de catorce años para verse satisfecho con el manga (Yoshiyuki Sadamoto es muy lento, je) y con el ciclo de películas que concluyó con Evangelion 3.33 y abrió todo un mundo de posibilidades al final de Asuka, Shinji y Rei. Pero Eva necesita un espacio propio para hablar de ella.
Abro el mensaje que él me ha enviado y contiene un fragmento de mi segunda película favorita, Casablanca. Le agradezco, sí, le digo que me encanta y que es algo especial para mí, pero no le digo (nunca lo haría), que algo que amo de esa película es la escena de la mirada que Ilsa dirige a su esposo, luego de que este consiga que todo el bar se una entonando la letra de La Marsellesa. Mirada de admiración y respeto, mirada fascinada que sabe reemplazar con otras emociones al amor. Mirada que yo también he dirigido, a los dieciséis, a quien me contaba con toda la emoción de la que era capaz, la historia de la Fundación y me presentaba así los libros de Asimov.
Y aunque sé que probablemente veré la serie en tele y tendré que evadir al otro para no verla con él, no dejaré de pensar que, en algún lugar de este pequeño planeta, en un punto perdido, ese antiguo lector de Asimov también la estará viendo en, quizás, perfecta sincronía; y eso, para mí, representa el inicio de una hermosa amistad.