¿Por qué La Paz siendo tan fea es tan hermosa?
Si las ciudades se fundan en los textos, Jaime Saenz es el fundador de La Paz. Nadie como él ha diluido la ciudad en sus ríos, en sus calles, en el aire que envuelve a las montañas, y en sus propias venas. La ciudad de La Paz, que no cualquier ciudad, ha sido y es el mismísimo Jaime Saenz. Quizás por eso el carácter paceño esté asociado al mito saenciano, azulado, noctámbulo y aparapita, y seamos los paceños esa poética de muchedumbre o almas en pena fundidas en los ocres o en los ríos subterráneos, da igual.
La ciudad saenciana es como la plaza San Francisco o la Feria 16 de Julio, gira sobre sí misma, así: es personaje y es, al mismo tiempo, escenario fundamental donde el hombre (cada uno de nosotros) se encuentra y a su vez emprende la búsqueda su propia identidad. ¿Qué es ser paceño? He ahí eso que pretenciosamente llamo la identidad por el tacto. Una sofisticada manera de amar la ciudad viviéndola intensamente; quién sabe si en una de esas nos encontramos a nosotros mismos y resolvemos el eterno problema del ser humano: saber quién carajo somos y qué hacemos viviendo en estas imposibles alturas paceñas. Mientras tanto ¡salud!
Cien años se cumplen del nacimiento de Jaime Saenz y cuando menos medio siglo de leerlo y comprender al fin, con él, por él, por qué La Paz, una ciudad tan fea, nos cautiva. Serán sus yerbas, serán sus ayes. Y será esa la razón por la que varios de quienes escriben en esta convocatoria de Rascacielos a sus lectores, no han nacido en La Paz, pero han caído en el hechizo.