Fotografía de Cecilia Lanza Lobo
Fuerte, valiente, bondadosa y orgullosa mujer de pollera. Mientras algunos seguimos descansando, ella se adentra en su labor cotidiana todos los días desde las 3 de la mañana. Sin descanso, Emiliana trabaja para ganar la batalla cotidiana, pues para mí ella es una valiente guerrera, hábil cocinera. Y cuando lo hace para la familia es aún más delicioso. No heredó este don de la abuelita, una mujer de pollera guapísima que también luchó junto a su esposo para mantener a sus 10 hijos. Emiliana lo aprendió de su esposo al que le gusta el huevo frito a la perfección. Siempre le fue fácil aprender las cosas de sólo mirar. Ella fue la única de todos los hermanos que no terminó de estudiar, pero continuó con el legado familiar de vestir la pollera con orgullo. Cuando enfermó hace unos años, el médico le recomendó dejar las polleras pues pesan mucho. ¡Imposible!
Habría que ponerse en su lugar un solo día para ver si somos capaces de hacer lo que ella hace vendiendo sus rellenos de papa. Ningún trabajo debe ser desmerecido. Ella nos inculca a sus hijas esos valores, porque ella es así. Nos dice que nos amemos a nosotras mismas, que amemos el trabajo que tengamos, que lo que una empieza debe terminar sin buscar lo fácil sino aquello que nos reta. Hay que mirarse al espejo y arreglarnos para nosotras mismas, dice. Hay que ser siempre agradecidas con la Pachamama y tener presente nuestra cultura y toda la enseñanza que nos dio, saber de dónde venimos y a dónde vamos, palabras que atesoraré para toda la vida y heredaré a mi hija y a las generaciones futuras.