Fotografía de Cecilia Fernández
“Siempre tengo música en mi cabeza y con gran detalle” –me contó el Cé Mendizábal–. “A veces de manera arbitraria, obsesiva y repetitiva pero también, muy a menudo, a elección: me basta pensar en las primeras notas del Canon de Pachelbel y ya está”. Me lo contó vía email, pues ya el silencio se había hecho irreversible.
Mi primer recuerdo es de muchos años antes, en su escritorio de editor en una caótica sala de redacción.
Tenía dos libros –Borges y Dostoievski– a la derecha y más atrás una tauca de DVD. Ensimismado e intenso, siempre. Ocurrente y sagaz en la escasa pero contundente palabra. Impecable en el verbo en prosas, pero sobre todo en versos.
“Hay instancias de uno que con seguridad nunca van a cambiar… sigo siendo el mismo: tímido, voyeur y curioso como un gato de un mes. Pero hay otras que sí cambian porque nos vamos constituyendo a nosotros mismos, junto con el universo y la vida”.
Consumado cinéfilo y lector, Cé –como muy pocos– es tan buen narrador como poeta. Y como casi nadie, es un mediador; un intermediario del verbo y la imagen. “…el solo del tambor / verbo que recoge lo innombrado de otro verbo / el presente emancipado de su presente / al escribirse / en este pasado”.
Carlos Cé Mendizábal es escritor boliviano. Premio Nacional de Novela.