El jueves 19 de agosto de 1971, desde el aeropuerto El Trompillo, en Santa Cruz, partía rumbo a La Paz el bimotor El Barón. Llevaba detenidos al coronel Hugo Banzer y políticos de la Falange y el MNR, acusados de conspirar contra el presidente Torres. Era el inicio de las horas fatídicas que viviría Santa Cruz y el país.
14:15 horas del 19 de agosto de 1971, jueves. Desde el aeropuerto El Trompillo, en Santa Cruz, partía rumbo a La Paz el bimotor El Barón que pertenecía al Ministerio del Interior, trasladando al general Hugo Banzer Suarez y a otros políticos de la Falange Socialista Boliviana y del Movimiento Nacionalista Revolucionario. Los llevaban en calidad de detenidos por conspirar contra el gobierno del general Juan José Torres. Comenzaban así horas fatídicas para Santa Cruz y para el país.
La madrugada de ese jueves y tras varios días de recabar información, planificación y organización, policías y funcionarios del Ministerio del Interior se dividieron en grupos de a tres y allanaron viviendas. Capturaron a cuarenta y cinco políticos tanto de la Falange Socialista Boliviana FSB, del Movimiento Nacionalista Revolucionario MNR y militares que, se presumía, eran parte de un complot para derrocar al gobierno del general Juan José Torres, entre ellos el general Banzer. La misión resultó exitosa, unos fueron llevados a una seccional de la Policía y otros a la seccional del Pari.
Con la luz de la mañana, los familiares de los detenidos se habían agolpado desde temprano en las oficinas de la Policía exigiendo que liberaran a los arrestados. Hora tras hora los ánimos y los reclamos fueron creciendo en intensidad y en número de gente, llegando inevitablemente al enfrentamiento; la policía sabía que podría contener a todo el gentío y pidió refuerzos a los militares, pero esa ayuda nunca llegó. No tuvieron otra opción que poner en libertad al resto de los detenidos.
Una vez liberados, fueron recibidos con euforia por la muchedumbre -contraria al gobierno socialista de Torres-, que los esperaba en la plaza principal, sin embargo, la alegría no duró mucho; desde el edificio de la universidad Gabriel René Moreno, un grupo de estudiantes -partidarios de Torres- realizó disparos de bala para dispersar a los manifestantes logrando con éxito aquel cometido.
Llegó la noche y la plaza 24 de septiembre guardaba una tensa calma, como suspiro previo al grito. Más tarde aparecieron en el lugar camionetas llenas de hombres fuertemente armados y dando alaridos como en la guerra. Ingresaron por todas las calles adyacentes; eran medio centenar de personas, entre ellas Carlos Valverde Barbery, Gustavo Melgar -al que apodaban el “Sapo”-, también estaba el “Negro” Menacho y “Paye” Gonzales. Primer objetivo: la Universidad.
Hubo intercambio de disparos por parte de los civiles armados contra los universitarios pero estos últimos, reducidos en gente y munición, finalmente cayeron. Vencidos los universitarios, Valverde y compañía ingresaron a tomar el edificio: quemaron la biblioteca y agredieron brutalmente a quienes encontraron a su paso, los maniataron y encerraron en una de sus aulas.
Hubo intercambio de disparos por parte de los civiles armados contra los universitarios pero estos últimos, reducidos en gente y munición, finalmente cayeron. Vencidos los universitarios, Valverde y compañía ingresaron a tomar el edificio.
Tocó el turno a las oficinas de la Central Obrera Departamental. Los pocos que sobrevivieron y resistieron al ataque, al final huyeron a la iglesia de La Merced, contigua a sus oficinas que, una vez tomadas, fueron destruidas. Se hicieron de la radio “Piraí”, y una a otra, el resto de las radiodifusoras. Obreros de la Federación de Fabriles también hicieron el intento de resistir pero, como las otras instituciones, cayeron nomás. Ahora sí, las milicias de la Falange habían tomado las instituciones principales y la ciudad entera.
Por las radios se hacía escuchar que el golpe había triunfado en Santa Cruz y que se consolidaba el Comando Revolucionario Anticomunista. Arengaban: ¡Hay que acabar con los comunistas! En las calles de la ciudad se producía una cacería de dirigentes, políticos y todo aquel que fuera reconocido como izquierdista: persecución, bala, palo, arresto.
Más tarde esa noche, el regimiento de “Ranger” de Guabirá, comandado por el coronel Andrés Selich, que en primera instancia se había negado a sumarse a los civiles armados, una vez habiéndose dado cuenta de que el golpe se había consolidado, acudió a la plaza central, tomó los puntos estratégicos de la ciudad, colocó soldados en los techos de casas y edificios, y se unió por fin a los civiles armados en apoyo al golpe.
En las calles de la ciudad se producía una cacería de dirigentes, políticos y todo aquel que fuera reconocido como izquierdista: persecución, bala, palo, arresto.
Luego, otro comunicado: Andrés Selich, el general Florentino Mendieta y el general Hugo Banzer, preso en La Paz, lideraban del nuevo gobierno. Mario Gutiérrez, uno de los líderes de la Falange, y Ciro Humboldt, del MNR, fueron nombrados ministros de Estado. Así terminó la noche del 19 de agosto en Bolivia, con dos gobiernos y su suerte echada.
Ya en la mañana del viernes 20 circulaban anuncios de que por la tarde se habría de realizar un desfile para festejar aquella hazaña, y así fue: en los balcones de la Prefectura (Gobernación) cruceña se apostaron jefes militares y los líderes tanto de la FSB como del MNR; desde ahí se solazaban mirando las muestras de apoyo de sus simpatizantes.
A todo eso, en los pasillos de la planta baja de la Prefectura se presentó una muchacha cargando un maletín: soy de Prensa Libre de Cochabamba, le dijo al coronel Juan Ayoroa, con quien se había encontrado tras dejar los balcones para realizar unas diligencias. Tuvieron una breve y cordial charla, luego se despidieron. Ayoroa siguió su camino y ella emprendió gradas arriba hasta el sector de los palcos, dejó un bolsón y se marchó. Minutos más tarde una fuerte explosión sucedió.
La muchacha dijo ser de Prensa Libre de Cochabamba. Dejó un bolsón y salió. Al rato sucedió la explosión.
Gritos, confusión. Y así como Hitler, que milagrosamente se salvó de morir en aquel atentado de 1944, así de milagroso fue este hecho, pues hubo heridos, sí, pero no como quizás planearon sus autores dada la magnitud de la explosión. Se desplomaron columnas y durante varios minutos reinó el caos; las puertas de la Prefectura fueron cerradas. En los brazos de uno de los líderes falangistas y con las piernas deshechas, yacía la hermana del falangista Mario Gutiérrez.
Sélich, colérico, ordenó a los gritos que se fusilara a los detenidos en la Universidad inculpándolos por el atentado. Sin pensar dos veces, el “negro” Cronembold, Ernesto Morán y Carlos Valverde, junto a un grupo de choque de la Falange, se dirigieron hasta la Universidad donde una treintena de jóvenes maniatados ignoraban lo que estaba por sucederles.*
Un tropel furioso transitó a pasos firmes y aplomados con dirección al aula donde estaban los prisioneros. Masticando odio se pararon frente a ellos, apuntaron y descargaron a quemarropa sus cargadores hasta vaciarlos. Disipado el humo y el eco de los disparos, tendidos ante sus pies se contaban diecisiete cuerpos acribillados; los sobrevivientes tendidos al lado de los cadáveres aún tibios se mantenían en silencio con el corazón palpitándoles en la garganta. Más tarde, aquellos también estuvieron a punto de ser ejecutados pero a último momento, cuando ya iban a presionar los gatillos, ordenaron que fuesen trasladados a una cárcel junto a otros presos políticos.
Por la calles de Santa Cruz recorrían camionetas cargadas de hombres armados buscando a líderes y trabajadores que estaban a favor del gobierno de Torres, o a cualquiera que les pareciera sospechoso de ser izquierdista o, en el peor de los casos, comunista. Por una de las calles que patrullaban, uno de aquellos hombres vio caminar a una muchacha: aquella es la que dejó la bomba, pudo haber dicho, pues la persiguieron como persiguen los lobos su presa. Atrapada, la subieron a la camioneta con dirección a la VIII División del Ejército. El destino de la muchacha fue de pesadilla. Desde ese momento la violaron y la golpearon en repetidas ocasiones hasta dejarla moribunda; días después fue trasladada a La Paz. Andrés Sélich ordenó su total incomunicación y nunca más se supo de ella.
El viernes 20 de agosto de 1971, Santa Cruz dejaba de estar bajo el control del gobierno de Torres. A este hecho se sumaron Cochabamba, Oruro, y con el transcurrir de las horas, las distintas divisiones del Ejército.
Al día siguiente, 21 de agosto, en La Paz se consolidaba el golpe de Estado que se gestó en el oriente, sumando nombres y más nombres a la lista de fallecidos en Santa Cruz.
A las 18:50 del domingo 22 de agosto, en el hall del Palacio Quemado, ante una Biblia escoltada por dos cirios, el general Hugo Banzer Suárez juraba como nuevo Presidente de Bolivia.
Con datos de: Gallardo Lozada, Jorge, 1972. De Torres a Banzer: diez meses de emergencia en Bolivia, Buenos Aires, Colección Estados Unidos y América Latina, Ediciones Periferia S.R.L. Y otras fuentes hemerográficas del ABNB.
* NdE. “A las 19 horas, un grupo armado, al mando de Carlos Valverde Barbery, de Falange Socialista Boliviana, atacó a la Universidad Mayor Gabriel René Moreno. Luego de una fuerte refriega, cayó en poder de los rebeldes, dejando un saldo de dos muertos y 23 heridos.” (“Rebeldes ejercen pleno control de Santa Cruz”, Última Hora (La Paz), 20 de agosto de 1971.)
“No quiero presos ni heridos”, habría sido la orden de Andrés Sélich previo al fusilamiento de los universitarios. “Dunkerley indica que más de veinte universitarios fueron puestos en el paredón y fusilados. Según la Cruz Roja, los muertos llegaron a 98 y los heridos a 506”. Juan Marcelo Verdueta Quisbert / tesis de grado UMSA, 2017 La UMSA en la dictadura de Hugo Banzer Suárez (1971 – 1978). La Paz, Mayo de 2017.
Muy buen artículo, felicidades.
Excelente artículo Fernando….
Una lectura ligera, apasionante, vívida. Con sabor a necesidad de libro.
Gracias querido Fernando.