CONFESIONES / Pupila insomne
Lo que se hereda no se hurta. Su padre dejó un legado de publicaciones y su madre tuvo el visionario tino de recuperarlos. Ahora le pasa la posta y la pluma a la hija, la periodista-joyera.
–Mami, voy a estudiar orfebrería y joyería.
–¡… Pero si tú eres periodista!
–Ahora voy a ser periodista-joyera.
–Bueno pues… pero no dejes de escribir.
Así era mi mamá, la periodista Loida Clavijo, conocida por muchos como Loida Rodríguez, por mi papá, el también colega Daniel Rodríguez.
Ambos ejercieron el oficio hasta el último minuto de sus vidas, aunque en el caso de mi mamá, esa vida la llevó por caminos muy distintos al periodismo.
Viuda a los 38 años, recién llegada del exilio al que nos condenó el dictador Hugo Banzer, tenía muy difícil la manutención y atención de dos niños trabajando como periodista, sin horarios y con salarios muy bajos. Se sintió más tranquila cuando consiguió un puesto en una ONG. Y esa fue la puerta de entrada a un mundo de novedades y temas que llenaron su vida de nuevos contenidos.
Viuda a los 38 años, recién llegada del exilio al que nos condenó el dictador Hugo Banzer, tenía muy difícil la manutención y atención de dos niños trabajando como periodista, sin horarios y con salarios muy bajos.
Pero nunca abandonó la escritura. Al contrario, su trabajo primero en ONGs y luego en el Estado, la nutrieron de insumos para sus artículos, como corresponsal de Interpress Service, y como colaboradora en diferentes medios nacionales, tareas para las cuales sacaba tiempo después de la oficina, de la atención de la casa y de los hijos.
Mamá nos dejó el 13 de noviembre de 2020. Tras su partida, me sumergí en sus archivadores grises y amarillos, buscándola, tratando de reencontrarla y prolongar su presencia. Descubrí sus artículos y ellos me devolvieron a la memoria fragmentos de nuestra vida e historia. Mamá nos involucró siempre en su trabajo. Mi hermano y yo estábamos al tanto de las problemáticas sociales y políticas que marcaban su actividad laboral. Los derechos de las mujeres, la lucha por el respeto a los derechos humanos, la recuperación de la democracia, la defensa del medio ambiente, el entonces nuevo “enfoque de género” y, finalmente, la aplicación de la justicia con base en el respeto a la Constitución, son los campos en que se enmarcan sus escritos. Para ella no era solo trabajo, fue actora y militante en todas esas causas, y como periodista sentía el deber y la necesidad de su difusión.
En esta inmersión en los archivos familiares, también encontré los artículos de mi papá. Mi madre llevaba varios años recuperando sus textos, visitando la hemeroteca regularmente y fotografiando (pues no se permite fotocopiar) las columnas firmadas por Daniel Rodríguez, el “Ocalito” para sus colegas. Ella se propuso reunir los artículos de mi padre en un libro póstumo, una tarea que quiero continuar. La pluma de papá se paralizó el 06 de mayo de 1978 junto con su corazón, pero hasta entonces registró una época trascendental para el país. Hoy su lectura nos muestra la complejidad de los años 60 y 70, y el singular papel de los periodistas de esa generación.
Ya no me cabe duda de que mamá tenía razón cuando me decía:
–Periodista es el que escribe.
–Yo escribo mis guiones… –le respondía.
–Está bien, pero no es suficiente. Lo escrito es lo que queda.
La pluma de papá se paralizó el 06 de mayo de 1978 junto con su corazón, pero hasta entonces registró una época trascendental para el país. Hoy su lectura nos muestra la complejidad de los años 60 y 70, y el singular papel de los periodistas de esa generación.
Durante mis años de trabajo en la antigua PAT, me esforcé por escribir casi todo lo que decía, por el temor de caer en la improvisación al aire, que llenaba las frecuencias de radio y televisión de barbaridades lingüísticas, gramaticales y hasta de poco atinados comentarios. Y cuando no era posible y la improvisación se imponía, me consolaba pensando que solo lo escrito queda…
Y así es, salvo que algún curioso decida bucear en los archivos casi secretos y clandestinos del colega Mario Espinoza, quien conserva un registro de todos nuestros aciertos y errores de aquella época.
El trabajo en televisión me absorbió, mi aporte a la prensa boliviana es poco, son los artículos que escribí cuando fui redactora en el suplemento cultural del periódico Última Hora, bajo la dirección del colega Mario Ríos Gastelú, y algunas colaboraciones publicadas en medios nacionales. Sin embargo, no publicar no significó dejar de escribir. Guardo textos y notas que esperaban el momento y el lugar para ser compartidos, ya lo verán.
“La pupila insomne” es un sobrecogedor poema del cubano Rubén Martinez Villena, que descubrí siendo estudiante de periodismo en La Habana.
Tengo el impulso torvo y el anhelo sagrado
de atisbar la vida en mis ensueños de muerto
¡Oh la pupila insomne y el párpado cerrado!
(¡Ya dormiré mañana con el párpado abierto!)
La pupila insomne es para mí el misterio, la curiosidad, el observar la vida de forma activa.
Imagino a Daniel y Loida, juntos otra vez, amando, leyendo, escribiendo y charlando en algún lugar del infinito. Desde aquí les agradezco el gusto que me heredaron por este oficio.
Cathia, excelente !!! Me gustó y emocionó mucho. Sigue adelante,!!
Felicidades querida Cathia. Sigue adelante, demostrando el hermoso legado heredado de tús padres.
Un fuerte abrazo..y éxitos.
Lindo artículo estmada Katia, felicidades desde Centroamérica!
Buen comienzo Cathia, desde la intimidad familiar. Núcleo donde todo comienza y que seguramente pasará por tratar de explicar nuestro inexplicable país como hace casi cuarenta años. En esta fascinante tarea de explicar las cosas, que es una buena manera de disfrutarlas, seguramente nos volveremos a encontrar.