Tras seis meses de gobierno, a principios de 1981 la profunda corrupción de la dictadura de Luis García Meza comenzó a incomodar a sus propios camaradas. Éstos comenzaron a conspirar para sacarlo de la Presidencia. ¿Qué papel jugó Banzer?
En abril de 1981, el gobierno de Luis García Meza llevaba ya nueve meses en el poder y francamente apestaba. Sus vínculos con el narcotráfico se hacían cada vez más evidentes, el caso de las piedras preciosas de La Gaiba había sido denunciado y el 15 de enero de ese año la dictadura había acribillado a ocho dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en la calle Harrington de La Paz. Por si fuera poco, en aquella masacre Gloria Ardaya, militante del MIR, había logrado sobrevivir haciendo posible la denuncia internacional del crimen, de modo que a la dictadura le resultaba cada vez más difícil esconder tanto horror. Es más, sus propios camaradas estaban inquietos. Unos, verdaderamente indignados con el proceder de la propia dictadura, y otros, entusiastas con el río revuelto que representaba una oportunidad para alcanzar sus propios intereses. Es el caso Banzer. Hugo Banzer
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El coronel Alberto Natusch, que en noviembre de 1979 -ocho meses antes del golpe de Luis García Meza y previo al gobierno interino de Lidia Gueiler- había protagonizado un desastroso, sangriento y fracasado golpe de Estado, quiso lavar su imagen y comenzó a moverse. Se inició así una nueva conspiración, esta vez para sacar a Luis García Meza del gobierno.
Natush llegó a Cochabamba esos meses, marzo, abril, en que andaba conspirando. Buscó a sus camaradas más próximos y también se reunió con varios civiles, entre ellos gente vinculada a la ADN de Banzer que nunca perdió la costumbre de tutelar ni a la patria ni a las Fuerzas Armadas, y que andaba particularmente atento ante la posibilidad de que el juicio de responsabilidades en su contra tuviese alguna chance. De modo que aún después del asesinato de Marcelo Quiroga Santa Cruz (julio de 1980), impulsor del juicio, Banzer vigilaba celosamente las acciones de la izquierda amenazante y la silla presidencial. Banzer era, por obvias razones, el mayor interesado en que las fuerzas opositoras se mantuvieran lejos del gobierno. Por lo tanto, la mano de Banzer detrás o junto a las movidas de Natusch es indudable, si no en cuerpo presente, a través de su gente.
Banzer había participado con gran entusiasmo no sólo en el gobierno mismo de Luis García Meza sino en la preparación del golpe y en las actuaciones más siniestras que llevaron el inconfundible sello de otros crímenes cometidos durante su gobierno.
Desde el inicio de la administración garcíamecista, los colaboradores más cercanos a Banzer fueron parte del poder ejecutivo comenzando por el canciller, dos ministros, tres embajadores y los miembros de la llamada Comisión Nacional de Asesoramiento y Legislación CONAL creada dos meses después del golpe, cuyos miembros eran prácticamente todos banzeristas.
El coronel Juan Vera Antezana (fallecido recientemente), uno de los conocedores del plan militar que llevó a García Meza al poder, relató en una entrevista para una investigación que yo realizaba, que meses antes al golpe visitaron la Escuela de Estado Mayor en Cochabamba diez personajes, todos civiles, que expusieron allí el plan de gobierno de Luis García Meza. Vera eludió los nombres aunque soltó una ironía: Había que verlos años después en el Congreso, como grandes demócratas.
Desde el inicio de la administración garcíamecista, los colaboradores más cercanos a Banzer fueron parte del poder ejecutivo comenzando por el canciller, dos ministros, tres embajadores y los miembros de la llamada Comisión Nacional de Asesoramiento y Legislación CONAL creada dos meses después del golpe, cuyos miembros eran prácticamente todos banzeristas.
Siempre que pudo, una vez acabado su gobierno y ya en desgracia, Luis García Meza repitió que Banzer lo buscó hasta las lágrimas para empujar el golpe que finalmente se produjo el 17 de julio de 1980. Banzer temía el juicio de responsabilidades alentado por Quiroga Santa Cruz cuyo aplomo era indudable y precisamente en aquellas elecciones nacionales previas al golpe, la presencia del líder socialista en el escenario político anunciaba una amenaza inminente para el futuro de Banzer. De ahí que García Meza acusara posteriormente a Banzer de haber ordenado el asesinato de Quiroga Santa Cruz cuyas pruebas recientes dan por cierta aquella versión.
Hugo Banzer y Luis García Meza nunca tuvieron una buena relación, repitió el propio García Meza siempre que pudo. De modo que el apoyo del Pequeño General a su gobierno fue interesado y la ruptura también. En abril de 1981, cuando el deterioro era evidente y las papas quemaban, Banzer rompió relaciones a causa de los errores y fallas que se vienen sucediendo en la administración del régimen, improvisó. Pero García Meza aseguraba que lo que Banzer buscaba afanosamente era sacarlo y asumir él la Presidencia. Así, en mayo de 1981, ambos, Banzer y Natusch, fueron apresados y sacados del país acusados de conspiradores.
Que Banzer buscaba sustituir a García Meza en la presidencia parece cierto. Eso aseguran varios militares, igual que Alfredo Mingolla, uno de aquellos asesores argentinos del gobierno boliviano que alguna vez contó que ya en enero de 1981 se discutía el “recambio” de García Meza y Banzer quería reemplazarlo.
(…) ya en enero de 1981 se discutía el “recambio” de García Meza y Banzer quería reemplazarlo.
Maniobrero como era, durante el gobierno de García Meza, Banzer iba y venía dentro y fuera del país. Y cuando la dictadura entró en franca decadencia y buscaba desesperadamente “reconocimiento” por parte del gobierno de Estados Unidos, desde Washington Banzer prometió conseguir apoyo norteamericano para el gobierno golpista mientras lo que en verdad hacía era buscar respaldo para asumir la presidencia él mismo y pronto. Cuando finalmente Banzer quebró con el gobierno de Luis García Meza, en febrero, el Wall Street Journal dijo que aquella decisión coincidió con una resolución del Departamento de Estado de postergar indefinidamente la normalización de relaciones con Bolivia. El programa del periodista Mike Wallace, 60 minutos, emitido por la cadena norteamericana ABC, que fue lapidario contra la dictadura de García Meza a la que acusó de estar directamente vinculada al narcotráfico, se emitió precisamente pocos días después, el 1 de marzo. Dos meses más tarde, la dictadura garcíamecista se quebraría para siempre.
De modo que con García Meza rumbo al abismo, Banzer puso a su gente a trabajar. Así, las reuniones clandestinas que organizaba Natusch en Cochabamba, en abril de 1981, sucedieron en casa de José Antonio Ayala Canedo, hombre de confianza del general Banzer que había sido consejero de la embajada boliviana en Buenos Aires en 1976, esos días en que bajo las alcantarillas del Plan Cóndor asesinaron al general Juan José Torres, y Banzer quería evitar a toda costa que lo repatriaran a Bolivia. Temía el velorio de las fuerzas sociales enfurecidas por el crimen y pretendía un entierro silencioso. Torres acabó en un avión rumbo a México donde fue finalmente enterrado. Ayala Canedo hizo su trabajo.
Además de Ayala Canedo, a esas reuniones también asistía Eudoro Chuso Galindo, estrecho colaborador y operador político de Banzer, que además integraba y promovía el ala joven del flamante partido político que el Pequeño General había fundado en 1979, tras salir del gobierno. De modo que la participación de Banzer en los afanes de Natusch es un hecho. ¿Sabría Natusch que Banzer buscaba él mismo la silla presidencial?
Lo cierto es que esos afanes organizados por Natusch –y vigilados por Banzer- en pacientes reuniones clandestinas por todo el país, sufrieron un percance. Porque en esas reuniones los padres de la Patria buscaban, como era habitual, pasarse el poder de coronel en coronel, de general en general, de golpe en golpe. Daban por hecho que echado García Meza ponían a otro. Y efectivamente así fue pero no por mucho tiempo.
Porque sucedió que los propios militares ajenos a esos tejemenejes, hartos de la absoluta corrupción del régimen, se rebelaron antes de tiempo, antes de que Natusch y el plan previsto llegara a su fin. Fueron los oficiales del Centro de Instrucción de Tropas Especiales (CITE) al mando del teniente coronel Emilio Lanza los que enfrentaron a García Meza y al régimen pidiendo su renuncia. Sucedió en Cochabamba el 11 de mayo de 1981 y duró 15 días. Los rebeldes, desdeñados por sus camaradas, acusados de “indisciplina”, fueron apresados, exiliados, volvieron al país, fueron capturados, torturados y finalmente olvidados. Pero esa rebelión genuina, aparentemente simple y fracasada, logró dos cosas fundamentales: hacer saber a la sociedad entera que no todos los militares eran parte de la corrupción del régimen, por tanto, se quebraba una de los pilares fundamentales del propio régimen. Y segundo, lo fundamental: que en ese gesto, aquellos militares rebeldes quebraban el tutelaje. Trasladaban la discusión acerca del gobierno a la sociedad, sacándola de las cuatro paredes donde los padres de la Patria tenían por costumbre definir a su antojo los destinos del país, sin consultarle al pueblo.
Pocos meses después, en agosto, cayó el régimen con participación civil militar. Pasó a una junta militar idéntica a la que inauguró la dictadura, pero absolutamente debilitada. Está claro que Banzer miraba desde cerca el desenlace sabiendo lo que venía. Y lo que venía se oía fuerte, grande y contundente. El 10 de octubre de 1982, los militares devolvieron la democracia al pueblo. Y el pueblo, vaya pueblo, ejerciendo democracia votó por el Pequeño General varias veces hasta que en 1997 éste logró ser elegido Presidente en democracia. Vaya pueblo, vaya Pequeño General.