Luis Eduardo Aute estuvo en La Paz en 2011 y a los pocos minutos de haber llegado, sus seguidores no solo lo querían, lo adoraban. Ese hombre cálido de voz transparente falleció ayer a los 76 años en Madrid. Nos quedan sus canciones y el recuerdo de un concierto inolvidable.
2011, miércoles 17 de agosto. Ocho de la noche, acaba de aterrizar en El Alto el vuelo de Buenos Aires. Minutos después, tras la rutinaria revisión aduanera de equipaje, al fondo del corredor, junto a sus cinco acompañantes, aparece alto, con melena canosa, andar lento, mirada atenta, el invitado. Lo recibimos con timidez y responde como si fuésemos amigos de tiempo. Le explicamos que es mejor moverse con calma por eso de la falta de oxígeno pero lo primero que hace, mientras esperamos la movilidad que nos llevará al hotel, es encender su cigarrillo. Le preguntamos si quiere tomar un mate de coca y prefiere un café. Le tomó sólo unos minutos y de ser los admiradores nos convirtió en fanáticos. Es que, con el correr de los pocos días que estuvo en La Paz, Luis Eduardo Aute nos regaló su calidez, ternura, nobleza y sencillez.
En los años de la universidad ya escuchábamos sus canciones, las cantábamos en guitarreadas, con su poesía soñábamos con amores y, así, hasta descubrir que también dibujaba, pintaba, hacía cine… un artista renacentista en el siglo XXI.
Pasados los años, persiguiendo sus nuevas canciones, sus nuevos discos, rondó en nuestra cabeza la posibilidad de invitarlo a Bolivia. Lo contactamos y le entusiasmó la idea, la posibilidad de llegar a uno de los pocos países de América Latina que aún le faltaba conocer. Con la Cinemateca Boliviana preparamos una breve retrospectiva de su filmografía días antes de su llegada y en el MUSEF armamos un conversatorio para escuchar varios de sus poemigas a modo de preparación para recibir horas después su música y palabra:
Declaraciones de amor / odio
I
Odio odiar el amor.
II
Empiezo a odiar el amor
Al odio.
III
Ni amo odiar,
Ni odio amar,
Sino todo lo contrario.
Sábado 20. Amaneció frío. Según su costumbre, Luis Eduardo prefirió quedarse en el hotel, como un monje en retiro, preparando (se) para el concierto. Luego de la prueba de sonido por la tarde, un breve descanso hasta la hora prevista. Ocho y media de la noche, comienzan los acordes de Me va la vida en ello, la canción que da inicio a sus conciertos. Con las guitarras de Antonio Carmona y de Cristina Narea y los teclados de Igor Tukalo, comienza a calentarse el ambiente para, minutos después, recibir en el escenario a Aute y sentir como el latido de nuestros corazones se acelera ante la presencia de uno de los más importantes cantantes del habla hispana. Y, canción tras canción, entre ellas anécdotas, bromas, risas y aplausos, las tres horas de aquella noche de hace casi nueve años, acaba dejando sin oxígeno a los fanáticos reunidos bajo el cielo paceño al escuchar, a capela, ese himno infaltable en la voz del poeta: Al Alba.
2020. En este sábado triste de abril, su música, sus imágenes, sus colores, quedan marcados en nosotros. Con la emoción hecha un chuño, tomamos una, dos, muchas de sus canciones, sabiendo que nunca dejaremos que el dolor nos gane. Y, por ello, preferimos hacer nuestras las palabras de un Aunte-ntico poeta, aquel que contó acerca de los tres motivos por los que la luna le hizo un regalo al Giraluna:
“El primero, porque tuvo Fe, el segundo, porque no perdió la Curiosidad, y el tercero y más importante, porque tuvo Criterio propio“.